Un día especialmente intenso, emotivo y que difícilmente olvidará, marcado por dos grandes citas de diferente índole que ha podido vivir en primer persona. Desde primera hora de la mañana, Felipe VI sabía que no era esta una fecha como otra cualquiera, ya la que la exigencia ha sido máxima y le obligaba a programar una agenda de manera casi milimétrica para cumplir con sus obligaciones. Primero, el monarca asistía con doña Letizia al multitudinario funeral de Estado del papa Francisco celebrado en la plaza de San Pedro del Vaticano, para horas después volver a nuestro país y presidir la gran final de la Copa del Rey entre el FC Barcelona y el Real Madrid.
Un sábado frenético para el soberano de 57 años, que volaba desde Roma a Sevilla tras despedir al sumo pontífice en lo que ha sido un acontecimiento para la historia, repleto de líderes mundiales y representantes de numerosas monarquías. Tras lo vivido en la capital italiana junto a su esposa, Felipe VI viajaba y aterrizó en la ciudad andaluza dispuesto a relajarse y disfrutar de una noche deportiva al más alto nivel. Era el superclásico del fútbol español, en el prestigioso torneo que lleva su nombre, el que enfrentaba a los dos rivales por antonomasia. Culés y merengues se veían las caras en el estadio de La Cartuja, bajo un ambiente formidable y atronador de unas gradas abarrotadas por más de 70.000 personas.
Eran aproximadamente las 21:30 horas cuando veíamos la primera imagen del jefe del Estado en el interior del recinto, ofrecida en directo por televisión, en el momento que este aparecía dentro del coche oficial. Nada más salir del vehículo, era recibido por el presidente de la RFEF, Rafael Louzán, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, con los que ha intercambiado saludos y charlaba brevemente de manera amistosa. Al monarca lo acompañaban la vicepresidenta primera del Gobierno, María Jesús Montero, y la ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes, Pilar Alegría. Seguidamente, el Rey posaba con la Copa y con los presidentes de ambos clubes, Florentino Pérez y Joan Laporta, con dos camisetas que tenían el nombre de don Felipe a la espalda.
A continuación, casi cuando las agujas del reloj marcaban las 10 (hora prevista para el partido), don Felipe ocupaba su lugar preferente en el palco de autoridades y, de pie, escuchaba cómo sonaba a todo volumen por megafonía el himno nacional. Seguidamente, el Rey aplaudía y se sentaba en su sitio para presenciar el vibrante coche entre madridistas y blaugranas, que venía cargado de enorme expectación y una agria polémica arbitral generada en la víspera del duelo. Antes del pitido inicial, se ha ofrecido también un espectáculo visual protagonizado por un hombre que sobrevolaba el césped sobre un dron y que portaba la Copa en sus manos.
Un clásico de pura emoción y desenlace épico
El enfrentamiento entre los eternos rivales no ha defraudado en absoluto y ha sido de alta tensión, siendo los jugadores entrenados por Hansi Flick los que se adelantaban en el marcador con un gran gol conseguido por Pedri en el primer tiempo (minuto 28). Ya en la segunda parte, eran los pupilos de Carlo Ancelotti los que empataban la contienda con otro gran tanto, logrado en este caso por Mbappé tras golpear una falta directa (m 70).
Poco después, era el también francés Tchouaméni quien batía de cabeza al portero rival para adelantar a los blancos y darle la vuelta al luminoso (m 76). Pero el partido terminaba por volverse más loco aún cuando, a continuación, Ferran ponía de nuevo las tablas en el marcador (m 84) tras superar a Courtois en su salida. Los dos equipos no se daban ni un segundo de tregua, con jugadas de ataque constantes y luchando por los balones divididos con todo el ímpetu del mundo.
En el último suspiro del descuento (m 95), se producía además un momento clave cuando el árbitro Ricardo de Burgos Bengoetxea decretaba un penalti a favor del Barça, que después anulaba tras ser requerido por los jueces del VAR y revisar ese instante que podía haber sido decisivo para el resultado final. De ahí, el duelo se iba a la prórroga bajo una atmósfera de nervios por doquier entre ambas aficiones. Ya en el tiempo de prolongación, los culés volvían a ponerse por delante gracias al gol de Koundé en la recta final (m 116).
De esta forma, tras vivir un partidazo para los anales realmente igualado, finalizaba la épica batalla con victoria del FC Barcelona por 3-2, con la lógica explosión de alegría de los vencedores y la decepción de los derrotados. Pese a las peleas y roces entre ambos conjuntos durante el choque, al final reinaba la deportividad y todos ellos se despedían de forma caballerosa.
Tocaba entonces ir al palco a recoger la Copa de manos del rey Felipe, quien se la entregaba a los capitanes culés Marc-André ter Stegen y Ronald Araujo para que estos la levantaran y provocaran la euforia de los suyos. Era el clímax de una noche mágica, el que ponía el colofón a una velada que los amantes del fútbol difícilmente olvidarán. Para el monarca, se cerraba así una jornada que empezó a primera hora de la mañana en Roma y finalizaba pasadas la una de la madrugada en Sevilla.