Qué tiene Máxima de Holanda que enciende los días apagados y con una sonrisa de las suyas anima a los mismos cielos: excelencia. Un año más, como todos los terceros martes de septiembre desde 1848, los Países Bajos han celebrado hoy el llamado Día del Príncipe, jornada con la que oficialmente da comienzo el curso político en aquel país, y hemos sido una vez más testigos de Máxima a la máxima potencia. Pese al mal tiempo, las calles de La Haya se han llenado desde primera hora de la mañana de curiosos con ávidas ganas de ver de cerca el paso de la llamada Carroza de Oro en la que los Reyes de Holanda han hecho el camino que separa al Palacio Noordeinde y el Binnenhof, la sede de las Cámaras alta y baja de los Países Bajos.
Una carroza que ha hecho su último recorrido en tiempo, ya que será sometido a una profunda restauración en los Establos Reales de La Haya. A partir del año que viene los Reyes holandeses se desplazarán durante el Día del Príncipe en la llamada Carroza de Cristal, que fue encargada por el rey Guillermo I en 1821 y que en los últimos años ha sido rehabilitada.
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Máxima de Holanda descendió del majestuoso carruaje como una bellísima Cenicienta con paraguas de cristal. El vaporoso vestido rosa nude que lució era de Jan Taminiau, uno de sus diseñadores incondicionales y al que recurrió para el día más importante de su vida oficial, y hacía alusión a una escena japonesa inspirada en el Salón Japonés del Palacio Huis ten Bosch de La Haya. La reina Máxima renunció a los tradicionales tocados con los que suele acudir a esta ceremonia, si bien sí añadió una discreta decoración floral en su cabello y guantes de piel de color vino a tono con el bolso de mano y los zapatos.
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La jornada concluyó a las dos menos diez de la tarde con la tradicional escena del balcón en el Palacio Noordeinde, a donde la Familia Real holandesa regresó después de que el rey Guillermo Alejandro leyera su discurso en el Binnenhof, en el que celebró los signos de recuperación de la economía holandesa tras los años de crisis, subrayando, no obstante, la necesidad de que “todo el mundo sienta la mejoría, de modo que todos podamos mirar al futuro con optimismo”. Cientos de ciudadanos han vitoreado a los Reyes y a los príncipes Constantino y Laurentien, que respondieron desde la balconada saludando con la mano. Entonces brilló la sonrisa de Máxima de Holanda y el llanto de las nubes cesó.