A veces, se producen coincidencias en la vida que nos llevan a creer en el destino. A Laurence Debray, historiadora y biógrafa del rey Juan Carlos I, le ocurrió poco después de acabar de escribir su libro Hija de Revolucionarios, en el que cuestionaba el pasado político de sus padres, el filósofo Régis Debray y la antropóloga Elizabeth Burgos. Llegó a sus manos una foto de su padre cuando era preso político en una cárcel en Bolivia. La había sacado un joven reportero, Juan Chávez, que, años después, se convirtió en el fotógrafo habitual de la Familia Real para nuestra revista y siguió al rey Juan Carlos por España y el mundo.
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De repente, la autora franco-venezolana se dio cuenta de que don Juan Carlos siempre había formado parte de su historia personal, aunque a veces de forma un tanto improbable. Era un potente hilo conductor a lo largo de su vida. Un vínculo entre el mundo en el que creció –cuando se mudó a España, en los años 80, y ojeaba las páginas de ¡HOLA! a menudo protagonizadas por el ex monarca- y el mundo de sus padres. Para cerrar este círculo, decidió analizar más en profundidad esa conexión. El exilio del Rey y la pandemia le dieron otro pretexto para completar este trabajo de introspección sobre un personaje que fue un objeto de estudio antes de convertirse en un interlocutor privilegiado con quien mantiene desde hace años una conversación franca y libre. De su reflexión nació un libro, Mi rey caído , que sale ahora en España, publicado por la editorial Debate. “Para ciertos hombres, nada está escrito si ellos no lo escriben”, decía Lawrence de Arabia. Sobre Juan Carlos I, exiliado en el desierto de Abu Dabi, mucho se descubre entre las líneas del relato de Laurence Debray.
- ¿Cómo definiría su libro?
- No es una biografía clásica. Se trata de un retrato personal del Rey a través de mi historia personal. Es una reflexión sobre nuestras dos vidas que se entrecruzan y se encuentran, y sobre el diálogo que entablamos. Es el encuentro de la heredera roja con el heredero azul.
- ¿Cómo se convierte alguien en biógrafo de un monarca?
- Empecé a escribir su biografía basándome en archivos, en los testimonios de amigos, en entrevistas con personajes famosos. Me había creado una imagen del personaje, la de un rey un poco maquiavélico, que siempre consigue lo que quiere. Pero luego, lo conocí en persona y se produjo un desfase entre el objeto de mi estudio y la realidad, porque la verdad, por lo menos la que él me dio a ver, no se correspondía con lo que había imaginado. Después de escribir la biografía, decidí hacer un documental para la televisión francesa y española, Yo, Juan Carlos, Rey de España. Le pedí una entrevista en un momento en que su imagen estaba tocada. Fue justo después de la caza del elefante. Había bajado en la estima de los españoles, era un momento de desilusión. Además, le acababan de operar y no se podía mover mucho, aí que pensé que, quizás, era un buen momento para que él hablase. Es más fácil acercarte a tu verdad personal cuando eres menos querido y ya no estás en un pedestal.
“Lleva una vida de novela, con él la historia está en marcha”
- ¿Cómo evolucionó su relación?
- Después del documental, mantuvimos el contacto, pero tenía una vida muy trepidante, así que hablábamos de forma esporádica e irregular, aunque siempre se mostró muy disponible y accesible. Cuando se marchó de España, le escribí una carta abierta, que publicaron los diarios El Mundo en España y Le Figaro en Francia. Era un carta dirigida a él personalmente, pero que decidí hacer pública porque había desaparecido y no sabíamos dónde estaba. En esta carta, reconocía que él había cometido torpezas y errores personales, pero me parecía que se olvidaba su papel histórico. Intenté ser un poco ponderada. Algunas semanas después, para mi mayor sorpresa y en pleno confinamiento, me llamó para darme las gracias. Desde entonces, mantenemos una conversación ininterrumpida.
- ¿Cambió la naturaleza de su relación desde entonces?
- Sigo siendo su biógrafa y su vida sigue siendo el tema principal de nuestras conversaciones. Le pregunto lo que pensaba realmente de Franco, si lamenta algo de la Transición… Pero también hablamos mucho de la situación actual, de lo que ocurre en el mundo, porque sigue muy de cerca las noticias. Y le puedo dar mis impresiones de extranjera sobre lo que pasa en España. Me expreso de manera totalmente libre, no defiendo ningún bando, no tengo prejuicios políticos. Sólo le ofrezco mi mirada exterior sobre esta situación.
- ¿Diría que se ha convertido en un amigo?
- No sé si los reyes pueden tener amigos, o si los tienen serán sólo entre otras familias reales. O amigos de infancia, del exilio, en su caso, cuando no era aún rey. Sigue siendo mi tema de estudio, un personaje histórico.
