La Galería de Colecciones Reales abre este jueves al público para descubrir los tesoros que alberga este increíble edificio situado al lado del Palacio Real. En él se podrán encontrar más de 600 piezas vinculadas a la Corona y que atesoraron los reyes españoles durante cinco siglos de las dinastías de los Austrias y los Borbones. Además de importantes cuadros, este nuevo museo madrileño tiene objetos de lo más curiosos que te detallamos a continuación.
La corona de la Virgen de Atocha
Isabel II regaló unas joyas a la imagen de Nuestra Señora de Atocha como agradecimiento por haber resultado ilesa del atentado de Martín Merino. El 2 de febrero de 1850 y fiel a la tradición de la Corona española, se dirigió a la Real Capilla de Atocha para presentar a la Virgen a su primogénita, la princesa Isabel. En el trayecto Merino se abalanzó sobre la Reina y le asestó una puñalada, que solo la hirió levemente porque la hoja del cuchillo chocó con las ballenas del corsé de la soberana. En agradecimiento ofreció como exvoto a la Virgen esta corona en plata dorada con brillantes y topacios de Brasil
Carroza negra de Mariana de Austria
Es uno de los objetos más carismáticos de la Galería de Colecciones Reales y uno de los más antiguos que se conservan. Es un grand carrosse, surgida a mediados del siglo XVII. Es un coche de caballos reservado a la realeza, por su gran riqueza decorativa y las comodidades que presentaba respecto a los vehículos anteriores. Esta carroza ofrece como novedad una caja totalmente cerrada, con ventanas acristaladas y una lanza de cuello de cisne, que permitía que el coche girara en ángulo recto. En el último tercio del siglo XVII los muebles de ébano eran muy apreciados y, por ello, la madera de nogal con la que se realizó el carruaje fue teñida de negro, para imitar aquel material exótico tan valorado. Este coche de caballos perteneció a la segunda esposa de Felipe IV, la reina Mariana de Austria, que fue regente durante la minoría de edad de su hijo Carlos II
Coche de la Corona Real
En el final del reinado de Fernando VII, con el fin de dotar a las Caballerizas Reales de vehículos apropiados para las ceremonias más solemnes, se encargaron tres carruajes a los principales maestros carroceros de Madrid. El Coche de la Corona Real era un trono sobre ruedas de los reyes de España durante un siglo. Es una berlina de gran gala con un sistema doble de suspensión, rico tapizado interior que lo hacían muy cómodo
Besamanos de la reina María Luisa de Parma
En el siglo XVIII las necesidades de amueblar los Reales Sitios, incluido el Palacio Real, hicieron que en Madrid se concentrara un buen número de artistas. La saleta de la Reina Cristina acogería este conjunto en verde manzana con dosel a juego, consolas, espejos, pantalla de chimenea y sillón para el besamanos de la reina María Luisa de Parma. Unas piezas de gran delicadeza que hablan del refinamiento y el gusto de María Luisa de Parma
Silla de manos de la reina Bárbara de Braganza
Esta silla la usó la reina Bárbara de Braganza que la utilizó para desplazarse dentro de los límites de los Reales Sitios. Tiene una decoración típicamente rococó con amorcillos y geniecillos alados. El interior está tapizado en un rico terciopelo carmesí, bordado en oro, tendido, con canutillos y diminutas lentejuelas
Sofá de borne
Es una de las creaciones más genuinas y representativas del mobiliario francés del siglo XIX y fue una pieza común en las casas y palacios de familias burguesas. El gusto por la suntuosidad y la mirada a estilos del pasado, fundamentalmente el Luis XV, teniendo este periodo su reflejo en España en el denominado estilo Isabelino. El mueble está decorado con las armas y las cifras de Isabel II. Causó tanto impacto en la época que Luis Napoleón Bonaparte, el futuro Napoleón III, encargó uno similar
Mantequillero del reinado de Carlos III
Durante la primera mitad del siglo XVIII, la manufactura sajona de porcelana de Meissen, la más antigua de Europa, se convirtió en un referente para el resto de fábricas europeas. Este mantequillero, que corresponde al reinado de Carlos III, es conocido como la vajilla de orla malva con escamas y flores
Testamento original del rey Felipe II
Este fue el tercer y definitivo testamento del rey Felipe II, otorgado ante su secretario Jerónimo Gasol, tras los de 1554 y 1557. Fue redactado en los años finales de su reinado y de él se hicieron dos originales para guardarlos en dos de sus proyectos más personales, el Archivo de Simancas (Valladolid) y el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). En los testamentos reales los monarcas debían incluir el nombre de su sucesor. Felipe II, siguiendo la normativa castellana, designó como su 'heredero y sucesor universal en todos mis reinos, señoríos y estados', al príncipe Felipe, futuro Felipe III. En este documento el monarca dejó establecido que el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial ('ahí se tendrá que ir poniendo los demás cuerpos reales de mis sucesores que quisiesen sepultarse allí') sería panteón real y la asignación de un patrimonio mueble a la Corona
Piano armario
Francisco Flórez, un murciano afincado en Madrid, fue a partir de 1795 el constructor de órganos y claves de la Real Cámara. Este piano, de 1807, tiene una extensión del teclado de cinco octavas y media, tiene tres cuerdas de punto y está realizado sobre tres bolas de madera con seis pedales alargados de los que uno no se conserva
Cómoda de María Luisa de Parma
Carlos III habitó por primera vez el Palacio Real en 1764. En el ángulo suroeste del magno edificio se encontraba la Pieza de Vestir o de Parada, un conjunto de tres gabinetes destinados al trabajo del Rey. Gasparini diseñó la decoración para estas estancias. Además, dentro de estos trabajos, se encuentra esta cómoda que usaba la reina María Luisa de Parma y que abandonó en el siglo XIX. La pieza ha sido recientemente recuperada tras subastarse en la casa Christie's de Nueva York para las colecciones Reales de Patrimonio Nacional
Tabernáculo de Felipe III
En 1619, el orfebre y fundador sienés Doménico Montini, realizó este magnífico tabernáculo de plata, bronce y piedras duras para la igleisa de Annunziata de Nápoles. Finalmente la pieza fue enviada a España por el duque de Osuna y virrey de Nápoles quién le añadió el escudo real y lo regaló a Felipe III
Capacete de Fernando el Católico
En la Europa de finales de la Edad Media existió cierta internacionalización en los modelos de armas utilizadas, como los capacetes, o cascos dotados de un ala protectora, cuyo práctico diseño permitió su uso entre los siglos XIII y XVII. Este capacete, cuya pertenencia se atribuye a Fernando el Católico, responde al modelo más extendido en España a finales del siglo XV