La infanta Elena en el mercadillo navideño Mapfre© FERNANDO JUNCO

Con motivo de su cumpleaños

La infanta Elena: descubrimos su lado más desconocido, por Laurence Debray, biógrafa del rey Juan Carlos

'No mucho. Recuerdo que de un día para otro mi niñera empezó a llamarme 'alteza', comenta la infanta sobre cómo cambió su vida tras la proclamación de su padre


18 de diciembre de 2024 - 7:04 CET

Nació en un palacio, cuando sus padres no ocupaban aún ningún cargo oficial. Don Juan Carlos no era entonces más que el descendiente del último Rey de España y no tenía la certeza de reinar. Su nacimiento iluminó la vida cotidiana de la Zarzuela. Su padre tenía entonces tiempo para dedicarle a su hija, quien despertaba en él mucha ternura y cariño. Siempre permanecerán muy unidos, muy solidarios, en los momentos de alegría y de pena. En las fotos familiares de la época, se ve a una niña guapa, bien peinada, perfectamente vestida, con una mirada decidida y traviesa. Este lado pícaro lo conserva todavía hoy.

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"Me impresiona su disciplina. No conoce la pereza ni el abandono. Es todoterreno y todo le parece interesante". Así es la infanta en palabras de Laurence

Su madre la acompaña a la escuela por la mañana y lleva la vida normal de una niña privilegiada, muy cercana a su hermana menor, Cristina, y a sus primas. Las vacaciones en Palma, donde toma clases de vela en el centro náutico; las estancias en Baqueira, donde esquía con sus padres bajo cualquier clima. Siempre se muestra sonriente, pero esta sonrisa esconde una verdadera fuerza de carácter. Su niñera autoritaria tiene dificultades para domarla. Cuando le pregunto qué cambió en su vida con la entronización de su padre: "No mucho. Recuerdo que de un día para otro mi niñera empezó a llamarme 'alteza". No se da cuenta del sentido del deber a toda prueba que tiene. Le parece normal, evidente y totalmente arraigado en ella. ¿Será el ejemplo de sus padres o es algo genético? "No tengo ganas" no era una frase que se podía pronunciar en la Zarzuela. Hoy me impresiona su disciplina. No conoce la pereza ni el abandono. Acude cada mañana a las oficinas de la Fundación Mapfre, donde está a cargo de todos los proyectos sociales, y va directamente a entrenar a las caballerizas cuando no tiene que acudir a una entrega de premios o a la ceremonia de alguna fundación benéfica. Su agenda siempre está llena. No sé cómo soporta este ritmo y, más aún, lo hace de buen humor, transformando una obligación en una satisfacción. Ella sabe que su simple presencia ayuda, pero no lo hace para atraer la atención mediática, lo hace por pura empatía y devoción. Estas últimas semanas, muy conmovida por la tragedia de Valencia, actuó profesionalmente: la Fundación Mapfre donó un millón de euros a los afectados por las inundaciones. Y en el plano personal, participó junto con su hija en una subasta de los capones de Cascajares destinada a la Casa Caridad Valencia. Está a la espera de poder ir allí. Debe pedir autorización a la Casa Real. Su vida transcurre al margen de la Zarzuela; vive en un apartamento en el centro de Madrid, pero sigue sujeta a los dictados de la Casa Real. Es una situación extraña, muy jerárquica y hermética. Tiene un pie dentro, por ser infanta de España y miembro de la familia del Rey por nacimiento, y un pie fuera, por estar excluida de la Casa Real y del organigrama oficial. ¿Imaginaba que un día su hermano la excluiría a ella, y a su hermana, del lugar donde creció? Fue como cortarla brutalmente de su destino. No sé si uno puede prepararse para un giro así después de décadas de representación oficial. Se mantiene discreta sobre este tema. No es del tipo que se queja. Habla de su hermano como 'el Rey', lo que sugiere que él es el jefe, absorbido por sus obligaciones en detrimento de aspectos más personales. El 12 de octubre, no es invitada a la tribuna oficial, así que decide estar en la calle, con las familias de la Guardia Civil. Lo encuentra alegre y caluroso.