- ¿Por qué cree que mantiene este diálogo abierto con usted, una historiadora francesa?
- Intento aportarle una perspectiva distinta, un análisis más global sobre su situación. Con mis padres, que eran consejeros del presidente Mitterrand, me crié entre los bastidores del poder, en Francia y en América Latina. Entiendo perfectamente de qué me habla. Y no le juzgo moralmente.
- Cuando tenía 18 años, su padre le escribió un libro para explicarle lo que es la república, sus ideales. ¿Como explica su fascinación por la figura del rey?
- No soy monárquica. Pero cuando vine a vivir a Sevilla, en 1989, descubrí un país en plena apertura, con un gran desarrollo económico y una gran efervescencia cultural. Se ha olvidado, pero en aquel entonces, el rey era un héroe positivo, todo el mundo le adulaba. Garantizó a España una estabilidad política, una democracia, un crecimiento económico y una presencia en el mundo. Los viajes del Rey a un país suponían un acontecimiento importante. Tenía un aura increíble, conocía a todo el mundo y le recibía todo el mundo. Me fascinó el contraste entre este soberano, que tenía actitudes casi republicanas, y nuestro presidente francés, que era más monárquico que un rey. No entraba en los moldes establecidos, había como una contradicción, era muy atípico, es lo que me pareció excepcional.
- ¿Qué descubrió de él que le hizo cambiar su visión del personaje?
- Mi visión cambió cuando lo conocí. Por ejemplo, imaginé que había tenido una infancia muy infeliz, por las constantes mudanzas entre Roma, Suiza, Portugal, España… Le pregunté decenas de veces si su juventud no había sido demasiado difícil, entre su padre que lo había perdido todo, que intentaba, pero no conseguía, recuperar el trono, con un nivel de vida que se derrumbó. Me contestó que al contrario, era muy feliz jugando con todos sus primos, que las mudanzas le parecían muy divertidas. Siempre existe un desfase entre la proyección que te haces y lo que te cuenta tu personaje.
- ¿Por qué decidió llevar a cabo esta introspección sobre la figura del rey después de escribir su biografía?
- Cuando se exilió, me pregunté si no me había totalmente equivocado con él. Había escrito un libro, había hecho un documental y, ¿este hombre de Estado se marchaba a Abu Dabi? Como a los españoles, me decepcionó. ¿Había hecho bien? ¿Había valido la pena? Se acumulaban muchas cosas, entre los escándalos y su salida… Luego hay que resituarlo en el contexto del confinamiento. Estábamos encerrados, y todos nos hacíamos preguntas.
- En ese momento, ¿pensó que nunca volvería a hablar con él?
- Pensé que la carta era una especie de punto final a nuestra relación. No me esperaba que me contactase, así de improvisto. Cuando volvimos a conversar, fue para mí la ocasión de hacer un balance. Y él, que se encontraba muy lejos, sin su red habitual de amigos y apoyos, quizás sintió también esa misma necesidad. Nosotros nos reinventábamos una vida en pleno confinamiento y él se reinventaba una vida en pleno desierto. Fueron momentos de cuestionamiento, de reflexión, que coincidieron.
- ¿Fue a verle en su exilio?
- Fui a verle en la primavera del 2021, lo cuento en el libro. Y le he visitado en varias ocasiones desde la salida de este libro en Francia, el pasado mes de octubre. Para seguir nuestra conversación.
- ¿Qué es lo que más le impactó cuando le vio por primera vez en el Emirato?
- Me sorprendió ver un antiguo jefe de estado, un antiguo rey, así, tan lejos de sus raíces, un poco solo, sin decoro a su alrededor, vestido como todo el mundo. En Francia, los expresidentes son muy queridos, tienen privilegios. Nada comparable. En seguida, me di cuenta de que había adelgazado mucho, que su ropa era muy holgada, me impactó.
- ¿Cómo le encontró de estado de ánimo?
- Es alguien muy digno, nunca se queja. Parecía fuera de lugar, no era natural verle allí. Sentí una especie de malestar, estaba muy desconcertada. Me esperaba verle en un palacio emiratí, con todo el protocolo, con personal. Al contrario, lleva una vida cómoda pero sencilla.
“Estoy convencida de que desea vivir su jubilación en España, pero no depende de él. Es alguien muy digno, nunca se queja y toma la vida como viene”
- ¿Cómo analiza él su situación?
- Le vi muy estoico, nada amargado. Le afecta la situación, pero no lo muestra, encaja el golpe con filosofía, como una vicisitud de la Historia. Sabe que el poder es frágil, que nada está adquirido para siempre. Y sabe lo que es vivir fuera de un palacio, sin muchos privilegios. Cuando estaba en el exilio con su familia, vivía en unas villas, después en la academia militar, en la época de Franco, no tenía muchos privilegios… Sabe lo que es vivir sin corona. Ahora le preocupa sobre todo no estorbar a la monarquía, no molestar a su hijo, ser lo más discreto posible… Por eso se fue. Sabía que allí no le iban a molestar, nada iba a filtrarse. Era una manera de desaparecer en las arenas del desierto.
