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Nos acercamos como nunca a la mujer y a la Reina, a través de su círculo más cercano

La reina Sofía al cumplir ochenta y tres años: las verdades sobre su vida y las mentiras que le han hecho daño

No mira al pasado y no le gustaría volver atrás. Está satisfecha con lo que ha hecho, cómoda con su edad y aspira a vivir tranquila y con salud muchos años


3 de noviembre de 2021 - 7:36 CET

La Reina doña Sofía cumplió el dos de noviembre ochenta y tres años. No ha sido ni de lejos el cumpleaños perfecto, pero ya son muchos difíciles y con sabor amargo. Fue un día tranquilo, íntimo y familiar… Hubo flores, un almuerzo, tarta de chocolate y muchas llamadas de teléfono, pero nada especial. Como siempre a su lado, de la mañana a la noche, su hermana, hablando de la vida, de filosofía, música y escuchando juntas los Nocturnos de Chopin.

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Un año más frente a siglos de historia real. Doña Sofía desciende de las dinastías que han reinado y gobernado Europa en los últimos siglos. Es bisnieta, nieta, hija, esposa y madre de Reyes, aunque, a día de hoy, y después de haber dedicado su vida a la Corona, a la familia y al bien de España, el país al que llegó, en 1963, sigue siendo una gran desconocida. Para acercarnos mucho más a la mujer y a la Reina que nunca se apartó de su camino, ¡HOLA! ha hablado a lo largo de este último año con muchas personas de su entorno y de muy diferentes ámbitos de trabajo.

Este es un nuevo relato, un reportaje construido con la mejor información para nuestros lectores, conseguida a base de entrevistas y conversaciones con amigos leales. El estrecho círculo, que quiere permanecer en el anonimato, pero también validar verdades ahora que sus pasos ya no están tan en el centro del foco.

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La Reina doña Sofía cumplió, el dos de noviembre, ochenta y tres años. No fue el cumpleaños perfecto, pero ya son muchos difíciles y con sabor amargo. Hubo flores, un almuerzo, tarta de chocolate y muchas llamadas de teléfono. Fue un día tranquilo, íntimo y familiar.

Cumplir ochenta y tres años

Doña Sofía no mira al pasado y no le gustaría volver atrás. Está satisfecha con lo que ha hecho en su vida, cómoda con su edad y aspira a vivir tranquila y con salud muchos años. Ochenta y tres es solo otro número y la oportunidad de seguir trabajando y manteniendo la ilusión de cara al futuro.

Su papel oficial se ha reducido, pero persiste en su labor con las mismas ganas de siempre. Lejos de jubilarse —mantiene su lema ‘uno nunca se jubila de la actitud’—, quiere continuar con su legado. Para doña Sofía, lo principal siempre es ‘el otro’ y espera haber sido útil a alguien y ayudar hasta donde se lo permitan sus fuerzas.

Nunca se ha planteado divorciarse del Rey Juan Carlos y seguirán casados hasta el final de sus vidas. Su marido ha sido su único amor y ahora son grandes amigos
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Arriba, doña Sofía el día de su boda (14 de mayo de 1962), en Atenas. Abajo, Federica con su primogénita, Sofía de Grecia y de Dinamarca; los tres hermanos, siempre unidísimos, Constantino, Sofía e Irene, en 1947, y las dos hermanas inseparables.

De esos días finales siempre habla con serenidad y una sonrisa. No tiene miedo a la muerte —nunca lo tuvo—, no pregunta qué harán con ella y tampoco le importa lo que sucederá después.

Su relación con el Rey don Juan Carlos

Nunca se ha planteado divorciarse del Rey Juan Carlos y seguirán casados hasta el final de sus vidas, aunque la separación entre ellos existe desde hace años. Su marido ha sido su único amor y ahora lo quiere de otra manera. Son grandes amigos.

No es una mujer despechada y le duele mucho lo que le está pasando porque le tiene un enorme cariño. A miles de kilómetros de distancia, y como su compañera de vida, también está preocupada por su salud y su soledad. Se llaman con frecuencia, están al día de lo que pasa, pero doña Sofía no habla de ello. Tampoco, ni con sus amigos más íntimos, menciona jamás la vida paralela de don Juan Carlos. Solo hace referencia a lo bueno de su marido y tiene muy presentes los momentos felices que compartieron cuando había mucho amor entre ellos, especialmente, hasta finales de los ochenta.

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Don Juan Carlos, con su uniforme de teniente de Infantería, y doña Sofía, después de su boda. La entonces nueva princesa de España llevaba un diseño de encaje de Jean Dessés y el velo nupcial de su madre.

