Los nuevos retratos de don Felipe y doña Letizia ya forman parte de las grandes obras de la Colección del Banco de España. Las imágenes fueron tomadas por la célebre fotógrafa estadounidense Annie Leibovitz el pasado febrero y fue ella misma la que eligió el espacio: el Salón de Gasparini, una de las estancias más originales del Palacio Real de Madrid. El salón, concebido en origen por Carlos III para audiencias privadas, ha tenido varios usos con el paso del tiempo y ha sido testigo de la Historia de España. Ahora, gracias a la atmósfera única y la mirada característica de Leibovitz, vemos su apariencia transformada por el uso del espacio de la luz.
La composición en díptico de este retrato real muestra una secuencia en dos partes. A la izquierda, el rey Felipe VI viste el uniforme de gala y lo rodean todos los elementos del retrato clásico: el espejo, la mesa, una soberbia araña, el reloj El Pastor (que es una joya de Patrimonio Nacional y una forma de que el tiempo esté presente en el retrato), una puerta abierta con cortinajes. A la derecha, la reina Letizia entra en la cámara, inundada de luz natural, despojada de los atributos que señalarían su grandeza (la tiara real y la banda de Carlos III) y no se recurre a ningún elemento propio de los retratos de aparato. Es una combinación que, bajo el punto de vista del propio Banco de España, consigue calibrar en dos imágenes contundentes, pero próximas, regias, pero humanas y, por encima de todo, artísticamente interesantes e históricamente relevantes.
Mario Mateos, conservador del Palacio Real de Madrid, nos cuenta las curiosidades de un salón extremadamente delicado y muy bien conservado
El Salón de Gasparini, el espacio elegido, es una de obra de arte en sí, diseñado en estilo Rococó por Mattia Gasparini, pintor de origen veneciano que llegó de Nápoles con Carlos III cuando este se convirtió en rey de España en 1759. En el siglo XVIII en esta sala se vestía el rey delante de su corte y con el paso del tiempo ha tenido distintos usos, de esto y de otras curiosidades hablamos con Mario Mateos, conservador del Palacio Real de Madrid.
"A nivel técnico es una de las más complejas del Palacio Real de Madrid; tanto es así, que cuando Carlos III murió en 1788, solo estaban terminados el suelo de mármol y la bóveda, esta última decorada con relieves y figuras de yeso, imitando porcelana. El resto de elementos decorativos del conjunto de Gasparini -colgadura y mobiliario- se fue instalando de manera paulatina durante el siglo XIX. La colgadura, de raso bordado con sedas de colores e hilo de plata sobredorada, fue realizada en un taller dirigido por María Luisa Bergonzini, esposa de Mattia Gasparini. Se colocó en la sala durante el reinado de Fernando VII. El mobiliario, diseñado también por Gasparini y colocado en el Salón durante el reinado de Alfonso XII, fue ejecutado en el taller dirigido por el ebanista de origen alemán José Canops, quien fue llamado a la corte desde París. Nos encontramos ante uno de los conjuntos de asientos más originales en cuanto a su diseño y más ricos en cuanto a su técnica. Podemos destacar de estas piezas los reposabrazos en forma de S, los trabajos de maderas finas o maderas “de Yndias” -así llamadas en el siglo XVIII por llegar desde América- o la tapicería bordada a juego con la colgadura de la sala", nos cuenta Mateos.
"Todos los elementos responden a la moda de la chinoiserie, reinterpretada por Gasparini en un modo magistral que hace de este espacio uno de los más originales de todos los palacios europeos. Aves, peonías, figuras orientales y hojas carnosas cuajan cada centímetro de la sala", añade Mateos. "Este salón se encuentra en un excelente estado de conservación. Fue restaurado de forma integral en la década de los 90 del siglo XX, momento en que se intervino la colgadura pasando el bordado a un nuevo raso. En cualquier caso, se trata de una sala extremadamente delicada, debiendo vigilar factores como la luz, muy dañina para los elementos orgánicos, como las sedas de paredes y asientos", explica el conservador del Palacio Real de Madrid. "Los usos de esta sala han sido variados a lo largo de su historia. Desde Pieza de Vestir de Carlos III, a Cámara del rey Fernando VII. Actualmente, y durante las comidas y cenas de gala, sirve de sala de café, función que mantiene desde el reinado de Isabel II", explica.
"En la sala encontramos otros elementos destacables que no corresponden a la decoración ideada por Gasparini, como la lámpara, pieza francesa de época de Fernando VII, o el reloj El Pastor, del relojero suizo Jacquet-Droz, adquirido por Fernando VI", nos cuenta el conservador del Palacio Real de Madrid. En ese sentido, hay que señalar que no es casualidad que el reloj, una joya compleja con diversidad de autómatas adornando su caja, aparezca en el retrato de Felipe VI, ya que es el vehículo para que el tiempo vuelva a estar presente en la galería de retratos. "Una línea invisible vincula así a Leibovitz con el primer retratista del Banco: Francisco de Goya", explica el cartel que acompaña al retrato en la primera exposición en la que va a mostrarse al público, La Tiaranía de Cromos, comisariada por Yolanda Barros y que se podrá visitar en el Banco de España hasta el próximo marzo.