Como la Reina Victoria Eugenia, llegado el momento de la proclamación de Felipe VI, doña Sofía también firmó un documento para regir el destino de las joyas de pasar. De Reina a Reina. Incluyendo, además, las que están ligadas a la dinastía de los borbones, como la tiara floral, la diadema de conchas de La Chata o “la rusa” de la reina María Cristina. Las grandes tiaras y las piezas más representativas como el collar de perlas rusas, el de chatones o el de las pulseras gemelas, están ahora en manos de doña Letizia, pero falta por repartir la otra gran colección, la más personal. La que pasa de madres a hijas y a nietas. Así lo hizo también la reina Federica con ella y la princesa Irene.
Las joyas “sentimentales” tienen su propio destino y, según ha podido saber ¡HOLA!, doña Sofía quiere hacer el reparto en vida teniendo en cuenta los momentos en los que decidió usarlas o las eligieron sus hijas, las infantas Elena y Cristina. Es una forma de ligarlas a la historia familiar : bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños.
A las piezas heredadas, se suman los regalos de don Juan Carlos en el inicio del reinado, los obsequios personales y las que fue comprando ella misma a lo largo de décadas porque a doña Sofía siempre le gustaron las joyas , especialmente las perlas, los diamantes y los rubíes, aunque también las piedras semipreciosas -amatistas, turquesas, topacios- y de fantasía. Destacando, especialmente, los “ojitos” protectores que compra en una joyería cercana a la Acrópolis y lleva en sus collares y pulseras. Antes se los regalaba a su familia, pero como no se los ponen, ha desistido y se los compra para ella.
Doña Sofía repartirá su legado entre Felipe VI -la reina Letizia en viajes como este último que ha hecho a Dinamarca nos va dejando pistas de cuáles podrían ser esas joyas-; sus hijas y sus nietos. Don Juan Carlos les ha regalado a todos un reloj cuando han cumplido los 18 años; y doña Sofía una pieza de su colección personal. La primera fue para Victoria Federica cuando cumplió los 18 años, la segunda para Irene Urdangarin y, la última para Leonor.
Pero no sólo para sus nietas, también incluirá a sus nietos para que puedan tener algo suyo que a su vez pueda ser usado por sus esposas (cuando se casen) y sus descendientes.
La conclusión es que habrá un lote de alhajas para cada hijo… y estas, las que les mostramos, están entre las más valiosas del joyero que entrará en el reparto.
Joyas para la Princesa Leonor
La tiara prusiana perteneció a la princesa Victoria Luisa (Sissy), abuela materna de la reina doña Sofía; y fue un regalo de su padre, el Kaiser Guillermo II, último emperador alemán, cuando se casó con Ernesto Augusto III, duque de Brunswick y heredero de la cada Hannover en 1913. 25 años después, en 1937, Victoria Luisa se la entregó a su hija Federica cuando contrajo matrimonio con Pablo de Grecia, y esta, a su vez, se la dio en herencia a la entonces princesa Sofía, con motivo de su boda, el 14 de mayo de 1962, aunque ya la había usado para su puesta de largo. Cuarenta y dos años después, doña Letizia, también la rescataba para casarse con Felipe de Borbón.
La diadema se reservó para la bodade la princesa de Asturias, ahora Reina de España -no la usaron ni doña Elena ni doña Cristina- y, de seguirse la tradición, podría aspirar de nuevo al título de diadema nupcial cuando se case la princesa Leonor. Tiene todo el sentido por lo tanto que la tiara pase a manos del Rey para que siga ligada a la Familia Real y no a la familia de Felipe VI.
El destino parece claro para esta pieza de platino y diamantes, pero no tanto para la gargantilla y los pendientes - inspirados en la gota orlada de brillantes, que adorna el centro de la tiara-, que también forman parte del lote nupcial de doña Sofía.
La historia de su anillo de compromiso, su joya preferida
Si doña Sofía tuviera que elegir una sola pieza de toda su colección seguramente se quedaría con su anillo de compromiso. Así lo apunta a ¡Hola! una amiga suya: “resume los tiempos felices y nunca se separa de él”. Es sencillo: un aro de oro con dos rubíes unidos por un diamante talla baguette, pero con mucha historia. Y, además contada por don Juan Carlos en El Precio del Trono : “… tenía a Sofi enfurruñada y me fui a un joyero, allí en Lausana. Le entregué varias piezas de oro, un par de rubíes y algunos brillantes de una botonadura de mi padre, y le encargué una sortija. Luego, 12 de septiembre (1961), en el Beau Rivage, me fui a donde estaban Sofía y todos los demás. Saqué del bolsillo de la chaqueta una cajita y la lancé por el aire... ‘Sofi, ¡cógelo!’. Ella alzó los brazos y la alcanzó al vuelo. Era un estuche de joyería. Dentro, la sortija de pedida. Se sorprendió, claro, pero... yo soy así, patallana”.
