Este 2022 es un año significativo para Doña Letizia. El pasado jueves, 15 de septiembre, cumplió 50, “una bonita cifra” -como ella misma la definió- que alcanza en su plenitud como Reina. Nunca ha estado tan segura de sí misma. De sus primeros pasos como novia a los últimos como soberana. A lo largo de estos casi veinte años, hemos visto a una Reina que se ha reinventado, en muchas ocasiones, a base de disciplina.
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Es diferente e independiente, y quizá por ello, no le ha dado mucha importancia al hecho de codearse con sus pares reales.
Aunque la hemos podido ver en bodas reales, entronizaciones y otras fechas señaladas -la última, el funeral de Estado de la reina Isabel II-, lo cierto es que no es una apasionada de las cumbres reales y, hasta donde se sabe, sólo ha creado fuertes lazos con Rania de Jordania y Máxima de Holanda.
Doña Letizia y Rania, además de guardar incluso hasta cierto parecido físico y tener estilos similares, pertenecen a la misma generación y comparten intereses.
Con la Reina de los Países Bajos, le une también una amistad de la que existen ‘pruebas’ -dado que, en una conversación con periodistas, a ella la llamó ‘Max’ y al monarca ‘Willy’-.
Su círculo más cercano
Como el Rey, tiene muy claro lo que significa la amistad: “El amigo de verdad no debe sacar ventaja de su posición. No hay amigos mejores ni peores... Un amigo ‘peor’ no es un amigo”. Y en su camino se ha quedado mucha gente. El silencio lo vale todo y si hay algo que le duele es la mentira y la traición. La lista de personas cercanas es larga, pero desde hace ya muchos años solo confía ciegamente en un círculo pequeño, al que podemos poner nombre y apellido. Mar Peiteado, Cristina Palacios, Ana Prieto Urbano, Sonsoles Ónega, Almudena Bermejo, Inmaculada Aguilar Nàcher, María Oña. Son periodistas —algunas fueron compañeras de trabajo— con diferentes trayectorias y con algo en común: son una ‘tumba’ y jamás alardean de su relación con la primera soberana sin sangre real en la historia de nuestra monarquía.