Antes de que el heredero a la Corona se convirtiera en un hombre casado y de que doña Letizia fuera princesa de Asturias, las celebraciones de su boda arrancaron unas horas antes de que el 22 de mayo de 2004 contrajeron matrimonio en la catedral de La Almudena de Madrid. En la víspera del gran día, el Palacio de El Pardo, otro de los grandes escenarios para la monarquía española y donde hicieron su presentación oficial ante los medios de comunicación como pareja unos meses antes, acogió una cena de gala a modo de preboda que los padres del novio, los reyes Juan Carlos y Sofía, ofrecieron a jefes de Estado, representantes extranjeros y familiares. En total, 350 invitados que fueron testigos de la última noche de solteros del entonces Príncipe de Asturias y de su futura mujer. Una velada irrepetible en la que estuvieron presentes representantes de trece monarquías reinantes y diecinueve que no lo son, que dejó momentos e imágenes para la historia como el abrazo de doña Letizia a sus abuelas, el saludo del por entonces príncipe de Gales a la reina Sofía o el impresionante look de Carolina de Mónaco.
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Un escenario importante para los Borbones
La lluvia fue la otra protagonista de la preboda de los reyes Felipe y Letizia. El Pardo fue decorado con miles de rosas de color champán, cuatro reposteros (paños con emblemas heráldicos), los escudos de cuatro reyes Borbones: Felipe V, Alfonso XII, Carlos IV y Felipe II, colgados de los balcones del patio y cuatro tapices de incalculable valor, adornaron este enclave histórico. En este Palacio, que empezó a construirse en 1405 por Enrique III, primer príncipe de Asturias, se instaló Victoria Eugenia de Battenberg tras haber entrado en España por Irún, junto a su prometido, Alfonso XIII, el 25 de mayo de 1906. Antes, fue el sitio elegido para instalar a la reina María Cristina antes de la celebración de su enlace con Alfonso XII. Tras los saludos, en el patio de los Austrias, con tapices de la época de Felipe II, se sirvió un cóctel que duró una hora. Después, los novios y sus invitados pasaron al Patio de los Borbones, donde se sirvió la cena en varias mesas.
Las joyas de María de las Mercedes, condesa de Barcelona
La reina Letizia se presentó a su preboda con un traje de shantung de seda natural color platino y encaje de Chantilly, rebordado a mano con pedrería y canutillos de cristal tornasolado de Lorenzo Caprile. Destacó el escote, con los hombros despejados, y el polisón. Como complementos, un abanico con incrustaciones de nácar de la madrileña Casa Diego y un pequeño bolso de canutillos y filigrana que perteneció a la reina Isabel II. Como joyas, llevó un aderezo compuesto por pendientes y gargantilla que le regalaron los reyes Juan Carlos y Sofía. Se tratan de unas piezas de platino, zafiros, perlas y brillantes que le entregaron el día de su petición de mano. Un conjunto histórico que perteneció a la abuela de don Felipe, María de las Mercedes, Condesa de Barcelona, y que tiene su origen en el ajuar nupcial de otra María de las Mercedes, la primera esposa de Alfonso XII. En el año 2020, doña Letizia se puso los pendientes para acudir a la tradicional Pascua Militar, y a principios de este año recuperaba la gargantilla de su preboda que había estado 20 años guardada.
El fabuloso desfile de invitados
Además de la Familia Real española en pleno, los royals de Grecia, Bélgica y Bulgaria acudieron a esta velada los grandes duques de Luxemburgo, Enrique y María Teresa; los príncipes Alberto y Carolina de Mónaco, con Ernesto de Hannover; la reina Beatriz de Países Bajos, que protagonizó un sentido abrazo con el rey Juan Carlos y doña Sofía, fruto de la estrecha relación entre ambas monarquías. Los entonces príncipes Guillermo y Máxima. Esta última protagonizó un emocionante reencuentro con doña Letizia después de haberla visto una semana antes en la boda de Federico y Mary de Dinamarca. Carlos de Inglaterra acudió solo, al igual que Naruhito de Japón. La reina Margarita optó por lucir el vestido que llevó en las celebraciones de la boda de su heredero y Carlos Gustavo de Suecia estuvo con su mujer, la reina Silvia, y sus tres hijos, unos jovencísimos príncipes Victoria, Carlos Felipe y Magdalena. Harald, Sonia, Haakon y Mette- Marit de Noruega así como la princesa Marta Luisa y su primer marido, el malogrado artista y escritor, Ari Behn; los duques de Calabria, la princesa Ana de Francia y dos de sus hijas, Cristina y Victoria, con sus maridos; Víctor Manuel de Saboya y Marina Doria, con su hijo Filiberto y su mujer, Clotilde Coreau; Noor y Rania de Jordania.
