En tan solo unos días, el Palacio de Marivent volverá, como cada verano, a ser el centro de todas las miradas. Este año, con más motivo. La propiedad en Palma de Mallorca cumple 50 años como residencia estival de la Familia Real española y el próximo 3 de agosto, los Reyes volverán a abrir sus puertas por segunda vez para ofrecer una recepción a la sociedad balear que antes tenía lugar en el Palacio de la Almudaina. Esta construción con nombre de mar y viento, creado para ser casa y no palacio, encierra una historia reciente e interesante que se levanta sobre un solar de 33.000 metros cuadrados en el número 229 de la avenida de Joan Miró en Cala Major.
Can Saridakis, una casa hecha a lápiz sobre un acántilado
El pasado del Palacio de Marivent no tiene nada que ver con la Familia Real española, ya que fue el ingeniero, pintor y mecenas de arte egipcio de origen griego Ioannes Saridakis -que en la isla se convirtió en Joan de Saridakis- el que encargó (junto a su mujer, la escultura francesa y rica heredera Laura Mounier) su construcción en 1923 al arquitecto mallorquín Guillem Forteza, que terminó de construirla en 1925 siguiendo (según cuenta la romántica leyenda) las formas que había pintado el propio Saridakis aficionado a los lapices y el carboncillo. El matrimonio se instaló allí y la casa se convirtió en un lugar de encuentro para los amantes del arte atraídos a la isla. Laura murió, Saridakis volvió a casarse y vivió allí hasta el final de sus días, cuando él murió, en 1963, expresó la voluntad de que su propiedad fuera donada a la Diputación Provincial de Baleares con el fin de crear un museo con su nombre para mostrar a vecinos y turistas de forma gratuita la colección de arte que había acumulado allí durante toda su vida.
Diez años después la diputación decidió ceder esta residencia a los futuros reyes de España. Don Juan Carlos y doña Sofía, príncipes de España en ese momento, no tenían un lugar fijo de veraneo o una residencia estival concreta. Cuando iban a la isla se alojaban principalmente en el Hotel Victoria y aprovechaban los veranos para visitar a los condes de Barcelona en Estoril, a los Franco en Galicia o a la familia de Sofía en Grecia. A esta cesión le rodeó la polémica, ya que los descendientes de Saridakis (su hijastro concretamente) entendieron que el uso como residencia real era incompatible con la apertura al público que exigía la creación de un museo y que, por tanto, se incumplía la última voluntad de Saridakis y así lo probaron al demostrar que su legado estaba cerrado al público.
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Esto terminó en los tribunales y en 1988 el Supremo ordenó que se entregaran a los herederos los bienes que se encontraban en Marivent en el momento que se donó el inmueble: 1.300 obras de arte, 2.000 volúmenes de la biblioteca y un centenar de valiosos muebles. Sobre esta decisión judicial, tal y como recoge El País publicado el 28 de junio de 1988, fuentes del Gobierno balear (ya había un Estatuto de Autonomía) contestaron que ninguna de las obras atribuidas a Picasso, Goya, Sorolla y De la Croix habían podido ser autentificadas y eso bajaba el valor del contenido de la casa de 3.000 millones de las antiguas pesetas a 40 millones. Sea como fuere, no era esto lo que se juzgaba, el contenido fue devuelto, Marivent se quedó vacío y Patrimonio Nacional sustituyó lo perdido. A día de hoy y a diferencia de otras residencias reales, como el Palacio de la Zarzuela, el Palacio Real o el propio Palacio de la Almudaina, a seis kilómetros de Marivent siguiendo la costa, que pertenecen a Patrimonio Nacional, el Palacio de Marivent sigue siendo un inmueble de la Comunidad Autónoma de Islas Baleares.
Del primer verano real a los años de esplendor
A doña Sofía le entusiasmó la idea de convertir ese lugar en la residencia de verano familiar. "Lo que más echo de menos durante el año es el mar. Soy hija del Egeo, una mediterránea", dijo para uno de los primeros libros que se escribieron sobre ella. Mallorca era lo más parecido a la Grecia que por aquel entonces no podía pisar y en cierto modo este lugar le recordaba al Palacio de Tatoi, la residencia de piedra a las afueras de Atenas en la que pasó su infancia cuando en Grecia había monarquía y los Reyes eran sus padres, así que se volcó en las obras de restauración y acondicionamiento y en la primera semana de agosto de 1973 se hizo oficial la cesión. A partir de aquí el Palacio de Marivent se convirtió en un lugar clave dentro de la historia, entre otras cosas, en esta casa estaba don Juan Carlos, en agosto de 1974, cuando le llamó Franco para decirle que le retiraba los poderes que le había dado meses atrás por motivos de salud y que de nuevo pasaría a ser un príncipe en estado de espera. Finalmente en 1975, cuando don Juan Carlos fue proclamado a título de rey tras la muerte de Franco, esta residencia de Cala Major emergió como un segundo hogar para el jefe del Estado y Palma de Mallorca.
