Leonor de Borbón volvió a Asturias, a la tierra de la Reina, para entregar los Premios Princesa de Asturias en una edición extraordinaria. Cumple 19 años (31 de octubre) y celebra una década como presidenta de honor de la fundación que lleva su nombre. Era una fecha importante y tenía que cerrar el año, doce meses espectaculares protagonizando momentos históricos como heredera al trono, abriendo otra etapa. El Ayuntamiento de Oviedo la nombró Alcaldesa Honoraria de la ciudad. El Principado le hizo entrega de la Medalla de Oro de Asturias y el Rey, que confía cada vez más en ella, le dio más responsabilidades. Su influencia es cada vez mayor en los premios, va consolidando su protagonismo en la vida institucional y sigue con su formación militar.
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Asturias es como una escuela flash para la princesa. Cada vez que pone un pie en Oviedo aprende muchísimo. No debe ser fácil para una joven de su edad estar en el foco internacional, pero Leonor sortea toda la expectación poniendo ilusión, corazón y dando muestra de su compromiso con España. Hace mucho que salió del cuento para abrazar la vida real… Y el fallo es unánime: gusta a todos y ha enamorado al mundo. Es una princesa "robacorazones". Cercana, muy madura, de gestos rotundos (allí donde no llegan las palabras), al quite de todo y sin perder la sonrisa. Los lazos de sangre y que se declare "asturiana de corazón" pueden tanto o más que siete siglos de historia. Cada vez son más los ciudadanos que quieren conocerla, escucharla (muchos con lágrimas de emoción), seguirla, porque en verdad se sienten ligados a ella. Y también confían en ella.
La princesa situó su momento vital, está "abandonando la adolescencia" y reafirmó sus raíces: "Llevo a Asturias en el corazón", es la "tierra de mi madre" y aquí "soy muy feliz"
Debut en solitario
Fuimos testigos de ello las vísperas de los premios, jueves 24 de octubre, cuando debutó en solitario, recibió nuevas distinciones y vivió un auténtico baño de masas. Y también al día siguiente, minutos antes de que empezara la ceremonia. Fue poner un pie en la calle y estallar la ciudad en aplausos, además de recibir unánimemente un diez por su estilismo. Frente al vestido superfemenino de la Reina, con escote asimétrico y un llamativo volante XL, la princesa optó por un traje de pantalón, chaqueta y chaleco. Una elección muy actual, masculina, profesional y poderosa, que subió de nivel con el moño esculpido de bailarina que se hizo y las joyas de la Reina. En concreto, los pendientes 'espolín' de la joyería Yanes que recibió por su boda con don Felipe.
El Rey no puede confiar más en su hija: le cedió la responsabilidad de elogiar a los galardonados, convocar los premios del próximo año y de destacar lo mejor de los pueblos ejemplares de Asturias
No llevó bolso y combinó el conjunto con unos zapatos negros de corte en 'V' (de la victoria), con la leyenda Lo que ves es lo que soy, de Pinkchic. El mismo modelo, en metalizado, que eligió Sofía, que se va atreviendo con un tacón mini. Realmente no lo necesita, posiblemente sea la infanta de España más alta de la historia.
Toque dorado para un príncipe de Gales
En la misma línea estilística de su hermana, la hija pequeña de los Reyes optó por el estilismo sastre: un pantalón palazzo y un top negro, dando toda la importancia a su chaqueta XL con estampado príncipe de Gales, en un guiño, quizá, al país donde estudia. Aunque con un plus: toque dorado brillante de hilo metalizado y doble botonadura.
Eran las 18:30 horas cuando los Reyes, sus hijas y la Reina doña Sofía llegaron al teatro Campoamor… Aplausos, música de la Real Banda de Gaitas Ciudad de Oviedo y, minutos después, la ovación de 1.300 invitados, que los acompañó hasta el escenario. Ochenta metros de alfombra azul en los que, a la altura de la fila seis, volvieron a hacer una parada de tres segundos. La Familia Real buscó la mano (y la sonrisa) de Paloma Rocasolano y, después, mientras seguían su camino hacia la mesa presidencial, alzaron la mirada y saludaron hacia el palco real, donde, un año más, ocupaba su lugar doña Sofía. No ha faltado a estos premios desde 1981 —solo un año, porque tenía gripe— y se la vio realmente emocionada tras ser recibida por el público en pie y con aplausos interminables.
"¿Puede la poesía salvar al mundo?"
