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Aunque, desde principios de semana, todas las informaciones apuntaban a que volvía a España, según su biógrafa, Laurence Debray, don Juan Carlos no tuvo la certeza absoluta de que iba poder viajar hasta el mismo miércoles por la tarde-noche. Y que fue entonces, al quedar confirmada su visita, cuando ajustó sobre la marcha los preparativos y la agenda.
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Solo le dio tiempo a preparar una maleta pequeña y se llevó un libro con dedicatoria del autor, Alfonso Guerra, para leer en el avión: La España en la que creo: En defensa de la Constitución. Ensayo donde el que fuera vicepresidente del Gobierno con Felipe González advierte de “la fragilidad de la democracia”; expone el riesgo de desandar el camino realizado y habla de la necesidad de defender los valores de la Constitución frente a aquellos que buscan dividir el país.
Durante nuestra conversación, Debray nos traslada que, en los últimos días, antes de poner rumbo a Vigo, don Juan Carlos “estuvo tranquilo —no es alguien nervioso que se estrese con facilidad—, aunque seguro que había inquietud y agitación interna y muchos sentimientos mezclados. Por una parte, ante el ansia de volver, contaba las horas y los días que llevaba viviendo fuera de España; por otra, se sumaba el cuestionamiento natural ante un viaje a lo desconocido, ya que solo tenía dos certezas: su amigo Pedro Campos lo recogería en el aeropuerto y el lunes se encontraría con Felipe VI, su hijo, y doña Sofía, aunque sin más detalles”.
Incógnitas
La autora de Mi rey caído, publicado en abril por Editorial Debate, señala que, cuando despegó su avión, dejando su residencia atrás por unos días, no sabía si antes del almuerzo tendría una reunión solo con el Rey, quiénes estarían esperándolo en el palacio de la Zarzuela o si la Reina Letizia los acompañaría… Tampoco qué esperar a su llegada, ni cómo iban a reaccionar los españoles, ni las autoridades; ni siquiera tenía la seguridad de que su hija podría llegar a tiempo.
Pero sí, doña Elena no solo lo recibió a pie de pista con el abrazo más efusivo, seguido de un beso y una reverencia, después de cambiar su agenda, sino que lo estuvo esperando en el aeropuerto más de dos horas… Nerviosa, y pendiente del vuelo de su padre, quien nada más aterrizar les contaría cómo se emocionó cuando al llegar a nuestro espacio aéreo le enviaron un mensaje desde la torre de control: ‘Bienvenido a España, Majestad’. Cumplía así su sueño de regresar a España.