La Reina doña Sofía cumplió 85 años el 2 de noviembre. Lo celebró como le gusta, en familia y con sus amigos íntimos, aunque no con la misma alegría. La muerte de su hermano, el Rey Constantino, el pasado 10 de enero, fue un mazazo del que todavía no se ha recuperado. Era su querido hermano pequeño y lo sigue llorando en silencio.
No ha sido su mejor cumpleaños, pero sí muy especial, y empezó con el regalo de la recepción que ofrecieron los Reyes con motivo de la mayoría de edad de la princesa Leonor. Con la princesa heredera como nexo, volvía a estar rodeada de familia y de amigos. De hecho, la infanta Cristina; Irene Urdangarín, que tenía a la infanta Sofía en palacio para hacer pandilla, y su querida cuñada la Reina Ana María, alargarían su estancia para estar con ella en su aniversario. Todos juntos, aunque pesando la ausencia del Rey don Juan Carlos en otra fecha importante.
Va cumpliendo el deseo de ver a su familia más unida y quiere dejar su herencia y su legado ordenado en vida, incluyendo el futuro de la Fundación Reina Sofía
Para construir este retrato íntimo, ¡HOLA! ha vuelto a hablar con su entorno, su círculo de amigos. Todos ellos, al igual que cuando nos acercamos a la mujer y a la Reina en un amplio reportaje publicado hace dos años, coinciden en que no es infeliz, que se va cumpliendo el deseo de ver a su familia más unida, que quiere dejar su herencia y su legado ordenado en vida, incluyendo su fundación, y que no se jubilará hasta que le fallen las fuerzas.
“No me duele nada”
Y de momento tiene una salud de hierro. Ni una sola hospitalización desde que nació Felipe VI. “Estoy bien, encantada; no me duele nada”, suele decir a la prensa blandiendo su lema: “Uno nunca se jubila de la actitud”, mientras, llena de vitalidad, tira hacia adelante entre ideales todavía por cumplir. Por la institución, cuando Su Majestad se lo pide, por hacer familia y por su proyecto de vida que es ayudar a otros, a su país. Una dedicación que los españoles valoran mucho. De ahí el aprecio que se ve reflejado en los resultados de la encuesta que publicamos en este mismo número. Sus amigos, usando el eslogan de la cerveza, la llaman “la San Miguel”, porque, dicen, “por donde va triunfa”. Sentirse querida, que la aprecien, valoren su trabajo y su rectitud y crean que solo ha querido hacer el bien , es el gran regalo de su vida. Asimismo, sentir que el cariño hacia ella, que es una “española al cien por cien”, haya ido a más con el paso del tiempo le produce un sentimiento de enorme gratitud. Del “¡griega, fuera de aquí!” que tuvo que escuchar cuando llegó a Madrid, hace 60 años, a las ovaciones hasta en los pueblos menos monárquicos.
Nostalgia
Doña Sofía es de vivir muy en el presente, pero añora y recuerda con mucho cariño los años del principio del reinado. Esa época tan feliz en la que todo estaba en construcción, familia y democracia, y en la que ella y don Juan Carlos tenían una relación extraordinaria, nos cuenta su entorno. “Tuvieron una gran historia de amor , por mucho que se empeñen en decir lo contrario. Don Juan Carlos fue el amor de su vida, el padre de sus hijos, y después llegó otra etapa. Y no es que tragara con todo, es que estaba casada con el Rey de España. Ahora es un gran amigo al que tiene mucho cariño, pero nunca se quitará la alianza de casada”, según nos dice una amiga cercana. Como compañera de vida, a doña Sofía le preocupa la soledad en la que él vive en Abu Dabi y le gustaría poder escribir otro final para los dos —el de acompañarse en los últimos años—, pero acepta que no está en su mano cambiar lo que ha pasado.