¿Por qué no ha ido a ver a su marido?

Para doña Sofía, la Corona es lo primero y, ahora, todo pasa por el Rey. No puede estar más orgullosa de Felipe VI, el hijo que la visita casi a diario, la acompaña todos los domingos a Misa y siempre está pendiente de ella. Las circunstancias exigen límites y no hay nada más importante que la institución. Tomó esa decisión cuando su marido abandonó España. Siempre estará al lado de Felipe VI. El Rey es su elección.

No puede cambiar lo que ha pasado

Aun con mucho en contra, doña Sofía se adapta a los nuevos tiempos. Cada momento tiene su encanto o sus dificultades y abraza su destino. Así la educaron. Es una Reina de la vieja escuela, que nació en otra era y que ha sacrificado mucho, pero que cree que mereció la pena.

Cuando habla del Rey Juan Carlos solo hace referencia a lo bueno de su marido y tiene muy presentes los momentos felices que compartieron cuando había mucho amor entre ellos

No tiene la sensación de haber hecho algo mal y le cuesta entender que el final de su vida arrastre drama y momentos muy complicados, pero acepta que lo que le ha tocado vivir es lo que le ha tocado y que no puede cambiar lo que ha pasado. Sufre, pero no es infeliz, sigue disfrutando de cada día y agradece haber tenido una existencia con viven­cias extraordinarias.

Reina Sofía HOLA4032© (c)
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Arriba, los entonces príncipes con sus hijas, las infantas Elena y Cristina, y don Felipe, semanas después de su nacimiento (30 de enero de 1968). Abajo, la Reina y don Felipe en Mallorca. Para todos sus hijos y nietos, más allá de su papel de madre y abuela, doña Sofía es un referente humano y espiritual y un ejemplo de entrega, valores y corazón.

El amor de su familia y sus amigos

Le horrorizan los conflictos, las discusiones y siempre ha intentado ser la amalgama de la familia. Esa familia que adora y que es lo que más feliz la hace. Lo dice a menudo: quiere a sus tres hijos por igual y se muere por sus ocho nietos, de los que siempre está pendiente. Pero el amor no va solo en una dirección. Para todos sus herederos, más allá de su papel de madre y abuela, doña Sofía es un referente humano y espiritual y un ejemplo de entrega, valores y corazón.

Le horrorizan los conflictos, las discusiones y siempre ha intentado ser la amalgama de la familia, a la que adora y que es lo que más feliz la hace

Ellos son su pilar, junto a su inseparable hermana, Irene, y la princesa Tatiana Radziwill, hija de la princesa Euge­nia de Grecia y del príncipe Dominico Radziwill. Las tres siempre juntas desde el exilio en Sudáfrica, aunque también cuenta con muy buenos amigos en toda Europa. Entre los españoles, las familias Cotoner, Alba, Mondéjar, Urquijo y Koplowitz.

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Doña Sofía lo dice a menudo: quiere a sus tres hijos por igual y se muere por sus ocho nietos, de los que siempre está pendiente. Abajo, izquierda, con los hijos de la infanta Cristina —todavía no había nacido Irene—. A la derecha, alzando en brazos a la princesa Leonor a bordo del ‘Fortuna’, en 2006. Arriba, el abrazo a Felipe y Victoria de Marichalar y la ilusión de una abuela.

El mejor regalo

Algo que la emociona y agradece profundamente cada vez que sale de Zarzuela es el apoyo que le brindan los españoles. Seguir recogiendo aplausos y muestras de cariño, siete años después de haber dejado de ser la Reina de España y con la Corona afrontando un momento difícil, la reconforta mucho. Sentirse querida es el mejor regalo y siempre vuelve a casa con una sonrisa.

¿Qué echa de menos?

De su vida anterior, echa de menos los actos castrenses. Ahora, sigue todos los desfiles de las Fuerzas Armadas por televisión. No se pierde uno. Siente mucho aprecio por los militares y cree que son personas fieles y leales que no tienen dobleces.

Sufre, pero no es infeliz, sigue disfrutando de cada día, tiene un sentido del humor enorme y agradece haber tenido una existencia con vivencias extraordinarias

También añora los viajes de cooperación. Doña Sofía fue una pionera. Muy adelantada a su tiempo, fomentó como nadie la labor social, abrió camino a todas las reinas y princesas y tuvo un papel primordial al liderar el impulso solidario de empresas, instituciones y personas privadas.

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Izquierda, doña Sofía asistiendo al cumpleaños de su hermano, el Rey Constantino, el pasado octubre. Al lado, en 2017, durante el ochenta cumpleaños del Rey Harald de Noruega, en Oslo.

