Tenía unas ganas enormes de poner un pie en su país y de ver de nuevo a su familia y a sus amigos y, finalmente, el jueves 19 de mayo, después de casi dos años, pudo cumplir el sueño de regresar a España. Pasadas las siete de la tarde y, en medio de una enorme expectación, don Juan Carlos aterrizaba en el aeropuerto de Peinador (Vigo), donde le estaban esperando a pie de escalera la infanta Elena, Pedro Campos y su mujer, Cristina Franze.
Su desembarco fue una de las noticias del año, un momento para la historia que revolucionó la crónica social y política, y ¡HOLA! tiene detalles exclusivos de su regreso… Un Rey, a bordo del avión, emocionado, rebuscando en sus recuerdos, ‘descubriendo’ de nuevo la costa de España y, descendiendo por la escalerilla de un jet privado Gulfstream, después de seiscientos cincuenta y cuatro días y de recorrer los 6000 kilómetros que separan Abu Dabi de Vigo.
“Las últimas cuatro noches casi no durmió. Para él fue un shock emocional y en algunos momentos no pudo evitar llorar”, nos dicen desde su entorno
Su formación militar ayuda a don Juan Carlos a aceptar las situaciones estoicamente, pero el regreso no fue fácil y nunca llegó a pensar que la travesía del desierto sería tan larga. Lo sabemos por su entorno: “Las últimas cuatro noches casi no pudo dormir. Para él fue un shock emocional y en algunos momentos no pudo evitar llorar”. Salió de España para aliviar la presión sobre Felipe VI y la Corona con la idea de que solo serían unos meses, pero en el camino surgieron muchas complicaciones y las sombras de sus actividades económicas siguieron minando los logros de su reinado. Nunca era el momento, nunca se produjeron las condiciones adecuadas, hasta que una llamada ‘oficial’ entre padre e hijo abrió el camino.
Pese a que, desde principios de semana, todas las informaciones apuntaban a que volvía a España, según su biógrafa, Laurence Debray, don Juan Carlos no tuvo la certeza absoluta de que iba poder viajar hasta el mismo miércoles por la tarde-noche.
No tuvo la certeza absoluta de que iba poder regresar hasta el mismo miércoles y, confirmada su visita, ajustó sobre la marcha los preparativos y solo le dio tiempo a preparar una maleta pequeña
Emociones a bordo
“Fue un día espectacular para viajar, el cielo estaba totalmente despejado y la visibilidad era excelente. Pudo seguir perfectamente la costa española y, al ver tanto verde después de dos años en el desierto, le dio una punzada en el corazón. Camino de la casa de Pedro Campos, también tuvo una alegría con la que no contaba: que tantas personas lo esperaran a orilla de la carretera para saludarlo de manera entusiasta”, señala Debray a ¡HOLA!, y las imágenes también lo cuentan. En ellas se ve a un rey emocionado abandonando el aeropuerto en dirección a Sanxenxo, con Campos, al frente de su Volvo gris; él, de copiloto, y la infanta doña Elena y Cristina Franze, sentadas en la parte de atrás. De Sanxenxo a Sanxenxo, que ya recoge una doble efeméride. En esta villa gallega hizo su última parada, antes de dormir la última noche en España, y, casi dos años después, también ha sido la primera en acogerle.
Otro ‘hogar’
Don Juan Carlos volvía a su refugio gallego y a la casa de Pedro Campos y su mujer, la brasileña Cristina Franze, de cuarenta y dos años. La anfitriona, hasta ahora desconocida, llamó la atención en el aeropuerto con su melena rubia y su look juvenil —vaqueros y una camisa rosa anudada—, mientras esperaba a que don Juan Carlos descendiese las escaleras. Para el matrimonio —casados en 2017 con el Rey padre como testigo— era un momento especial y, aunque fue su marido el que se encargó de atender a los medios, Cristina también hizo declaraciones a los medios locales. “ Está muy feliz , yo me emociono porque lo veo tan feliz otra vez en su barco y en casa. El cariño de la gente lo ha hecho todo. Es una persona tan cercana, es un hombre increíble”.
Al salir de Abu Dabi ni siquiera tenía la seguridad de que la infanta Elena pudiera llegar a tiempo, y fue una alegría enorme que lo pudiera recibir a pie de pista y acompañarlo en las primeras horas
Los Campos viven en Madrid, pero se escapan constantemente a esta residencia de espacios diáfanos, rodeada de jardines, junto a la ría de Pontevedra y a la playa de Areas. En la planta baja, está el salón —lleno de recuerdos de vela con don Juan Carlos, en muchas imágenes como protagonista—, el comedor y la cocina. Y en el segundo piso, se ubican las habitaciones. En la de don Juan Carlos, de unos veinticinco metros, con grandes ventanales a la ría, se guardan recuerdos de vela de cuando se desmontó La Masía de su gran amigo Josep Cusí y algunas pertenencias personales. Entre ellas, su ropa para navegar, otra manera de viajar más ligero.