Sonó entonces el Himno Nacional, declaró Felipe VI abierto el acto de entrega de los premios y tomó la palabra la presidenta de la Fundación Princesa de Asturias, Ana Isabel Fernández Álvarez, seguida de Ana Blandiana y de Michael Ignatieff, premios Princesa de Asturias de las Letras y de Ciencias Sociales. "Me alegra poder afirmar en una sala llena de españoles la importancia de Unamuno en mi vida. Me duele España, me duele Rumanía, me duele el mundo", dijo Blandiana, autora de culto en toda Europa y una de las voces más críticas contra la dictadura de Ceaucescu. "¿Puede la poesía salvar al mundo?... Cuando en la poesía se escondían las últimas moléculas de libertad, la gente, asfixiada por la represión, las buscaba, las encontraba y las respiraba para sobrevivir. La poesía es capaz de construir otra realidad en la que podemos salvarnos… El Premio Princesa de Asturias es diferente de cualquier otro premio otorgado a la poesía porque en su definición combina el misterio de la poesía y el misterio de la realeza…".
Lágrimas y manos al corazón
Los primeros en recoger el galardón (Cooperación Internacional) fueron los representantes de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), por desarrollar anualmente proyectos que ayudan a doce millones de personas. Les siguió Ana Blandiana (Letras) y los científicos Daniel J. Drucker, Jeffrey M. Friedman, Joel F. Habener, Jens Juul Holst y Svetlana Mojsov (Investigación Científica y Técnica), que han establecido las bases endocrinas de la diabetes y la obesidad. Y después, entre un estallido de aplausos, subió al escenario Carolina Marín (Deportes) con un vestido joya destellante. Se esfumó el sueño del oro en París, tras sufrir una lesión, pero el público del Campoamor le brindó una de las grandes ovaciones de la noche. La mejor jugadora de la historia del bádminton en España y una de las mejores del mundo se llevó las manos al corazón, mientras su madre, Toñi, arrancaba a llorar.
"Ella dice eso de que 'puedo porque pienso que puedo'"
Como diría minutos después la princesa de Asturias, "lo más relevante es que el valor no está solo en las medallas —incluso de oro—, sino que es la actitud ante la adversidad y ante el triunfo lo que define a una gran deportista. Ella dice eso de que “puedo porque pienso que puedo”. Y les aseguro que, para quienes estamos a punto de abandonar la adolescencia, son palabras muy valiosas".
Todos vivieron un momento apoteósico y, después, la heredera al trono continuó entregando los galardones. Al académico y ensayista canadiense Michael Ignatieff (Ciencias Sociales), gran defensor de los valores y derechos humanos fundamentales y universales. Y a la historietista, directora de cine y pintora de origen iraní Marjane Satrapi (Comunicación y Humanidades). Otra voz esencial para la defensa de los derechos humanos y la libertad, que nos dejó una gran frase: "Más importante que memorizar textos es enseñar a nuestros hijos ética, civismo, compasión y bondad". A Magnum Photos (Concordia), agencia fundada en 1947 por cuatro fotógrafos pioneros: Robert Capa, Henri Cartier-Bresson, George Rodger y David "Chim" Seymour, y a Joan Manuel Serrat, que cerró el turno de los discursos con una intervención que levantó al teatro y emocionó hasta las lágrimas a sus seres queridos. Su mujer, Candela; sus hijas, y sus amigos Víctor Manuel y Ana Belén.
"Quiero dejar el recuerdo de un buen hombre"
Primero con sus palabras: "Soy un hombre partidario de la vida. Prefiero los caminos a las fronteras, la razón a la fuerza y el instinto a la urbanidad… Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o no lo son… Tal vez por eso no me gusta el mundo en que vivimos, hostil, contaminado e insolidario… No me conformo al ver los sueños varados en la otra orilla del río. ¿Cuándo llegará el tiempo de vendimiar los sueños? Me pregunto de mala gana, al ver partir a los amigos sin cosechar… Quiero dejar el recuerdo de un buen hombre, justo y agradecido".
Leonor es una pionera real, abre camino a las princesas de su generación llamadas a ser reinas y marca cada vez más la diferencia: hay otra forma de 'reinar' para las mujeres del siglo XXI
Y por eso, concluyó dando las gracias a sus maestros, compañeros, amigos… y, sobre todo, "a mi mujer, por haberme permitido compartir la vida con ella. Gracias a mis padres, que me la dieron, y a mis hijos y a mis nietos, que son mi mayor orgullo". Y tras las palabras vino la música, un regalo y una sorpresa. Joan Manuel actuando en público en España tras su retiro. Cantando Esas pequeñas cosas, del disco Mediterráneo (1971), acompañado de Úrsula Amargós a la viola.
