Un año más, íntimos venidos de España, amigos de todas las nacionalidades, hijas y nietos se reunieron en Abu Dabi para disfrutar de un fin de semana cargado de emociones, magia, mucho flamenco y un fabuloso espectáculo de drones a orillas del Golfo Pérsico. El Rey Juan Carlos cumplía 87 años, y lo celebraba, rodeado de los suyos, en Abu Dabi -donde reside desde hace cuatro años-.
Allí también se encuentra su nieto Felipe de Marichalar, quien lleva una discreta vida entre estudios, trabajo y deporte. En una crónica, desde dentro, Laurence Debray, biógrafa del Rey Juan Carlos, nos cuenta cómo fue esta especial reunión y la emoción de don Juan Carlos, puesto que, para él, no existía mejor regalo que recibir la visita de su familia.
El preludio
Sábado, 4 de enero. Con el atardecer en Abu Dabi, van llegando poco a poco los invitados a un restaurante chino del Emirates Palace, el icónico hotel de la ciudad, para una cena muy informal. Drummond, el icónico mago, miembro de la prestigiosa familia británica de banqueros Money-Coutts, ameniza la velada con sus encantamientos -el mentalismo es su punto fuerte-. Las mesas disfrutan con sus trucos y se quedan boquiabiertas con su habilidad. Más tarde, al llegar la medianoche, llega el instante más deseado de todo cumpleaños: el momento de soplar las velas. Entra en escena un pastel individual con una vela clavada en medio y todos comienzan a cantar Cumpleaños Feliz, unos segundos muy emotivos, que solo eran el principio de un gran finde inolvidable.
La fiesta
Domingo, 5 de enero. Eran las 20:00 cuando todos los imprescindibles -entre los que se encontraban el embajador de Portugal y el de Estados Unidos- se reunieron para disfrutar de la segunda celebración del finde junto a la playa. Un espectáculo de flamenco abrió la velada y acto seguido, llego la gran sorpresa. Al ritmo de Paco de Lucía, 500 drones se desplegaron por el cielo como parte de un gran espectáculo de luz y color que conformaron figuras como la península ibérica, la bandera española, la corona, su fecha de nacimiento, el rostro del Rey de niño, algunos momentos icónicos de su vida y una frase: “Gracias, Su Majestad”, brillaba en el firmamento. Este fue el impresionante regalo de su amigo el jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyan.
Después llegó la segunda tarta. El homenajeado hizo los honores y la cortó. Finalmente, con la llegada de la medianoche Su Majestad se retiró, pero el resto de invitados siguieron festejando hasta altas horas de la madrugada, disfrutando de la gran velada que el anfitrión había preparado. Un gran final para un fin de semana de celebración de la amistad y de la vida donde, durante unos instantes, se acortaron los 5.000 kilómetros que le separan de España.