“La reina consorte o el consorte de la reina no podrán asumir funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la regencia”. La Constitución española de 1978 solo dedica este breve artículo al papel oficial de la mujer de nuestro monarca. Una simple línea que solo se ciñe a la posibilidad de sustituir al rey en caso de fallecimiento de este durante la minoría de edad de la princesa de Asturias. En España no existe un estatuto de la reina o primera dama, por lo que la esposa del jefe del Estado debe inventarse cada día su oficio. Una vez, Palacio elaboró un reglamento. Pero el borrador del documento terminó guardado en un cajón de Zarzuela.
En 1996, Doña Sofía abordó este asunto en las entrevistas que dio a la periodista Pilar Urbano para su libro, La Reina. “Los actos que yo presido, las fundaciones, las asociaciones culturales, humanitarias, benéficas, sociales a las que dedico mi tiempo, las audiencias que recibo… nada de eso está escrito en ningún sitio; ni siquiera las líneas maestras de mi propio estatus, ni las vallas que no puedo pasar. No está escrito, pero está entendido”, reveló la consorte de Don Juan Carlos en el best-seller de Urbano. “Yo puedo ir a escuchar a Rostropóvich, a Barenboim, a Menuhin, o a Theodorakis, porque me gustan y porque soy una señora aficionada a la música. O puedo acompañar a la reina Sirikit de Tailandia a un concierto, como asunto oficial, porque soy la reina de España, cumpliendo mi obligación, aunque también me agrade. Pero no hay nada escrito”, reconoció entonces.
Curiosamente, Doña Sofía siempre se ha sentido aliviada de que no haya nada escrito sobre sus funciones. “Afortunadamente, no existe un Estatuto de la Reina, ni un Reglamento de la Familia Real”, reconoció a Urbano. “No digo que alguien no haya pensado en redactarlo alguna vez: ‘La reina puede…, la reina no puede…, la reina asistirá a…, la reina no asistirá a…’ Pero no hace falta escribirlo. Yo entiendo cuál es mi deber: todo lo que yo haga tiene que ser en beneficio de mi país, España”, explicó.
Ese ‘alguien’ que intentó regular las tareas de la reina no fue otro que Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa del Rey. A comienzos de la década de 1990, cuando asumió la jefatura, Fernández Campo, que había sido secretario general de la Casa del Rey durante trece años, creó un borrador de ‘Status’ o estatuto: un cuerpo de leyes o normas que no solo iban a organizar las obligaciones de los reyes en público, sino que también iban a tasar y limitar “las comparecencias y actividades de la reina”. Dicho borrador, por ejemplo, excluía a la consorte de las recepciones, pascuas, entregas de despachos en academias, desfiles y demás actos públicos militares. También suprimía muchas presencias conjuntas de la familia real. Tal como desvela Pilar Urbano en su libro, Don Juan Carlos tuvo en sus manos ese documento, pero “no prosperó”.
Probablemente, el proyecto no siguió adelante en parte porque no se ajustaba a la visión que tenía Doña Sofía de su papel como reina. “Mi vida es la vida del rey. No tengo otra vida. A partir de cierto momento, mi vida es la vida del príncipe. Y luego, la vida del rey. Yo soy reina porque me he casado con el rey . Parece que esté diciendo cosas obvias, pero… es así: si yo no fuese la mujer del rey, la esposa del rey, no tendría esta dimensión, no tendría este estatus. Soy consorte. Ese es mi estatus: consorte del rey”, explicó en el libro de Urbano. “Mi estatus es paralelo y ligado al rey. Ahora bien, tampoco soy ‘la mujer de’. La esposa del presidente de una república, por muchas cosas que haga, por mucho protagonismo que tenga, por muy popular que sea, no forma parte del Estado. Yo sí. El rey y la reina, la familia real, formamos la corona”, sentenció entonces.
Para Doña Sofía, el papel de toda la familia real era y es tan importante como el suyo. “Habiendo reina, y habiendo príncipe e infantas, la corona no es sólo el rey: somos el grupo familiar, el equipo familiar, la familia real. Y todos tenemos obligaciones, y todos tenemos que arrimar el hombro, y todos tenemos que poner nuestras agendas a disposición de los actos públicos que se nos encarguen”, dijo en sus entrevistas a Urbano.
La postura de la madre de Felipe VI en este sentido ha permitido que hasta el día de hoy la reina de España no esté “atada” a reglas y que pueda actuar con cierta libertad, siguiendo siempre su sentido común. Hoy, al igual que ayer, la consorte debe inventarse su oficio cada día. Doña Letizia no cuenta con un manual, pero sí que ha heredado ciertas líneas maestras, las bases sentadas por Doña Sofía. La regla de oro es que no puede ni debe apoyar iniciativas que no susciten consenso político o que puedan causar algún tipo de fricción en el gobierno. Además, ha adoptado como propias muchas iniciativas que inventó la reina madre, como los viajes internacionales de cooperación y la presidencia de honor de numerosas organizaciones sin fines de lucro (Cruz Roja, Unicef, FAD).
¿Don Felipe desempolvará algún día aquel viejo reglamento creado por Fernández Campo? Treinta años después, el manual para ser reina de España sigue guardado en algún cajón del palacio de la Zarzuela.