Es una casa donde se siente muy cómodo. Para sortear las escaleras que conducen tanto a la planta superior como a la zona del gimnasio y la piscina cubierta, don Juan Carlos tiene una silla eléctrica. Y, esquivados los problemas ‘de movilidad’, cuenta con lo más importante: está rodeado de personas leales que le tienen muchísimo cariño. Teniéndolo casi todo y disfrutando de la máxima privacidad, todos los planes fueron caseros. Desayunó —siempre fuerte, con sus huevos fritos o cocidos, como nos contó Pedro Campos— y cenó cada día en casa, tras las jornadas deportivas, que arrancaron el mismo viernes.
Sabía que sus amigos lo recibirían con los brazos abiertos, aunque no contaba con que cerca de mil personas —según diferentes informaciones— le dieran la bienvenida en el Real Club Náutico de Sanxenxo con cuatro minutos de ovación, vivas al Rey, vivas a España y aplausos. Las lágrimas habían asomado a sus ojos cuando entró en las instalaciones y, apoyado en su bastón, le costó contener la emoción cuando, en señal de agradecimiento, se llevó la mano al corazón y repartió saludos. A su lado, doña Elena, sus compañeros de vela, su anfitrión… y, buscando las primeras fotografías y declaraciones, 200 profesionales acreditados. Un interés sin precedentes en Galicia que también llamó la atención de la infanta: “Hay más cámaras que el día mi boda”.
En el ‘Bribón’ presumiendo de talla
Una hora después de su llegada (13:28), con sus pantalones rojo carmín a juego con su gorra, que no se quita porque le da suerte, se trasladaba hasta el espigón, donde estaba amarrado el ‘Bribón’. Aunque este paso ya se lo perdió doña Elena. Mientras su padre se reencontraba con el Atlántico, la infanta ponía rumbo a Sevilla para asistir al concurso hípico. Allí, subido a su velero y tras fotografiarse sobre la cubierta, tomaba la decisión de no ponerse al timón y embarcar en la lancha de apoyo para seguir el desarrollo de la prueba Trofeo InterRías. Tenía muchas ganas de reincorporarse a la vela, pero llevaba dos largos años sin navegar y no estaba en forma. Ya se lo había adelantado a la tripulación: “A ver qué puedo hacer”. La última regata fue a finales del 2019 y, aunque ha adelgazado 12 kilos —la ropa que llevaba de 2019 le venía grande y bien que presumió de ello— y hace ejercicio cada día, competir es complicado.
El sabor de la victoria
El viernes lo intentó, pero hacía mucho viento y las condiciones meteorológicas determinaron que no capitanearía en la primera manga, aunque volvió a casa con un buen sabor de boca. Desde la lancha ‘Cristina’, había visto cómo el ‘Bribón 500’ quedó el primero de la jornada en una regata que “ha sido buena” y disfrutando de “un tiempo estupendo”. Y el sábado, aunque cogió el timón, no pudo disputar ninguna prueba, ya que las mangas fueron canceladas por el viento inestable. Aun así, estuvo cinco horas en el mar. Una más que el domingo, cuando en la tercera y última jornada de regatas, y bajo la lluvia, volvió a ponerse al frente de la caña, disfrutando el sabor de la victoria tras hacerse con el Trofeo InterRías en las regatas de la clase 6mRen —circuito Copa de España—, gracias a la ventaja que obtuvieron el viernes.
Don Juan Carlos ya tiene fecha para regresar a España: volverá el 10 de junio con la idea de quedarse más tiempo para participar en dos regatas
Tras la alegría, y después de recibir el premio y un reconocimiento especial por su contribución a la vela, don Juan Carlos se despedía de los periodistas haciendo unas breves declaraciones desde el interior del coche. “Majestad, ¿tiene ganas de que llegue mañana?”, a lo que respondió con un “muy contento, mucho”. “¿Qué espera del encuentro de este lunes con Felipe VI y Sofía de Grecia en Zarzuela?”, “Muchos abrazos y ver a la familia”.
Encuentro con su nieto Pablo y barbacoa
Se iba feliz…, igual que cuando llegó al Real Club Náutico esa misma mañana, sonriente, haciendo la señal de la victoria y contando a la prensa que “todo estupendo’ y, que “mi nieto, muy bien”, al referirse al encuentro sorpresa con Pablo Urdangarin. Fue el sábado por la tarde cuando don Juan Carlos reapareció en el pabellón municipal de Pontevedra para animarlo. Su hija, la infanta Cristina, lo llamó para avisarlo de que disputaba un partido contra el Club Cisne Balonmano y, por supuesto, no quiso perdérselo. Eran las siete de la tarde, se sentó bajo el palco de autoridades y no le quitó el ojo. Quería ver en acción al jugador de balonmano del filial del Barça B, en su gran temporada, aunque se fue con derrota —el Barça B perdió contra el Cisne—, pero con los aplausos y el cariño de su abuelo. Tras el pitido final se producía la escena más entrañable entre ellos: un abrazo entre aplausos, que fue acompañado de risas, una breve charla y algunas fotos. No había mucho tiempo. En casa, los esperaba la tripulación con una barbacoa de carne. La del día anterior, más en familia, había sido de pescado y don Juan Carlos disfrutó de un sargo.
