Don Felipe y Doña Letizia aterrizan este lunes en Viena para inaugurar una exposición de Salvador Dalí en la Galería Belvedere, antiguo palacio de los Habsburgo. Seguramente, el monarca español se sienta como en casa en ese conjunto palaciego de estilo barroco, ya que por sus venas corre sangre azul de los Austria. Su tatarabuela, la reina María Cristina , viuda de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII, era archiduquesa austríaca de nacimiento y prima de Francisco José I, penúltimo emperador del Imperio austrohúngaro. Ella fue quien transmitió a los Borbón la leyenda de los tres cuervos, un maleficio que gravita desde hace siglos sobre los descendientes de la Casa de Habsburgo.
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La tradición oral cuenta que la dinastía austríaca es un linaje flagelado por toda suerte de desdichas porque sobre ellos cae una maldición desde el siglo XIII. El escritor y diplomático Melchor de Almagro San Martín, que trabajó como secretario de la Embajada española en Viena a comienzos del siglo XX, plasmó esta historia en su libro Alfonso XIII: Ocaso y fin de un reinado (1946), basándose en el relato que le contaron los cortesanos del Palacio Imperial de Hofburg durante los últimos años del reinado de Francisco José.
Según esa tradición, el sanguinario Rodolfo de Habsburgo, gobernador de Uri, Schwitz y Unterwalden, invadió el condado de Argavia en el 1100 y mandó a decapitar al príncipe soberano y a sus dos hijos, bravos y nobles guerreros. “Dios te ha dejado llegar al poder que ambicionabas, pero ni tú ni los hijos de tus hijos gozaréis en paz del fruto de los asesinatos y robos”, le habría dicho el viejo conde a Rodolfo con voz de trueno. “¡Tú y todos los tuyos sufriréis mi maldición mientras el mundo exista! Cada vez que la desdicha amague, se os aparecerán tres cuervos de pico rojo como la sangre, en cuyos cuerpos negros irán encantadas nuestras alamas vengativas”, había sentenciado el anciano antes de perder la cabeza.
Los cortesanos vieneses aseguraban que los tres cuervos no dejaron de hacerse nunca visibles ante el príncipe sentenciado o ante sus próximos parientes y familiares, anunciándoles un inminente desastre. La lectora de griego que acompañaba a la emperatriz Sissi el día de su asesinato dijo haberlos visto sobrevolando el lago de Ginebra. Algunas personas del servicio del emperador Francisco José contaron que divisaron a los pájaros de mal agüero revoloteando la víspera de la muerte del monarca. La emperatriz Carlota confirmó con horror haber visto a las aves en Europa el mismo día de la ejecución de Maximiliano de México en Querétaro. Los vecinos de Mayerling revelaron haber oído su canto, un graznido breve y bajo, la noche de la muerte violenta de Rodolfo de Habsburgo, heredero del imperio, y su amante, la baronesa de Vetsera, en enero de 1889.
“Muchos refieren haberlos contemplado; pocos, sin embargo, dan explicación racional al fenómeno”, escribió Melchor de Almagro San Martín en su libro. “En Austria abundan los cuervos. Se los encuentra a menudo solos o en bandas. A nadie se le ocurre atribuir su presencia a presagio de un infortunio para los Habsburgo hasta que después de ocurrido se acuerda de haber vislumbrado a un grupo de tres de esos pajarracos en cualquier parte, la víspera o en la propia fecha de la desgracia. Inmediatamente pretende la fantasía que vio a las tres aves agoreras, encarnación de los tres príncipes de Argavia”, explicó el diplomático.
La reina María Cristina, Habsburgo de nacimiento y Borbón por matrimonio, solía contar estas historias a sus familiares españoles. Alfonso XIII y su mujer, Victoria Eugenia, las oían como simples cuentos populares, viejas leyendas para impresionar a los supersticiosos y para aterrar a los niños antes de irse a dormir. Sin embargo, la maldición de los tres cuervos cobró un nuevo significado para la familia real española en el verano de 1934. En agosto de ese año, Gonzalo de Borbón y Battenberg, el menor de los hijos de los reyes de España, falleció trágicamente tras sufrir un leve accidente de coche en la localidad austríaca de Pörtschach. El infante, que solo tenía 19 años y padecía la hemofilia, falleció desangrado en los brazos de su padre y hermanas, las infantas Beatriz y Cristina, tías del rey Don Juan Carlos.
“La maldición de los tres cuervos cobró un nuevo significado para la familia real española en el verano de 1934”
“Cierta señora austríaca me escribió supersticiosa, poco después del infortunio de Gonzalo, que ella desde su jardín, sito en los aledaños de Viena, había visto pasar agoreros la víspera misma del accidente, en vuelo hacia el Oeste, al grupo fatídico de los tres cuervos de los Habsburgo, que anunciaban la desgracias de la Casa, según la vieja leyenda”, explica Almagro San Martín en su libro, en el que enumera las misteriosas desgracias sufridas por los hijos y nietos Borbones de la reina María Cristina: las malaventuras románticas y el terrible final de Alfonso de Borbón, príncipe de Asturias; el destino dramático del infante Jaime; el fallecimiento prematuro del infante Gonzalo; el exilio de Alfonso XIII y su muerte de pena en Roma…