El Rey don Juan Carlos es ahora “un gran amigo al que tiene mucho cariño, pero nunca se quitará la alianza de casada”
Sus hijos, más unidos
El mejor regalo que ha recibido en los últimos años es que la infanta Cristina y Felipe VI hayan acercado posiciones, que los tres hermanos estén ahora más unidos. Doña Sofía se desvive por los suyos y esta última década no ha sido fácil. Cuando el caso Nóos partió a la familia —la Real y la del Rey— en dos y se llevó por delante a la infanta Elena para no hacer tantas distinciones con su hermana, la Reina doña Sofía apostó por la institución y, después, tras la abdicación de don Juan Carlos, por su hijo, Felipe VI. El Rey fue su elección y, aunque apoyó a la familia Urdangarin tras estallar el escándalo, como antes estuvo al lado de Elena en su divorcio, las dos tomaron distancia y se unieron más entre ellas. Por un tiempo fue así, pero ya no lo es. Doña Elena y doña Cristina quieren muchísimo a su madre, y al revés. La duquesa de Lugo almuerza con doña Sofía todas las semanas —al menos una vez— y doña Cristina la llama casi a diario y en cuanto puede también da el salto a Madrid. A doña Sofía no le gustan los conflictos ni las peleas y ahora está mucho más en paz. Incluso podría decirse que tiene una relación muy correcta con sus exyernos. No los juzga como maridos, piensa en ellos como los padres de seis de sus ocho nietos y siempre hay un gesto o una buena palabra hacia a ellos. Y, por supuesto, nunca se olvida de felicitarlos en Navidad o por sus cumpleaños.
Leonor la adora
Cuando eran pequeños, diseñaba planes de aventura, escapadas al cine o visitas al zoo… Y, después, estuvo ahí de manera incondicional cuando llegaron los tiempos difíciles. Ahora, son ellos los protectores y los que tienen ansia de ir a pasar una tarde con ella. Y se lo pasan genial, porque doña Sofía también es una abuelaza que repite a todas horas que son su luz y los quiere a todos por igual, aunque se le cae la baba con la princesa Leonor. Ella llevará un día la corona por la que tanto ha trabajado. Le maravilla ver su naturalidad y le da un valor enorme a la valentía con la que asume sus discursos, porque, en su caso, nunca pudo superar el miedo escénico. Pero el amor y la admiración va en las dos direcciones. La heredera adora a doña Sofía y siempre está deseando visitarla para ponerse al día, para que le cuente historias de cuando era joven o para repasar álbumes y descubrir a su padre, ahora el Rey, de pequeño.
Quiere a todos sus nietos por igual, pero tiene una relación muy especial y de admiración por Leonor, quien siempre está deseando visitarla para que le cuente historias
Preocupada
La princesa Irene es su alma gemela, su compañera inseparable, y doña Sofía se enfrenta a la incertidumbre del qué va a pasar. Su hermana tiene problemas de salud —superó un cáncer hace muchos años—, pero, a sus 81 años, aunque no hay un diagnóstico, sufre un deterioro cognitivo, y está preocupada, pero también decidida a aprovechar todos los momentos mientras la vida siga igual. Lo comparten todo, hablan de la vida, de la familia, de mística y filosofía oriental, sin dejar de hacer planes. Salidas de incógnito, que le encantan; cenas en casa de amigos o en restaurantes, y también almuerzos y meriendas en la Zarzuela, ahora, alrededor de la chimenea.
Paloma Rocasolano se ha convertido en una persona muy cercana. Se llevan de maravilla, se tienen mucho aprecio y les gusta compartir planes secretos, a veces junto a sus nietas
Consuegras y amigas
Cuando se habla de los amigos de doña Sofía, el nombre que siempre aparece es el de su prima (otra hermana) Tatiana Radziwill. Nacidas con un año de diferencia, son inseparables desde que compartieron exilio en Sudáfrica siendo unas niñas. Pero no es la única: en las monarquías europeas tiene grandes confidentes y en su círculo español están muy presentes las familias Cotoner, Alba, Mondéjar, Urquijo, Koplowitz, los Reyes de Bulgaria… Y, ahora, añadimos otro nombre: su consuegra Paloma Rocasolano, que se ha convertido en una persona muy cercana. Doña Sofía y la madre de doña Letizia se llevan de maravilla, se tienen mucho aprecio y les gusta compartir planes secretos, a veces junto a sus nietas.
