Un mes después de salir publicadas las polémicas fotos de Iñaki Urdangarin en actitud cariñosa con Ainhoa Armentia, las dudas han dado paso a las certezas. No habrá reconciliación. El domingo 20 de febrero, doña Cristina volvía a su casa de Ginebra junto a Irene sabiendo que no hay un futuro en común con su marido.
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En los días previos, habló de ello con su entorno más cercano para avanzarles su hoja de ruta: “No quería retomar nada con Iñaki Urdangarin y no habría más reuniones más allá de los encuentros que tuvieran con sus hijos”.
Esa era la idea, después de haber hablado con Pablo, a quien debían una explicación ‘común’. La misma conversación que habían tenido con Juan, Miguel e Irene, en Ginebra, justo antes de decidir de común acuerdo ‘interrumpir su relación matrimonial’, pocos días después de que estallara la tormenta familiar.
A las siete de la mañana
La cita tuvo lugar el día 12 de febrero en Barcelona, y ya no hubo más encuentros —tampoco ninguna reunión con sus abogados—, aunque Urdangarin alargó su estancia al lunes para pasar más tiempo con sus hijos. Una decisión que despistó mucho y llevó a dar casi por hecho que habían acercado posiciones, aunque nada más lejos.
Doña Cristina se recluyó en un hotel de Pedralbes y blindó su mundo más privado. De su habitación a su trabajo, en la Fundación La Caixa, levantándose cada día a las siete de la mañana. En cuanto a Iñaki, además de quedar a cenar con los excompañeros de balonmano en el F. C. Barcelona, en una localidad del Maresme, aprovecharía para ver de nuevo a su hijo Pablo. De él se despedía el mismo día 14, recogiéndolo después del entrenamiento y dejándolo en el hotel donde lo esperaban su madre y sus hermanos, Miguel e Irene, los dos de vacaciones. Pero no se bajó del coche para un último abrazo en familia, y se fue directo a Vitoria, la ciudad donde lo esperaba su compañera de trabajo y los planes de una primera escapada juntos, tras las polémicas fotografías.
La alianza de casada
Así, y mientras Urdangarín y Armentia desaparecían al mismo tiempo de la capital alavesa y del foco, información que recogemos en este mismo número, la infanta también daba el paso de dejarse ver en público por primera vez. La hermana del Rey elegía la ciudad de Barcelona para contar que esa era su nueva vida, con la alianza de casada puesta, pero sin Iñaki a su lado y haciendo planes con su hijo Pablo, con el que aprovechó cada minuto libre de la semana después de que su marido regresara a Vitoria.
No habrá reconciliación: la hermana del Rey regresó a Ginebra con Irene sabiendo que no hay un futuro en común con su marido
Primero, en el hotel, a puerta cerrada, sin testigos, y el sábado, marcando el arranque de los nuevos días, acudiendo juntos al pabellón blaugrana para presenciar un partido de balonmano. El mismo escenario donde, el pasado otoño, doña Cristina e Iñaki todavía se cogían de la mano. Cuando, a ojos del mundo, formaban todavía un matrimonio indestructible, y la hermana del Rey también lo creía así.
Allí vieron el encuentro Barça-Bidasoa en la Liga Asobal, imponiéndose el equipo azulgrana frente a los vascos por un tanteo de 31 a 28. Y, allí, las cámaras fueron testigo también de las miradas entre madre e hijo que lo dicen todo. Es un nuevo comienzo.