"Celebrar la mejor versión de la vida"
Y llegó entonces el turno de la princesa. Sexta intervención y la primera tras alcanzar su mayoría de edad. Los premios de la primera 'transición'. Recordó su década como "presidenta de honor de la Fundación Princesa de Asturias, tras la proclamación de mi padre como Rey de España"; incluyó a su hermana, la infanta Sofía, para señalar que han recorrido juntas el camino (de valores), y dio las gracias a todos los que hacen posible estos premios para «reunirnos en Oviedo y celebrar la mejor versión de la vida». Y volvió a reafirmar sus raíces: "Es la tierra de mi familia materna. Es una tierra en la que soy muy feliz", hilando con el discurso que había dado, horas antes, en la biblioteca de la Universidad de Oviedo, donde recibió la Medalla de Oro del Principado.
El tren de la esperanza
Y, después, abrió paso a una intervención en la que animó a seguir soñando con un mundo más justo, más sabio y lleno de esperanza. La palabra clave de una noche inolvidable que comenzó recitando un verso de la canción «Els veremadors« («Los vendimiadores»), que escribió Joan Manuel Serrat hace 60 años. En torno a septiembre, antes de que llegue el frío, compran su billete para el tren de la esperanza. "Lo cito ahora porque me gusta pensar que las personas extraordinarias que hoy os sentáis en este escenario ofrecéis con vuestra obra, que hoy premiamos, la emoción contraria al escepticismo o al desánimo: la emoción de la esperanza". "Es el sentimiento que nos muestra que las cosas pueden mejorar, que siempre hay una grieta por donde entra la luz. Esa es la esperanza que nos contagian nuestros galardonados, mujeres y hombres que conjugan en su vida el esfuerzo, la dedicación y la excelencia".
Canciones y letras
La princesa detalló a continuación la trayectoria de cada uno de los premiados en el teatro Campoamor, introduciendo en cada párrafo la palabra esperanza… Y, finalizando ya su discurso, 'regresó' a Joan Manuel Serrat, que tuvo que vencer las lágrimas al escucharla. "Porque este músico y poeta del Poble Sec es mucho más que un referente artístico para varias generaciones, a las que ha hecho felices. También ha mostrado su compromiso con la democracia y la tolerancia. He escuchado estos días muchas canciones suyas. Y he leído con atención sus letras. Serrat se declara partidario de vivir porque, de vez en cuando, la vida afina con el pincel, se nos eriza la piel y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla". "Ojalá todos, hoy, aquí, desde el teatro Campoamor, encontremos motivos y oportunidades y compremos ese billete para el tren de la esperanza. Y claro, ya saben, pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana, también".
El rey siempre la coge de la mano: "Papá"
Leonor regresó a su sitio buscando, una vez más, la mirada de aprobación de la Reina, que tanto la ayuda con sus discursos, y de Felipe VI: "Papá…", y se encontró con sus aplausos, que se sumaron a los de todos los invitados; la mirada de orgullo, y el gesto que nunca falta: el Rey siempre la coge de la mano. Un padre orgulloso, nostálgico e 'ntimista', como veríamos también minutos después. La princesa aprende al tiempo que nosotros la vemos crecer y asume el 'mando' en Oviedo con el aplauso del Rey. Lo contó Su Majestad segundos después, cuando tomó la palabra para darnos la primera sorpresa de la noche: "A lo largo de estas más de cuatro décadas —los últimos 20 años, junto a la Reina, y más recientemente, también con la princesa Leonor y la infanta Sofía—, he tenido el honor y la responsabilidad de elogiar a los galardonados en esta ceremonia. Por eso, permítanme que comparta con ustedes un pensamiento íntimo: entenderán que les diga que veo con emoción —de Rey y de padre— que Leonor, como presidenta de honor que es de la fundación, se encargue de hacerlo a partir de ahora, como acabamos de ver hace un instante".