La impactante presencia de Carolina de Mónaco
Con permiso de los anfitriones y de los novios, la presencia de Carolina de Mónaco fue otra de las grandes protagonistas de la cena. La hermana del príncipe Alberto impactó con un impresionante modelo de alta costura de Karl Lagerfeld, el que fuera su gran amigo, para Chanel. Estaba formado por torera blanca de volantes rasgados y falda-tallonegra en crepé sobre la que resaltaba una lazada rosa de raso que caía desde la cintura. La hermana del príncipe Alberto causó sensación al entrar en el coche que estaba esperando a la puerta de su hotel para dirigirse al Palacio de El Pardo.
Los príncipes solteros de Suecia
Las Familias Reales nórdicas se volcaron con la boda de los reyes Felipe y Letizia. Harald y Sonia de Noruega acudieron con sus dos hijos y sus consortes. Por parte de Dinamarca solo faltaron Federico y Mary, quienes se encontraban de luna de miel. Carlos Gustavo y Silvia de Suecia se presentaron con sus tres hijos, los tres solteros. Victoria de Suecia tenía 26 años en 2004 y aunque ya llevaba dos años saliendo con Daniel Westling, al que conoció en el gimnasio en el que él era entrenador personal, no la acompañó al enlace. La pareja tuvo que esperar ocho años para poder casarse en 2010. Por su parte, el príncipe Carlos Felipe, quien por aquel entonces tenía 25 años, no empezó su relación con Sofía Hellqvist hasta 2010, con la que se casó en junio de 2015. La benjamina de los Bernadotte, la princesa Magdalena, tenía hace dos décadas 21 años. En la boda de los príncipes de Asturias ya salía con Jonas Bergström, un abogado sueco con el que llegó a comprometerse y que viajó con ella a Madrid, aunque no acudió como acompañante al evento. Aunque lo suyo iba muy en serio, finalmente nunca se casaron y rompieron su compromiso y su noviazgo de ocho años por culpa de una infidelidad de él. Años más tarde, conoció a Chris O’Neill con el que se casó en junio de 2013.
El saludo más 'royal' del entonces príncipe de Gales
La Casa Real británica envió al entonces príncipe de Gales, Carlos. Acudió solo sin ningún miembro de los Windsor ni con Camilla con la que se casaría un año después, el 9 de abril de 2005. Haciendo gala de su exquisita educación y de su carisma británico, Carlos III besó la mano de la reina Sofía y de doña Letizia al llegar a El Pardo. Además de los tradicionales dos besos en las mejillas, a Carlos III le gusta saludar a las damas de la realeza llevando su mano a la boca, un saludo regio que hacen otros Reyes y príncipes con Reinas y Princesas. Así, el rey Felipe suele saludar de esta manera a su madre y Pablo de Grecia hizo ese gesto en la boda de su hermano, Phillippos de Grecia, a sus tías, doña Sofía y la princesa Irene. La relación entre las Casas Reales de Reino Unido y de España viene de siglos, aunque el nexo más importante arranca con la reina Victoria, tatarabuela de Isabel II, de don Juan Carlos, de doña Sofía y del príncipe Felipe de Edimburgo. Los lazos se reforzaron mucho más con el enlace de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg, nieta de la reina Victoria. Además, el padre de Carlos III era tío segundo de la reina Sofía (el abuelo de doña Sofía y el padre del príncipe Felipe eran hermanos) y la reina Federica, abuela de Felipe VI, estaba emparentada con la Familia Real británica a través de su abuelo, el káiser Guillermo II.
El abrazo con más sentimiento de la novia a sus abuelas
Uno de los grandes momentos de la cena de gala fue cuando doña Letizia saludó a sus abuelos. Especialmente cariñosa se mostró con sus dos abuelas, con las que se fundió en sendos abrazos que hablaban por sí solos. Se saltó la ‘oficialidad’ del acto y del momento y ellos mostraron un gran orgullo. A Enriqueta Rodríguez y Francisco Rocasolano les saludó con mucho afecto y su encuentro con Menchu Álvarez del Valle y José Luis Ortiz, no se quedó atrás. La que iba a convertirse en unas horas en princesa de Asturias abrazó por el cuello de manera fuerte y prolongada a su abuela Menchu, quien fue una periodista radiofónica de referencia en Asturias y que influyó en que su nieta siguiera sus pasos. Un día después, Menchu leyó emocionada una de las lecturas, la carta de San Pablo a los Corintios, que fue una de las intervenciones más emotivas de toda la ceremonia religiosa de la boda de su nieta.
