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Soltera y con sus hijos ya mayores, la infanta Cristina disfruta de la vida y, la verdad, es que todo le viene bien. Cuando se queda en Ginebra los fines de semana, le gusta ir a misa, hacer deporte, leer (su pasión desde niña), salir a cenar, escaparse a las casas de sus amigos, al campo o a las montañas; pero tampoco le cansa vivir con una maleta en la mano. De Ginebra a países de diferentes continentes, para seguir de cerca los proyectos que lidera. O a España, donde, además del trabajo, tiene una vida social activa.
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A ojos de muchos, le falta un novio, pero la infanta no quiere ni oír hablar de relaciones. Cuando sus amigos le dicen que es joven y podría rehacer su vida, la respuesta siempre es un "no" rotundo. "Por mucho que se inventen, no tiene novio ni ganas. No se le pasa por la cabeza enamorarse de nuevo", nos dice una amiga. Ha ordenado su vida y está lista para lo que venga, pero sin atarse a nadie. Cristina de Borbón vuela libre.
Por fin, un hogar
El punto y aparte de una vida inesperada, a fuego de titulares, ya queda lejos. Esa fue la otra historia de una infanta. Ahora, doña Cristina vuelve a sonreír y todo parece ir bien. Sus hijos están encaminados y ella tiene todo el reconocimiento en su trabajo como directora del Área Internacional de la Fundación Bancaria La Caixa. Es sensible a que se malinterprete una fotografía a pie de campo en África, Asia o Sudamérica, pero la labor que hace es extraordinaria. Una cifra: en colaboración con más de 800 organismos, la fundación ha transformado las vidas de más de 16 millones de personas.
Por otro lado, su hermano, el Rey, vuelve a estar en su vida y al revés —una alegría enorme para toda la familia— y, por fin, tiene un hogar en Barcelona, aunque todavía no lo ha estrenado. No es una mujer de prisas, quiere supervisar y no estarán terminadas hasta después del verano, porque las reformas van poco a poco: fontanería, carpintería, derribo de algunos tabiques para conseguir espacios más amplios y luminosos.
Ginebra, la ciudad en la que crecieron sus hijos y vivieron las horas más amargas, seguirá siendo una base para su trabajo —por eso mantiene su piso—, pero la vivienda de Barcelona, donde empezó su vida como madre, tras nacer Juan, será el hogar familiar, el nuevo lugar de arraigo para ella y sus cuatro hijos, lo más importante del mundo.
Whatsapp para seis
Pero doña Cristina e Iñaki Urdangarin no pueden estar más orgullosos, porque lo viven como padres y con un fallo unánime. Cuando se pregunta por los cuatro hermanos, la respuesta siempre es la misma: son extraordinarios, quieren a sus padres por igual. Juan, el mayor, trabaja en Londres, en la empresa de Alejandro Agag, y quiere dar el salto a la energía limpia: la categoría Extreme H. Pablo sigue con su carrera deportiva y estudia Sport Management, en Barcelona. Miguel continúa con su vida, en Madrid, e Irene es universitaria en Oxford. Todos separados, pero un whatsapp familiar (para los seis) en el que se habla de todo.
Las imágenes tomadas en momentos diferentes de sus vidas nos dicen que no pueden estar más unidos, se quieren muchísimo, tienen arraigo familiar y, a la vez, alas para volar con libertad… Y también nos cuentan que sus parejas han encajado a la perfección, en un clan en el que la infanta Cristina queda retratada como la 'suegra' ideal. La novia de Pablo, Johanna Zott, es una más de la familia —se ve en los besos y abrazos que intercambia con doña Cristina—; Olympia Beracasa ya era amiga de Miguel en Ginebra, y Juan Urquijo e Irene también se conocen desde niños.