‘Vertiente sentimental’
“Después de dos años aislado en una villa donde la vida transcurre con ritmo mecánico y, en una relativa soledad, este viaje le ha dado un subidón de vitalidad. No se quedó quieto ni un minuto y volvió con una energía renovada”, nos contó su biógrafa. “Lo echaba mucho de menos y se sintió extremadamente feliz de poder navegar de nuevo con sus fieles amigos. Las relaciones son muy sinceras y hay mucha camaradería entre la tripulación… Es un deportista, un marinero en el alma, aunque el cuerpo le falle ahora. Es su mundo y se siente en su elemento. Además, hay una vertiente sentimental, es una pasión que le une a su padre y a su abuelo”.
Encuentro sorpresa y abrazo entrañable de abuelo y nieto. Don Juan Carlos aplaude a Pablo UrdangarIn en un partido, tras una llamada de la infanta Cristina
Debray coincide con Pedro Campos. El laureado regatista también nos contó que “tiene mucha energía”, “un aguante impresionante”, muchas “ganas de vivir” y que lo vio “muy animado” porque le hacía una enorme ilusión “reencontrarse con los suyos y volver al mar”, que no hace mucho tiempo definió como “la libertad”.
Vuelta en tres semanas
En ciertos sectores llamó la atención que su primera parada no fuera Madrid y que no se presentara antes en Zarzuela, pero, en un viaje que se organizó en muy pocos días, las agendas establecidas marcaron las pautas. Doña Sofía no estaba, no era viable una visita a palacio en ausencia de su mujer —se encontraba en Miami (Estados Unidos)— y buscaron una fórmula intermedia. Iría directamente a Sanxenxo y, el lunes, se reunirían en Zarzuela.
Los últimos días, don Juan Carlos “estuvo tranquilo, aunque con muchos sentimientos mezclados y, ante el ansia de volver, contaba los días que llevaba viviendo fuera de España”, nos dijo Debray, su biógrafa
Su regreso a España generó tormenta, pero la próxima vez espera no despertar tanta expectación… Esa es la idea, sentirse libre e ir normalizándolo todo, como contó a sus amigos, que lo despidieron con abrazos citándose para el 10 de junio. La fecha en la que se disputará el Trofeo Juan Carlos I, competición previa al Campeonato del Mundo que tendrá lugar entre el 13 y 18 del mismo mes. Como dice, “soy un jubilado de ochenta y cuatro años, esta es mi afición”, y regresará con intención de “revalidar el título”, que ganó dos veces, en 2017 y 2019, que peleó para España, y además con la idea de quedarse más tiempo para ver a otros amigos.
Almuerzo en familia
Con un cambio de registro total, empezando por su elegante traje y corbata, don Juan Carlos abandonaba la casa de Pedro Campos a las ocho y media del lunes, y sobre las diez de la mañana, tras aterrizar en el aeropuerto de Barajas, donde lo esperaba un todoterreno gris, entraba al palacio de la Zarzuela. Después de veintiún meses, la residencia que fue su casa durante cincuenta y nueve años lo recibía este lunes como un invitado muy especial. No hubo actividad oficial ese día, pero la emotiva fecha ha quedado señalada para la historia. La Casa Real consideró la visita como un asunto privado y familiar, de ahí que no se facilitaran imágenes, aunque a las nueve y media de la noche llegó un nuevo comunicado de la Casa de S. M. el Rey con información detallada de su día en familia, en la Zarzuela. Según este, el Rey y don Juan Carlos tuvieron una larga charla sobre cuestiones familiares, acontecimientos y sus consecuencias en la sociedad. Y, después, hubo un almuerzo al que asistieron los Reyes, la infanta doña Sofía, los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía, así como la infanta doña Elena y sus hijos y la infanta doña Margarita y don Carlos Zurita; aunque la Reina doña Sofía no pudo compartir mesa “al haber dado positivo por COVID a su regreso de Miami”. Igualmente, permaneció en el salón del almuerzo provista de la preceptiva mascarilla y tomando las medidas de ventilación correspondientes.
Las horas en familia del Rey Juan Carlos, en Zarzuela, después de casi dos años: al almuerzo familiar asistieron los Reyes y la infanta Sofía, doña Elena y sus hijos, pero doña Sofía no pudo, tras dar positivo en COVID
Aunque inicialmente estaba previsto que don Juan Carlos tomara el vuelo de regreso a Abu Dabi a primera hora de la tarde, el Rey padre apuró hasta el último momento su estancia en España, y no despegó hasta las 22:00 horas. En junio, si no hay cambios, lo volveremos a ver. Esta primera visita marca el camino.