Al servicio de su majestad
La actividad institucional se ha ido reduciendo, pero aún así este año ha acudido, hasta el momento, a 20 actos en nombre de la Corona . A estos hay que añadir las invitaciones a título personal —como la del funeral de Isabel II y la boda del príncipe Hussein de Jordania— y los tres Premios Reina Sofía: de Poesía Iberoamericana, de Pintura y Escultura y de Composición Musical. También su trabajo en la Fundación Reina Sofía, que constituyó, en mayo de 1977, con un capital que aportó personalmente. Es su legado más ambicioso. El proyecto con el que hizo realidad un sueño —ayudar—, al que ha dedicado una parte de su vida y para el que también tiene un deseo: le gustaría que cuando ella falte lo siga impulsando alguien de la familia. Desde su organización promueve proyectos educativos, de ayuda social y medioambientales centrados especialmente en la conservación de los océanos, sin olvidar la investigación de las enfermedades neurodegenerativas. Una de las principales líneas de actuación sigue siendo la lucha contra el alzhéimer. Y uno de los mayores logros en esta área fue la creación del Centro Alzhéimer en la Villa de Vallecas, de Madrid, en marzo de 2007. Todo ello, sumado al apoyo brindado a la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL), que opera en toda España combatiendo el hambre y la pobreza. La fundación le ha aportado en los últimos años cerca de tres millones de euros al tiempo que doña Sofía le ha dado una visibilidad enorme. Lleva ya 39 visitas y está decidida a recorrer los 54 centros en funcionamiento.
En la intimidad
Doña Sofía duerme al menos siete horas, aunque ahora menos. Una amiga contaba a ¡HOLA! que está muy preocupada por el conflicto de Gaza, entre Israel y Palestina, y que los muertos y el sufrimiento de los niños le quitan el sueño de verdad. Son las primeras noticias que lee nada más empezar el día, cuando desayuna entre periódicos. Además de la lectura, también le gusta pintar, ver series —le gustan los dramas y siempre tiene un pañuelo a mano— y escuchar música, “la poesía del alma”, porque le da paz y le trae recuerdos de los momentos felices. Admira a Mozart Bach, Handel, Chopen, Telemann…, pero también le gustan los Beatles, Dire Straits, Julio Iglesias, Adele, Coldplay, Bruce Springsteen y le chiflan los boleros para bailar.
Los días finales
Ha sacrificado mucho, pero cree que mereció la pena y agradece cada día haber tenido una vida extraordinaria. Vive el presente y hace pocos planes a futuro. Cuando mira atrás es como “volver a ver una vieja y querida película”, y cuando piensa en el futuro no tiene miedo a la muerte ni a la sensación de vacío. Doña Sofía es una mujer muy espiritual que fue educada en la fe ortodoxa, abrazó el catolicismo por amor y tiene un profundo conocimiento del hinduismo. Hay un Dios creador y se trata de lo que hacemos y cómo lo hacemos. Si está en Grecia, sigue los ritos que aprendió de niña, y si está en Madrid o en Mallorca, va a Misa los domingos —en Marivent no hay capilla, pero se usa uno de los salones—, y cuando viajaba a India, se encontraba con maestros para seguir profundizando en el libro Bhagavad Gita, esencia de la sabiduría védica. “Es verdad —nos dice una amiga suya— que la muerte está más presente ahora, desde que falleció su hermano, y van faltando cada vez más amigos, pero tampoco habla de ello con frecuencia y cuando lo hace es desde la serenidad”.