Felipe VI viaja en el tiempo
Nostálgico y emocionado, Felipe VI hizo un viaje por el tiempo hasta los 13 años; recordó a los hombres y mujeres extraordinarios que ha conocido en estas más de cuatro décadas (43 años); puso en valor lo que supuso haber ido creciendo ("en todos los sentidos") junto a ellos y "recibiendo cada año la guía y ejemplo de sus vidas y obras", y avanzó a sus hijas que será igual para ellas. Y, después, felicitó a los premiados por su impacto en la sociedad y habló de la deshumanización frente a la persona, a la dignidad de cualquier ser humano, "de la negación del otro por sus convicciones o creencias, porque piensa, reza o vota distinto".
La princesa abrazó la esperanza y el Rey reivindicó a la persona con un discurso humanista con el que cerró una etapa e inauguró otro principio. Desde este año, comparte el peso de la ceremonia con Leonor, una princesa que se ha ganado toda su confianza, sigue asumiendo responsabilidades y marcando una distancia enorme con otras futuras reinas.
Recuerdos de su infancia
Felipe VI seguirá presidiendo el acto, pero ya no recaerá en él todo el peso. Leonor tienen nuevos cometidos en Oviedo. El año pasado sumó frases personales de los premiados a la laudatios que hizo el monarca, pero este año tuvo que asumir el discurso más largo. Asimismo, también quedó en sus manos despedir y convocar los siguientes galardones: los Premios Princesa de Asturias 2025, en la que será la 45ª edición. Pero la heredera había venido preparada. Haciendo un paréntesis en su formación militar, tuvo dos días de margen para repasar todo el programa en casa con la Reina y con su hermana, la infanta Sofía, que adelantó sus vacaciones para estar a su lado en otro momento muy importante. Tres días sin respiro en los que la princesa recordó y reivindicó que tiene sangre asturiana y que lleva "a Asturias en mi corazón". "Y eso no solo imprime carácter: es un orgullo y una alegría".
Y dejó clarísimo, también, en su primer discurso, que agradece muchísimo que los vecinos "la arropen", cómo "me hacéis sentir acogida" y cómo algunos aplausos son "como un abrazo". Y no solo eso, la heredera al trono también nos trasladó por primera vez detalles de su infancia y lo que vivió durante las escapadas familiares secretas que hacían a Asturias. "Mi familia asturiana es muy asturianona, ya me entienden, y pude desde bien pequeñina conocer los bosques de oriente y dar paseos largos entre aquellos carbayos y castaños que ya forman parte de mi infancia". Una confesión a la que añadió que su bisabuela Menchu Álvarez del Valle "nos contaba a Sofía y a mí cómo era la Asturias en la que vivió y formó su familia" y cuánto le gustan los oricios.
Con las gentes de la montaña
La noche de los premios terminó en el hotel Reconquista, donde hubo una cena y una recepción y otra oleada de saludos y selfis antes de que la Familia Real se retirara. Al día siguiente, tenían que madrugar para reunirse con las gentes de la montaña y entregar a Sotres el título de Pueblo Ejemplar de Asturias.
Y fueron horas de no respiro a 1.050 metros de altitud … Pero, también, un tiempo precioso para los Reyes, la princesa y Sofía, que siguen descubriendo las maravillas de la tierra de su madre en un recorrido por la tradición y el pasado, con el futuro muy presente. Una mañana en la que el sol se abrió paso y fuimos testigos de nuevo de la maravillosa relación que tienen el Rey y la heredera, que no puede estar más pendiente de su padre. Da igual el escenario. En palacio, en una entrega de premios, en actos castrenses, en el campo, en las montañas, su conexión es total y su complicidad, también. Entrañable la imagen de la princesa cogiendo el brazo de Felipe VI mientras contemplaban juntos el paisaje, o adelantando el paso para caminar a su lado, momento en el que vimos cómo el Rey le daba la mano, mientras la Reina y la infanta Sofía se paraban a hacerse fotos y hablar con las vecinas de esta localidad cabraliega, que es una de las más altas del principado. Un pueblo espectacular situado en la Reserva de la Biosfera (Unesco), flanqueada por las colosales cumbres de los Picos de Europa.
Cinco niños, 108 vecinos
Sus habitantes estuvieron aislados durante siglos —hasta 1981, no llegó la luz eléctrica—, pero nada impidió que pudieran seguir adelante con sus vidas, defendiendo su trabajo y su identidad. Y hoy, sus 108 vecinos se han convertido en referentes de una «actividad tradicional de base ganadera extensiva y sostenible, complementada con una industria agroalimentaria y joven», como es la elaboración de queso de Cabrales, sin olvidar la explotación de sus atractivos turísticos, y reclamando, como dijo el alcalde de Cabrales, José Sánchez: "Mejorar las telecomunicaciones para disfrutar de las mismas oportunidades".