La otra joya de la que doña Sofía no se ha separado nunca es el pendentif que heredó de su madre, la Reina Federica. Es una de las que más ha usado tanto como reina en ejercicio, como en los últimos años, tras la abdicación del Rey Juan Carlos. De hecho, lo eligió para la proclamación de Felipe VI. Lo lleva normalmente con un collar de perlas que hace destacar más al rubí cabujón -una de las tallas más antiguas, sin facetas (pulido) para acentuar el color- coronado con una media flor y montado con dos hileras de diamantes engastados en platino.
Los rubíes que nunca ha prestado ni a sus hijas ni a doña Letizia
Entre la colección de rubíes destaca el aderezo de Niarchos, que nunca ha prestado ni a sus hijas ni a doña Letizia. Es de Van Cleef & Arpels con 36 rubíes cabujón de Birmania y diamantes de en talla brillante y baguette; y se complementa con pendientes, pulsera y anillo. Fue un regalo del armador griego Stavros con motivo de su boda. Lo ha llevado desde el inicio del reinado, cuando don Juan Carlos fue proclamado, hasta este mismo año, en la boda del príncipe Hussein de Jordania. El Sautoir puede ser usado como collar largo, de doble vuelta, o como gargantilla y como diadema de una o dos hileras.
Pero, en el lote de los rubíes que llegaron de Grecia, doña Sofía también tiene los broches gemelos de rubíes y diamantes; los pendientes art-decó, que doña Letizia estrenó cuando se presentó en Dinamarca como futura princesa de Asturias. Sin olvidar el conjunto de gargantillas y los pendientes de la paloma con corona, rescatados por doña Letizia de su joyero, que se cree fueron un regalo de la familia real de Arabia Saudí.
Sus zafiros
Colección de esmeraldas
Gargantillas de diamantes
Los pendientes de perlas
La reina Letizia pone el foco en sus zafiros
Doña Sofía tiene una impresionante colección de zafiros que no se han visto mucho y que, por el modo de usarlos, alternando piezas, no ha llamado demasiado la atención, hasta que doña Letizia ha puesto el foco en ellos. Figuran, por un lado, los que tiene desde que era una princesa como el broche cometa -lo llevó en el bautizo Felipe VI-, con un gran zafiro cabujón, y la cola con hilos de oro adornados con gotas de diamantes y turquesas.
O el broche con un zafiro cabujón orlado de diamantes, que ya llevaba antes de anunciar su compromiso con don Juan Carlos. Y por otro, el collar de diamantes y zafiros que podría convertirse en tiara, complementado con pulseras, broches, anillos y varios juegos de pendientes. Los más importantes, los que llevó doña Letizia en Gran Bretaña en su visita de Estado, y los que estrenó en Copenhague: Un hilo de tres grandes zafiros -de menor a mayor tamaño- colgando dentro de tres aros que recuerdan a la forma de un corazón.
… Y en sus esmeraldas
Doña Sofía también tiene un buen lote de esmeraldas -sin tiara-, destacando el aderezo que recibió como regalo cuando don Juan Carlos llegó al trono en 1975, que eligió para la boda de su hijo Don Felipe y para la fiesta celebrada en la víspera de la boda de la infanta Elena. Lo forman un collar de 20 esmeraldas tejido con diamantes del que cuelgan cuatro más en forma de lágrima en forma de lágrima y unos pendientes de lazo e hilo de diamantes del que cuelga una esmeralda orlada también de diamantes.
Doña Letizia estrenó el conjunto en 2006, en la primera cena de gala a la que asistió tras el nacimiento de la princesa Leonor. Le gustan los pendientes y los ha llevado en varias ocasiones -la última en el reciente viaje de Estado a Dinamarca-, aunque no la hemos vuelto a ver con la gargantilla.
El cofre de las mil maravillas
Doña Sofía atesora, además, un número incontable de piezas sueltas que lo abarcan todo. Gargantillas de diamantes y piedras semipreciosas; decenas de clips, alfileres y broches -florales y animalia, entre ellos, mariposas y libélulas- siendo el más representativo el de la flor de lis que le entregó la reina Federica. Pulseras, destacando las cuatro, que heredó también de su madre, con diamantes, zafiros, rubíes y esmeraldas en los extremos. Pendientes de diamantes -entre ellos los olvidados de “pluma” que rescató doña Letizia y fueron un regalo del Sultán de Omán en la década de los ochenta… Y los de perlas. De hecho, si tuviéramos que hablar de perlas -siempre le gustaron mucho- más allá de los diferentes collares y los pendentif, habría que destacar los que le han acompañado a lo largo de su vida. Son preciosos -la reina Federica tenía unos iguales o muy parecidos- y muy sencillos destacando la “gota” que cuelga del hilo de diamantes. Los llevó en la proclamación de don Juan Carlos, en 1975 y para los últimos retratos oficiales en el palacio real. También fueron los elegidos por la infanta Elena para su boda con Jaime de Marichalar, en 1995… Y otra de las joyas a las que no se ha podido resistir doña Letizia.