El valor de los símbolos. 1111 años después de ser donada por Alfonso III el Magno y la reina Jimena, Leonor renovó los lazos de la Monarquía con Asturias “abrazando” la Cruz de la Victoria en la Cámara Santa de la catedral de Oviedo. El símbolo histórico de su título, que ondea en amarillo sobre el campo azul de la bandera asturiana. Las armas de Pelayo que unen su dinastía con la de los reyes asturianos.
Curioseando en la simbología de las letras alfa y omega; la inscripción que figura en su reverso, y hasta las 263 piedras preciosas y perlas, que la adornan, la Cruz volvió a ser, de su mano, vínculo y símbolo de continuidad en una nueva era. Exactamente igual -aunque Felipe VI, no habló a su hija de cruz, sino de esperanza e ilusión- que cuando el Rey don Juan Carlos se la “impuso”, con diez años, a su hijo y heredero en Covadonga (1977). “… Esa Cruz significa también tu cruz. Tu cruz de Rey. La que debes llevar con honra y nobleza, como exige la Corona: ni un minuto de descanso, ni el temblor del desfallecimiento, ni una duda en el servicio a los españoles y a sus destinos”.