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king juan carlos© GettyImages

El regreso de Don Juan Carlos a España: el día que se sintió como un ‘inquilino’ en el Palacio de la Zarzuela

Hace 60 años, el padre de Felipe VI llegó al país para quedarse. Sus comienzos en palacio no fueron fáciles


20 de mayo de 2022 - 10:35 CEST

Don Juan Carlos está acostumbrado a que sus llegadas a España generen expectación y revuelo. La primera vez que pisó suelo español, en noviembre 1948, solo tenía diez años. El príncipe con aire triste tuvo un frío recibimiento. Franco quería evitar que los monárquicos organizaran una recepción para el hijo de los condes de Barcelona, por lo que el tren tuvo que parar en Villaverde y no en Madrid. Siete años después, en 1955, cuando volvió a España para ingresar en la Academia General Militar de Zaragoza, tuvo una bienvenida más cálida. Pese a las reticencias del régimen, una multitud esperaba al joven 17 años en la estación de tren madrileña. Su tercera llegada al país, en 1963, también tuvo sus complicaciones. Entonces, recién casado con la princesa Sofía de Grecia y Dinamarca, vino para quedarse.

Le prince Juan Carlos d\'Espagne avec la princesse Sofia de Grèce© GettyImages
La tercera llegada a España del rey Juan Carlos fue en 1963, recién casado con la princesa Sofía de Grecia y Dinamarca.

Tras la boda, Juanito, como lo llamaba su familia, tuvo que tomar una decisión. Podía llevar una vida ociosa entre Portugal y Grecia, a la espera de que una día volviera la monarquía a España. “Disponía de cierta independencia financiera. En 1962, el presidente del Banco Popular había empezado a administrar una suscripción bajo la égida de la duquesa de Alba para proporcionarle una dote al recién casado. Gracias a los donativos de monárquicos y personas adineradas, se reunió la cifra de dos millones y medio de euros”, explica la historiadora francesa Laurence Debray en su libro Juan Carlos de España. “Tenía la opción de adoptar un modo de vida muy agradable, apropiado para un príncipe de su rango, pero que estaría no obstante en contradicción con todos los sacrificios y los sufrimientos por los que pasó desde muy joven en nombre de esa idea, de esa esperanza de regreso de los Borbones al trono de España”, apunta la biógrafa autorizada del monarca.

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Finalmente, Don Juan Carlos escogió la opción más difícil. Tras seis meses de deliberaciones, y en contra del criterio de su padre, aceptó la oferta de Franco de vivir en el Palacio de la Zarzuela, a las afueras de Madrid. “Se convertiría en su hogar… y en su prisión dorada. Seguramente, no pensaba que la travesía del desierto sería tan larga”, señala Debray en su biografía del rey. En febrero de 1963, el príncipe y su mujer se instalaron en La Zarzuela, que entonces solo tenía de palacio el nombre. El pabellón de caza hecho de ladrillo visto y piedra blanca había sido construido en el siglo XVII por el cardenal-infante don Fernando, hermano de Felipe IV. Don Juan, padre de Juan Carlos, y sus hermanos fueron sus últimos moradores reales antes de la proclamación de la Segunda República. Durante la Guerra Civil, el edificio quedó seriamente dañado. Franco ordenó su restauración y añadió un piso sobre la planta baja para los apartamentos privados del príncipe.

Juan Carlos of Spain© GettyImages
Debray señala en la biografía del rey Juan Carlos que el Palacio de la Zarzuela “se convertiría en su hogar… y en su prisión dorada”.

“Cuando no éramos nadie”

Sofía llegó de Grecia con tres contenedores llenos de muebles, de regalos de boda, de vajilla, de recuerdos, con la intención de convertir aquello en un hogar acogedor. “La Zarzuela estaba casi vacía. Y entre mi marido y yo desembalamos, abrimos cajas, repartimos las cosas, organizamos todo”, reveló la consorte en una serie de entrevistas que concedió a la periodista Pilar Urbano para el libro La reina, publicado en 1996.

A pesar de todo, Juan Carlos y su mujer  se sentían como “dos inquilinos en casa ajena” . Así se lo reveló el rey a Debray. “Se sentían deudores de Franco y el palacio pertenecía ya al Estado. No formaban parte de los engranajes del sistema franquista, pero dependían de él por entero”, dice la escritora francesa en su biografía. No tenían atribuido ningún estatuto ni rango protocolario, ni la más mínima función representativa o misión oficial. El dictador ni siquiera le reconoció a Don Juan Carlos el título de príncipe de Asturias porque eso suponía reconocer que Don Juan era el rey. Tampoco tenían asignación y vivían del regalo de boda económico hecho por los aristócratas y monárquicos.

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Juan Carlos y su mujer se sentían como “dos inquilinos en casa ajena”.

Doña Sofía admitió en sus entrevistas a Urbano que entonces no sabían realmente quiénes eran. “Cuando hablamos de esa época, decimos: ‘Cuando no éramos nadie’. La situación de mi marido en España era muy delicada, muy difícil, muy extraña. No sabíamos muy bien quiénes éramos: cuál era nuestro puesto, cuál era nuestro rango. Nos sentíamos vigilados en nuestra casa. Y eso era incómodo. La situación era incómoda. No resultaba fácil moverse airosamente, sin saber cuándo uno se salía del terreno de juego”.

La pareja real vivió en ese ‘limbo’ durante varios años: sin cargo, sin función, sin rango de protocolo, sin tarea que hacer, sin asignación presupuestaria… sin nada. “Como dos inquilinos en casa ajena”. Sesenta años después, siguen refiriéndose a esa época como: “Entonces, cuando no éramos nadie”.