La infanta Elena© Getty Images

Estilo clásico y español

De adolescente, estaba presente en todas las ceremonias de la Corona, vestida a la moda recargada típica de los años 80. Afortunadamente, hoy luce atuendos más elegantes, con un estilo a la vez clásico y español que le sienta de maravilla. Más aún porque tiene un cuerpo de atleta que genera envidia. Entonces debía asegurar las representaciones oficiales, pero supo desarrollar su propio espacio: la competición ecuestre. Su padre había sido un excelente jinete, pero Franco le pidió que dejara la competición; su abuela María de las Mercedes también fue una apasionada amazona. Montaba regularmente, pero fue con una prima Hannover con quien descubrió su pasión por el salto. Desde los 17 años, no lo ha abandonado. Aún hoy, entrena casi a diario. Su padre se preocupa y le pide que pare, pero ella persiste a pesar de las caídas, el dolor, la fatiga y la edad. Se aferra a la competición hípica porque, al final, es su único espacio de libertad, lejos de la Corona. La competición es cosa de familia: a su padre le gusta la competición náutica más que pasear en el mar; su hermano sigue participando en la Copa del Rey cada verano. Ella se ha dedicado a la competición hípica, todavía más porque adora a los animales. Tiene un pequeño perro de raza lakeland terrier; si ve un gato, consigue amansarlo. Tiene este don de ganarse la confianza de los animales con gran naturalidad.

© Europa Press
Doña Elena y su hermana, Cristina, durante una visita a su padre, el Rey Juan Carlos, en Abu Dabi
Con uno de sus caballos
© FERNANDO JUNCO
Colaborando en un mercadillo solidario, el pasado fin de semana

Amiga fiel y atenta

Doña Elena es la amiga que a todos nos gustaría tener en la vida, fiel y atenta. Siempre está presente cuando se la necesita, dispuesta a levantar los ánimos, recomendar buenas series, compartir recetas sanas y fáciles y ofrecer un recuerdo. No se ofende cuando extranjeros, que no la reconocen, la saludan de manera muy familiar. Es todoterreno y se adapta a todas las circunstancias: una tarde en el mar rodeada de navegantes, una cena oficial al lado de autoridades locales, una velada con profesores que espontáneamente le darán una clase de historia antigua. Todo le parece interesante y todo lo disfruta. Tiene el arte de transformar los contratiempos en risas. Es tan cálida que pone a todos a gusto. Puede comer una cena fría que debía estar caliente sin decir nada para no incomodar a la anfitriona. No dejará de ir a agradecer al servicio con tanta efusión como a sus anfitriones. Tiene la cortesía espontánea de las personas que mantienen los buenos modales y se toman el tiempo de enviar tarjetas de felicitación manuscritas, en lugar de una imagen por correo electrónico o WhatsApp.

© Getty Images
Con sus hijos, Victoria y Felipe
© SailingShots by Maria Muiña
En las regatas de Sanxenxo con su padre
© Photone
Del brazo de su madre, doña Sofía, en la boda de su prima Teodora de Grecia, el pasado verano, en Atenas

Cuenta las Navidades pasadas sin su padre. Esta vez, de nuevo, no estará con los suyos. Esta ausencia deja un vacío doloroso para ella. Intenta estar tan presente para su madre, a quien visita cada semana en la Zarzuela, como para su padre. Este año pasará la Navidad con su madre y el Año Nuevo con su padre. Nunca lo ha abandonado. La distancia no ayuda, pero nunca se pierde una competición náutica de su padre en Sanxenxo o en otro lugar y vuela a Abu Dabi, aunque sea solo por tres días, siempre que su trabajo y obligaciones se lo permiten. Además, su hijo también reside allí desde hace dos años. Sabe que él es feliz allí, que puede construir su vida lejos de la presión me­diática española. Cuando se reencuentran, los gestos de afecto son evidentes. La distancia no ha alterado el amor filial, todo lo contrario. También está muy orgullosa de su hija, de su trayectoria, de su independencia. El año pasado, estaba feliz de haber reunido a toda su familia para su cumpleaños número 60. Fue la primera vez en mucho tiempo que pudo estar rodeada de los suyo, al completo: su hermana, su hermano, sus padres, sus hijos, sus primos, sus sobrinos y sobrinas. Su familia dividida, que por ella, excepcionalmente, se reunió. Ese fue su regalo más hermoso. Este año lo celebrará con total discreción. Porque Doña Elena es una mujer discreta que irradia simpatía y empatía contra viento y marea.

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