Las aguamarinas de la reina Victoria Eugenia y los rubíes de Niarchos
Aunque en la cena de gala no se vieron tiaras, los vestidos de alta costura, convivieron con algunas joyas de especial importancia. No era una velada para lucir grandes piezas históricas y como la etiqueta de los caballeros indicaba esmoquin, las damas tenían que mostrarse comedidas a la hora de lucir alhajas. Destacó el aderezo de rubíes de la reina Sofía. Se trata de un espectacular collar de Van Cleef & Arpels compuesto de 36 rubíes cabujón de Birmania y diamantes de talla brillante y baguette. La pieza se complementa con pendientes, pulsera y anillo y fue un regalo del armador griego Stavros Niarchos con motivo de su boda. La reina Sofía lo ha llevado desde el inicio de su reinado, cuando don Juan Carlos fue proclamado, y la última vez que se le ha visto puesto fue en la boda de Hussein de Jordania y Rajwa, cuando lució la tiara, los pendientes y el collar con dos vueltas. La gargantilla puede ser usada como un collar largo, de doble vuelta, más pegado al cuello y como diadema de una o dos hileras (en la boda del heredero hachemita la llevó con una sola fila). Stavros Niarchos, magnate y multimillonario, aumentó su fortuna a partir de 1952 cuando empezó a construir los petroleros más grandes del mundo para su flota y se convirtió en uno de los gigantes del transporte mundial del petróleo, junto con su compatriota y rival Aristóteles Onassis.
Por otro lado,, Sandra Torlonia y Borbón, madre del conde Lequio, llevó un espectacular collar de aguamarinas que su madre, la infanta Beatriz, heredó a su vez de su madre, la reina Victoria Eugenia. En origen, el conjunto estaba compuesto del espectacular collar, pendientes, pulseras, anillo y broche y podrían haber sido encargadas a Cartier por Alfonso XIII. En la década de los años 20 del siglo pasado, la bisabuela de Felipe VI fue retratada en muchas ocasiones con estas joyas. A este aderezo se le añadió una tiara que diseñó Ansorena que sería un regalo de boda que la infanta Beatriz recibió de sus padres, los Reyes en 1935.
Un príncipe y su prometida cenando con la Reina de Dinamarca y los Reyes de Noruega
El Patio de los Borbones de El Pardo acogió la cena que se dispuso en mesas redondas con manteles rojos y donde había centros de rosas, adornos en plata y candelabros de Patrimonio Nacional. En la principal estuvieron don Felipe y doña Letizia, flanqueados por Margarita de Dinamarca y su marido, el príncipe Henrik, Harald y Sonia de Noruega, entre otros. El rey Juan Carlos se sentó en la mesa número 1 junto a su consuegra, Paloma Rocasolano, Beatriz de Holanda o María Teresa de Luxemburgo. En la número 2 se sentaron la reina Sofía, Jesús Ortiz, Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, Alberto y Paola de Bélgica o Nelson Mandela. La cena corrió a cargo de Juan Maria Arzak y Ferrán Adriá, con el apoyo de Paco Roncero. Los cocineros elaboraron aperitivos variados, yemas de espárragos, rape con habitas a la menta, pechuga de pato en escabeche y de postre, chocolate, coco y frutos rojos con sorbete de cítricos.
Tanto la mantelería como la cristalería, cubertería y bajoplatos fueron una mezcla del clásico utillaje de Patrimonio con vajillas y fuentes de diseño mucho más moderno (traídas desde los restaurantes de Arzak y Adriá), indispensables para servir algunas de las complejas elaboraciones gastronómicas. La cubertería utilizada fue la de plata de Alfonso XIII; la cristalería de gala de Monsen (Checoslovaquia); la vajilla de Limoges, con las iniciales de los reyes Juan Carlos y Sofía y los candelabros de Patrimonio. Después, los invitados regresaron al Patio de los Austrias, donde se celebró un baile. Al día siguiente, el heredero a la Corona de España y su prometida se casaron en la gran boda real del siglo XX.