La familia empezó la visita junto a los guías de alta montaña que los acompañaron hasta el mirador de Sotres, situado en la sierra Amor, desde donde contemplaron impresionantes paisajes. Seguidamente, conocieron a un grupo de pastores, que les explicaron el sistema de geolocalización con el que conocen la ubicación exacta de los rebaños, y les regalaron un cencerro. Y también descubrieron el pasado minero en una exposición de este pueblo cabraliego.
La Familia Real 'tocó el cielo' en Sotres, el pueblo más alto y ejemplar 2024: de la mejor imagen en el mirador de la Sierra del Amor al trozo de queso que Leonor se llevó para sus compañeros de Marín
A su paso por la iglesia, abrazaron a los mayores, y en el parque, conversaron con los padres de los únicos cinco niños del pueblo: Jaya, Alejandro, David, Andrés y Bruno. Y, después, tras inaugurar la placa conmemorativa, visitaron el bar tienda Casa la Gallega. Allí, la propietaria, Ana Moradiellos, les mostró una foto de la cacería en la que aparece su bisabuelo y Alfonso XIII, "cerrando un círculo que se abrió hace 144 años".
La Familia Real continuó su recorrido llegando a la zona El Jugu, donde se celebró el acto entrega del Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias 2024. Tras la intervención del alcalde de Cabrales, Leonor hizo entrega del galardón, que recibieron los niños Alejandro, David y Jaya. Y, a continuación, tomó la palabra Jessica López, la vocal de la Asociación de Vecinos, que lamentó que "la vida rural esté desapareciendo. Estamos en peligro de extinción". Felipe VI, que es el tercer Rey de España que se ha adentrado en este rincón del corazón de los Picos de Europa —en 1881, Alfonso XII también participó en una cacería de rebecos—, empezó su discurso diciendo: "El viaje hasta aquí no ha sido tan fácil, sobre todo desde Poncebos, pero sin duda ha merecido la pena", comentó riéndose: "Más difícil lo tuvieron mi bisabuelo y mi tatarabuelo cuando vinieron".
"Querida Leonor, tuya es la palabra"
Para entonces, Felipe VI ya había dado otra sorpresa. Por primera vez tomaba la palabra antes que la princesa Leonor. El Rey siempre cierra el turno de discursos, pero ya no será así en Asturias. En Sotres, don Felipe también pasó el testigo a Leonor: "Porque, al igual que sucedió anoche en el Campoamor, será ella —la princesa—, como presidenta de honor que es de la fundación, quien se encargue a partir de ahora de destacar lo mejor de los pueblos ejemplares de nuestras querida Asturias y de felicitaros oficialmente. Querida Leonor, tuya es la palabra...".
Y la tomó Leonor, con la sonrisa de siempre, destacando que Sotres es "un lugar precioso en el corazón de un parque natural y espacio protegido" y que "vosotros, los vecinos, sois un ejemplo por vuestra capacidad para cuidar las tradiciones y para innovar. Y no es fácil. Gracias por ser tan cariñosos y acogernos con tanta alegría". Y, en un momento de total espontaneidad, refiriéndose al queso de Cabrales, añadió que: "Estoy deseando ir a la espicha (reunión festiva asturiana) para probar un trozo y llevarlo para que lo prueben los compañeros en Marín".
"Es la segunda vez que mi hermana y yo venimos al Concejo de Cabrales. Y nos vamos, de nuevo, deslumbradas y admiradas por vuestro ejemplo. Siempre lo digo: nos gustaría volver y compartir con todos vosotros unos días, ya que nos hemos quedado con ganas de mucho más. ¡Gracias!". Uniéndose a todos los vecinos, la Familia Real cantó el Himno de Asturias y después, visitaron la cueva de Jorcadiellu para ver cómo se cura el queso de Cabrales. Y Leonor no se olvidó de meter en la bolsa el trozo de queso que había «prometido» a sus compañeros de Marín.
Empezaron maravillados de la naturaleza y terminaron disfrutando de la gastronomía, compartiendo un almuerzo de campo con los vecinos, antes de poner rumbo a Madrid, donde Sofía empezó a disfrutar de sus vacaciones de otoño, mientras que la princesa Leonor volvía a hacer la maleta regresaba para seguir con su formación en Marín.