A lo largo de los años don Juan Carlos y doña Sofía fueron anfitriones de George Bush padre, Mijail Gorbachov, Bill y Hillary Clinton o Michelle Obama. También vinieron Isabel II, Fabiola y Balduino de Bélgica, Hussein de Jordania, Beatriz de Holanda o los Grandes Duques de Luxemburgo. Eso sin olvidar el verano de 1987 el que Carlos y Diana de Gales aparentaron felicidad sentados en las escaleras del palacio mientras que unos pequeños Guillermo y Harry jugueteaban con los perros.
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En este lugar la Familia Real mostraba otra faceta, más relajada y cercana. Cada año compartían imágenes de descanso que, junto a las jornada marineras con el Fortuna atracado en Porto Pi, se convirtieron en una tradición en los veranos reales. Entonces la reina Sofía se vestía a la familia a juego, se domaba el pelo con pañuelos y decoraba la terraza con un mobiliario último modelo y que incluía un carrito con una cubitera, varios licores, tónicas y el mítico Bitter Kas Deluxe, un guiño "marca España". Después el príncipe Felipe y las infantas Elena y Cristina se hicieron mayores, cambiaron la bicicleta por un Seat Ibiza, navegaban de día y frecuentaban los lugares de moda de noche. Entonces las hermanas pasaron a ocupar un pabellón cada una y don Felipe, desde 1992, disfrutó de una residencia propia ubicada dentro del recinto del Palacio de Marivent llamada Son Vent que hasta entonces pertenecía al jefe del sector naval de Baleares. El resto es historia: la foto familiar creció con los Marichalar, los Urdangarin y la llegada de doña Letizia, alcanzando su punto álgido en el verano de 2007; después comenzó a menguar, ya que dos meses después de la foto la infanta Elena anunció su separación y esa foto se cambió por fotos en el Club Náutico o centrando el foco en la familia de los entonces príncipes de Asturias.
Otro reinado, otro estilo y otra historia
La primera vez que el rey Felipe pisó Marivent tenía cinco años y en agosto de 2014, con cuarenta y seis, vivió otra primera vez cuando cruzó sus puertas -en las que hay una placa de piedra con el nombre y un guardia custodiando la entrada- ya como jefe del Estado. Ese verano, junto a la reina Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía retomaron el tradicional posado en sus jardines que llevaba siete años sin hacerse. Había mucha inquietud por saber qué pasaría y no faltaban los temores de que el nuevo rey "rompiera" las tradiciones, tampoco se puede obviar que es una costumbre que las instituciones de esta Comunidad Autónoma quieren mantener a toda costa, ya que en términos publicitarios la isla se ha visto históricamente beneficiada por las siempre puntuales estancias de la Familia Real y todo lo que esto conlleva, incluida su cobertura mediática.
Don Felipe no rompió las tradiciones exactamente, pero sí empezó a hacer las cosas de otra manera y comenzó a aprovechar esos posados para hacer promoción turística de otras zonas de la isla, algo que, por otro lado, ya habían hecho siendo príncipes de Asturias con las salidas culturas que hacían con sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía. Este año, por ejemplo, el lugar elegido ha sido Valldemossa y el año pasado visitaron Escorça, donde el Rey estuvo rememorando sus días de campamento allí cuando era pequeño. Esto no fue lo único que cambió ya que en el 2017, gracias a la colaboración de Casa Real, se abrieron al público los jardines del Palacio de Marivent con el atractivo añadido que la familia del artista Joan Miró donó doce esculturas de bronce dotando al lugar -en el que hay hasta 40 especies vegetales distintas- de un importante valor cultural. En torno a 80.000 personas lo visitan cada año y solo se cierra en Semana Santa (hay que recordar que también es tradición que la Familia Real acuda a la Misa de Pascua de la Catedral de Palma) y las semanas de verano en la que los Reyes están allí.
Las novedades continúan en torno a Marivent ya que este verano acogerá la tradicional recepción que los Reyes brindan a la sociedad balear, así que por primera vez esta residencia de interiores misteriosos se abrirá a la sociedad civil, empresarial, institucional y cultural de Baleares, una actividad que también estrenó el monarca en el verano de 2015 y que se ha visto interrumpida desde 2019 por la pandemia. Con este gesto, don Felipe y doña Letizia cumplen de alguna manera la voluntad del creador de la casa que expresó su deseo de que este lugar formara parte de la vida de la isla.