Sus amigos la llaman “la San Miguel”, porque, dicen, “por donde va triunfa” (usando el eslogan de la cerveza) y a doña Sofía le hace mucha gracia
Doña Sofía recorre su camino en paz y sin pensar qué pasará después, porque todo llega y pasa. Y si pudiera elegir, se quedaría con “la libertad”. Lo ha confesado a diferentes personas. Dos deseos: que esparzan sus cenizas por el Mediterráneo y el Egeo y ser recordada como una buena persona que siempre quiso saber más.
Reparto en vida
Las grandes tiaras y las joyas de pasar están ahora en manos de la Reina Letizia, previo documento firmado por doña Sofía, que siguió el ejemplo de la Reina Victoria Eugenia: de Reina a Reina. Y las ligadas a la dinastía, como la tiara floral, también seguirán vinculadas a la Familia Real, pero también hay un cofre personal y será ella la que disponga cómo será repartido, teniendo en cuenta especialmente su valor sentimental.
Según ha podido saber ¡HOLA!, doña Sofía quiere repartir todo en vida y hace tiempo que empezó a regalar piezas a sus hijas y también a sus nietas con la llegada de los 18 años : Victoria, Irene y ahora Leonor. La colección incluye las joyas que heredó de su madre, como el ‘pendentif’ con un rubí cabujón y el aderezo de su boda con la tiara prusiana, los pendientes y la gargantilla de diamantes; el anillo de compromiso con dos rubíes y un diamante, la joya de su vida, su preferida; los rubíes de Niarchos (collar, tiara, pulsera, pendientes y anillo); el aderezo de zafiros y esmeraldas… Y las que le ha ido regalando su familia o amigos muy cercanos. Gargantillas de diamantes o la de amatistas y topacios firmada por Bulgari, collares de perlas... Esas joyas que no pasan de Reina a Reina, sino de madre a hijas y nietas, y que pueden verse a la izquierda.
Vestidos para un museo
Es coqueta, le gusta ir guapa, vivió otra época en la moda y todo ello se refleja en su armario. En su impresionante colección de alta costura , una de las mejores del mundo, etiquetada con su historia, que cuida y mima en palacio. Hay mucho diseño español de Margarita Nuez, Pertegaz, las hermanas Molinero, Elio Berhanyer, Tony Benítez, Alejandro de Miguel, Loewe… Pero la gran desconocida es la colección que incluye firmas como Oscar de la Renta, Chanel y especialmente Valentino. (En las imágenes, con tres vestidos suyos). El diseñador llegó a la vida de doña Sofía en los años 70, casi al tiempo que se convirtió en Reina de España. Fue una conexión más allá de la moda. Valentino empezó como modisto junto a Jean Dessès, el diseñador que hizo el traje de novia de doña Sofía, y acabó siendo uno de sus modistos de referencia durante años. Eran otros tiempos y tenía muchos compromisos de Estado.
Atendiendo a la historia, a esos momentos de representación en los que estrenó estos diseños fascinantes, doña Sofía considera que su armario es de Estado, por lo que las piezas que no pasen a ser propiedad de la Reina Letizia, que hasta ahora solo ha llevado cinco vestidos suyos, o de sus hijas, la princesa de Asturias y la infanta Sofía, será legada a un museo. Para los últimos actos importantes, doña Sofía, que casi no estrena prendas, ha recuperado algunas de esas joyas de colección. Nunca hizo grandes concesiones a las modas pasajeras, y tiene mucho de todo. Como dice a su círculo, más que de sobra para seguir atendiendo la agenda. Una prueba, el abrigo que llevó a los últimos Premios Princesa de Asturias, que tiene 20 años. Mira el dinero, pero también es consecuente con su compromiso con un mundo más sostenible. Además, siempre ha reconocido en algún momento que “me aburre probarme la ropa, pero lo hago porque sé que es importante ir arreglada…”, y no solo eso, también estar en una buena forma física. Doña Sofía disfruta mucho de la comida —aunque nunca le gustó cocinar—, pero se cuida y cuando sube de peso, especialmente tras las vacaciones de verano, empieza dieta. Y no se la salta hasta que se quita los kilos extra.