- ¿Qué opina de su decisión de marcharse a Abu Dabi?
- Me decepcionó, no esperaba eso. No entendí nunca muy bien que se marchara, allí, además. No estaba condenado, no había un juicio. Era extraño, no entendía las razones verdaderas. ¿Exiliarse para no ser una molestia? Para una francesa, es muy difícil de entender, tenemos expresidentes condenados en varias ocasiones por la justicia que no se plantean irse.
- ¿Le explicó sus motivos?
- Me explicó por qué eligió Abu Dabi. Por la tranquilidad que le ofrecía, el acceso a buenos hospitales, su amistad con la familia del Jeque Mohammed bin Zayed.
- ¿Le parece que es feliz allí?
- Es alguien que tiene una enorme capacidad de adaptación.
- ¿Le notó algo nostálgico?
- No, toma la vida como viene.
- ¿Y sentimental?
- No es impasible. Es muy directo, muy sincero, muy sensible, no tiene un lenguaje acartonado. Me sorprendió cuando le pregunté sobre los momentos más duros de su reino, empezó a hablar de los atentados de ETA, se conmovió hasta el punto de llorar. Creo que es más sensible que la media de los jefes de estado. No tiene la piel curtida como se podría imaginar de alguien que reinó durante cuarenta años.
- ¿Él siente que le queda un papel que jugar como rey emérito?
- Estoy convencida de que le hubiera encantado transmitir su experiencia política, pero no se le ha preguntado. Para una transmisión, hace falta ser dos. Se le ha visto más como una figura molesta que como una baza positiva que puede explicar, compartir sus conocimientos.
- ¿Cuál es su relación con su familia?
- Sigue presente para ellos y muy preocupado por su familia, pero no hablamos de temas personales e íntimos.
- ¿Usted sabe cuándo va a volver a España?
- Tiene muchas ganas de volver, pero no hay nada planificado aún. Tiene muchas ganas de comer una buena tortilla de patatas, una ensaladilla, un buen jamón con sus amigos. Añora mucho la cocina española.
“No es impasible. Es muy directo, muy sincero y muy sensible”
- ¿Ve posible un retiro en España?
- Me parecería normal que un antiguo jefe de estado retirado pueda vivir su jubilación en su país. Estoy convencida que es lo que desea, pero no depende de él.
- ¿Qué pensó cuando le habló de su proyecto de libro?
- Le conté que estaba escribiendo un nuevo libro sobre él. En ese momento, pensé que dejaría de hablarme. Sólo contestó: ‘Ah, muy bien’. Y seguimos hablando. Nunca me preguntó por el libro, ni se inquietó de lo que diría. Siempre fue así; cuando hice el documental, me dejo total libertad, nunca lo noté preocupado, nunca percibí la menor forma de censura. No es alguien que esté controlando todo. Sorprende por parte de alguien en su posición.
- ¿Le preocupa la huella que dejará en la Historia?
- Siempre fue uno de mis más grandes reproches, que no trabajaba suficiente en su leyenda. Él partía del principio que las instituciones que dejaba a España hablaban por sí mismas, que no necesitaba forjarse una imagen de gran héroe de la democracia. Podría haber sido un portavoz a nivel mundial de la transición democrática, dar consejos... Nunca lo ha hecho y no lo entiendo. No se construye un aura. Forma parte del personaje, es lo que le hace simpático, no está jugando un papel, es él, nada más. Ahora que está fuera, me parece que le preocupa más. Después de todos estos escándalos, creo que se pregunta si esto no va a manchar su legado político.
- ¿Le vio cambiado por el exilio?
- Está más en forma que cuando se marchó de España. Ha perdido peso, hace mucha gimnasia, camina mejor que antes. En su caso, la vejez no es un naufragio.
- ¿Cuáles son sus distracciones allí?
- Está superconectado, es muy ágil con las nuevas tecnologías, se maneja estupendamente con el móvil, las tablets… Hace llamadas, videoconferencias… Sigue muy de cerca toda la actualidad, lee las ediciones digitales de los periódicos. Está a la última. Y siempre me habían dicho que sólo le gustaba el deporte, pero la lectura es también una de sus aficiones. Ahora está leyendo las memorias del hijo del General De Gaulle.
- ¿Le queda algo que contar sobre él?
- Lleva una vida de novela, siempre se producen giros inesperados. Seguro que van a ocurrir nuevas cosas, que escribiré algo más sobre él. No deja de sorprender. Con él, la Historia está en marcha.