El 22 de mayo de 2004, Madrid amaneció encapotado, pero la fuerte lluvia no consiguió empañar el acontecimiento que marcaría para siempre la historia de nuestro país: la boda de Felipe de Borbón, entonces príncipe de Asturias, con Letizia Ortiz Rocasolano, que hasta escasos meses antes había estado trabajando como periodista en Televisión Española. La catedral de La Almudena, a escasos metros del Palacio Real, fue el escenario elegido para el "sí, quiero", que reunió a 1.200 invitados, muchos de ellos miembros de la realeza llegados desde todas partes del mundo. Un enlace real oficiado por el arzobispo de la capital, el cardenal Rouco Varela, del que recordamos los cinco datos más curiosos al cumplirse este lunes su 19º aniversario.
La boda de las primeras veces
El enlace matrimonial del entonces heredero al trono, que no fue proclamado monarca hasta una década después, estuvo marcado por las primeras veces. Cabe recordar que fue la primera boda de Estado que se celebraba en España desde hacía prácticamente un siglo (98 años) y también la primera de la realeza que se hacía en la catedral de Madrid, que fue consagrada en 1993. La unión de don Juan Carlos y doña Sofía tuvo lugar en Grecia mientras que los enlaces de las infantas Elena y Cristina, hermanas mayores de don Felipe, se hicieron en Sevilla y Barcelona respectivamente.
Un cambio de planes in extremis
Los madrileños que se acercaron a las puertas de la catedral, y los ciudadanos que seguían la boda real desde casa, recibieron entre vítores y aplausos a don Felipe, quien llegó del brazo de su madre y madrina, la reina Sofía. Bajo la amenaza de lluvia, caminaron juntos desde el Palacio Real. Salieron a las 10.45 de la mañana y, sin dejar de saludar, llegaron hasta el altar del templo para esperar a la novia. Media hora después, cuando doña Letizia se acercó, acompañada de su padre y padrino, Jesús Ortiz, el agua comenzó a caer con fuerza y se vio obligada a ir en coche hasta la puerta. Las condiciones meteorológicas impidieron el esperado paseo y solo se pudo desvelar el secreto mejor guardado, su vestido nupcial de Pertegaz, en los instantes que tardó en salir del vehículo.
Una ceremonia con la banda sonora más inesperada
Para seleccionar las piezas que sonaron en la ceremonia, desde el Himno Nacional al Allegro de Haendel pasando por Misa pro Victoria, se contó con la opinión de doña Sofía, apasionada de la música. Todos los temas fueron interpretados en directo por la Orquesta Sinfónica de RTVE, el Coro Nacional de España y el organista Pablo Cano bajo la dirección de Jesús López Cobos, que entonces estaba al frente del Teatro Real y falleció en 2018. Lo que no estaba previsto en el programa musical eran los truenos que se escucharon de fondo, anunciando que la tormenta no tenía intención de dar una tregua.
La ausencia del "sí, quiero"
Don Felipe y doña Letizia salieron de la catedral de La Almudena convertidos en marido y mujer, pero durante la liturgia no dijeron "sí, quiero". En vez de esta fórmula convencional, se decantaron por otra más larga en la que pronunciaron sus propios votos. "Yo, Felipe, te recibo a ti, Letizia, como esposa, y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad todos los días de mi vida", dijo el Príncipe de Asturias tras mirar a su padre, quien le dio el permiso mediante un gesto de aceptación con la cabeza. "Yo, Letizia, te recibo a ti, Felipe, como mi esposo y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida", expresó.
El protagonismo de los pajes
Felipe y Victoria de Marichalar; Juan, Pablo y Miguel Urdangarin; Victoria López-Quesada, hija de Cristina de Borbón-Dos Sicilias; y Carla Vigo, sobrina de doña Letizia, ejercieron de pajes. Con trajes inspirados en el siglo XVIII y en la impronta que dejó Francisco de Goya, también llegaron en coche hasta la puerta de La Almudena en coche por las lluvias. Pero aunque no hicieron el recorrido que estaba previsto, sí acapararon todas las miradas en la ceremonia gracias a sus gestos simpáticos y espontáneos. No quisieron sentarse en los cojines que había para ellos sino en el suelo, Felipe dio una patada a su prima Victoria y Miguel se dejó un zapato dentro del templo.
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