El funeral de Constantino de Grecia, fallecido el diez de enero, supuso el reencuentro de la familia del Rey Felipe VI en Atenas. Don Juan Carlos viajó desde Abu Dabi, donde tiene fijada su residencia, para apoyar a su mujer, la Reina Doña Sofía, y despedir a su cuñado, con el que siempre tuvo gran sintonía. El matrimonio llegaba a la Catedral Metropolitana con sus hijas, las Infantas Elena y Cristina de Borbón, acompañadas por sus respectivos hijos: Felipe y Victoria Federica de Marichalar y los hermanos Urdangarín, Juan Valentín, Pablo, Miguel e Irene. Como marca el protocolo, los Reyes Felipe y Letizia aparecieron unos minutos más tarde y separados del resto de su familia sin sus hijas, la princesa de Asturias, Leonor, y la Infanta Sofía, que fueron las grandes ausentes.
Junto a ellos se encontraba también la princesa Irene de Grecia, que vive con la Reina Sofía en Zarzuela y con la que es habitual verla en numerosos actos en Madrid como conciertos benéficos o inauguraciones. Conocida en la intimidad como la tía Pecu, entró en el templo de la mano de su sobrina, Cristina, quien protagonizó una llamativa imagen. La televisión griega retransmitió en directo el funeral y las cámaras captaron a la hija menor de Don Juan Carlos con su teléfono móvil, grabando algunos momentos de la ceremonia.
Una imagen muy comentada en redes sociales, ya que contrastaba con la pompa y solemnidad de las exequias. Tampoco es habitual ver a miembros de la realeza con sus móviles en actos públicos. Probablemente, la exmujer de Iñaki Urdangarín quedó prendada de la belleza de la cúpula de la catedral, cuya construcción comenzó en la Navidad de 1842, con la colocación de la primera piedra por parte del rey Otón I de Grecia y su consorte, la duquesa Amalia de Oldemburgo.
La Reina Sofía se rompió en varios momentos de la ceremonia y se mostró muy emocionada tanto en la catedral como en el palacio de Tatoi, donde recibieron sepultura los restos del último monarca heleno. También su hija, Cristina de Borbón, quien, en el momento del traslado del féretro de su tío de la capilla Ayios Eleftherios a la Catedral de la Anunciación de Santa María, no pudo más y rompió a llorar desconsoladamente al abrazar y dar el pésame a su querida prima, Alexia de Grecia, otra hermana para ella. Una reacción que, además de por las emociones vividas en el último adiós a su familiar, pudo ser también fruto del cansancio, el estrés y los difíciles momentos que vivió durante las vistas del caso Nóos y su posterior separación de Iñaki Urdangarín, que, cabe recordar, ha rehecho su vida con quien fuera su compañera de trabajo en la consultoría Imaz & Asociados de Vitoria.
Fue hace justo un año cuando Urdangarín sorprendía a toda España al salir a la luz pública, en la revista Lecturas, unas imágenes de su paseo de la mano con otra mujer, abrazados (por la espalda), mirando una puesta de sol y a los surfistas que disfrutaban de las olas en un día invernal. Unas fotografías que dieron la vuelta al mundo. No hay que olvidar tampoco que, pese a que ha dejado atrás su año más complicado por su inesperada separación de la persona a la que más ha apoyado y defendido ante todo el mundo, aún tiene un importante capítulo de su vida por cerrar. Según apuntaron en el programa Y ahora Sonsoles, su divorcio aún tendrá que esperar. Asegurán que la expareja estaría esperando a que la menor de sus cuatro hijos cumpla los dieciocho años el próximo cinco de junio para proceder a la firma y poner así punto final a sus veinticuatro años de matrimonio con el exbalonmanista, a quien esperó enamorado mientras él cumplía con su condena de cárcel.
Cabe recordar también que su exmarido celebraba su cincuenta y cinco cumpleaños - al parecer, con Ainhoa- un día antes del sepelio de Constantino de Grecia. Un aniversario que no ha podido celebrar con sus hijos, que se encontraban al lado de su madre, demostrando que están pendientes de ella y que tratan de cuidarla en sus momentos más tristes. Irene, que es la única que permanece junto a la infanta Cristina en Ginebra (Suiza), pidió que la dejara asistir al entierro de su tío abuelo con sus hermanos y se convirtió en el gran apoyo de su madre, con la que entró del brazo en la catedral. La relación de la Infanta con sus cuatro hijos es muy buena, al igual que también lo es con su padre, con el que conocíamos que pasaban unos días en Vitoria la pasada Navidad.