Las vidas de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg se cruzaron en un viaje del joven Rey a Inglaterra, organizado por la Corte para que conociera a la princesa que habían elegido para él. Los cronistas de la época coinciden en señalar que no hubo entendimiento entre los jóvenes y en que durante una comida en el palacio de Buckingham, celebrada en su honor, acabó interesándose por otra joven de cabellos dorados. Su amor nació pues a espaldas de los diplomáticos y de todos los proyectos políticos, burlando cualquier cálculo o acuerdo, lo que convirtió el Rey en un joven enamorado. La noticia de su romance corrió como la pólvora por España, que rebosaba felicidad porque el Rey se casaba por amor, como lo había hecho su padre, el rey Alfonso XII. La nueva consorte, aclamada tanto en el pueblo como en la Corte, no sabía entonces las duras pruebas que el destino le deparaba como reina, como esposa y como madre. En 1931, tras 25 años de reinado, tuvo que abandonar España con toda su familia. La proclamación de la II República les había condenado al exilio