Las mentiras que le hacen daño

A doña Sofía le gusta saber qué se escribe de ella, pero, según una de sus amigas más cercanas, algunas informaciones publicadas a lo largo de los años la han llenado de tristeza e inquietud. “Que se haya dicho que no quiere a los españoles le ha hecho mucho daño. Nació en Grecia, pero es española y está muy orgullosa de serlo. Su amor hacia España no se puede debatir, aunque se diga que habla mal el idioma —con acento sí, pero no mal— o que no lo sabe escribir. Lo escribe perfectamente y sin faltas de ortografía, al igual que el griego, el inglés y el alemán. También entiende el francés, aunque no lo domina”.

La amiga de doña Sofía añade que, si no la hemos escuchado en intervenciones públicas, es porque “le horroriza tener que dar un discurso”. Lo ha hecho en contadas ocasiones, pero el miedo escénico tomando la palabra es algo que no ha podido superar.

Camina a diario varios kilómetros con sus perros, no le gusta cocinar y tiene una pasión: como a la princesa Leonor, le encanta el chocolate

También “le molestó que se dijera que había sufrido un aborto después de casarse, algo completamente falso, y que se publicara que tenía una vida secreta en Inglaterra. Doña Sofía nunca ha vivido en Londres, aunque sí viajaba a menudo a esta ciudad para ver a su hermano hasta que se mudó a Grecia. Ha sido y es una mujer entregada a su familia y a su país”.

Asimismo, concluye su amiga que “esa imagen que se ha querido dar de una Reina altiva, que intriga, que es una persona homófoba o racista no se corresponde en absoluto con la realidad”.

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Izquierda, con su hermana, la princesa Irene, en la entrega de los premios de pintura BMW (2016). Al lado, don Felipe, en las vísperas de su boda, saludando con un beso en la mano a la prima y gran amiga de su madre, la princesa Tatiana Radziwill.

¿Cómo es y cómo quiere ser recordada?

Más que como una gran Reina, doña Sofía quiere ser recordada como una buena persona. Está llena de humanidad, es sensible y generosa, divertida, espontánea y con un sentido del humor enorme que la lleva a reírse de sí misma constantemente. Le gusta mucho bromear, eliminar el drama —lo que tiene que pasar pasará—, pero también puede ser tímida, introvertida y prudente. Y si hay algo que le puede es la curiosidad. Tiene que preguntar sí o sí.

Es coqueta y le gusta que le digan que va guapa. No echa de menos las grandes joyas y le encanta ponerse las piezas que tienen para ella un valor sentimental

Siempre está en su sitio, pero es muy cercana, cariñosa y con un corazón de oro. No es fingir en escena o quedar bien. Está interesada de verdad en lo que la rodea y piensa bien de todo el mundo. Le duele creer que tiene enemigos; no entiende la falsedad, el engaño ni la maldad, y no sabe lo que es el rencor.

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Abajo, doña Sofía con sus perros. Arriba, el pasado verano, caminando de la mano con la princesa Leonor, después de una cena familiar, en Mallorca.

Los días en palacio

Disfruta mucho de su familia, que no pierde la oportunidad de visitarla; lee de todo y a todas horas —empezando por la prensa cada mañana— para saciar su curiosidad porque, como suele decir, “nunca se sabe lo suficiente de nada”, y le apasiona la música. Con mucha frecuencia escucha La pasión según San Mateo, su obra clásica favorita y la última pieza que escuchó su padre, el Rey Pablo, antes de morir.

Le gusta saber qué se escribe de ella, pero algunas informaciones la han llenado de tristeza e inquietud. Le dolió que se dijera que no quiere a los españoles y pensar que tiene enemigos

No juega a las cartas ni hace punto, pero le gusta ver algunos programas de televisión, películas —a veces armada de pañuelos—, series y le encanta nave­gar por Internet e investigar apuntándose a muchos encuentros virtuales. Al igual que el Rey Juan Carlos, también es una Reina actualizada.

Sigue como siempre con su vida y sus proyectos, los que fue construyendo a lo largo de los años, y en la agenda siempre tiene algo. Un almuerzo privado, una reunión… También, y desde que estalló la pandemia, aprovecha para revisar su legado y poner en orden sus incontables álbumes de fotos. Más de cuarenta mil fotografías, muchas de ellas, realizadas por ella misma.

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Doña Sofía recibiendo una ola de aplausos durante la ceremonia de proclamación del Rey Felipe VI.

Deporte y cocina

Nunca le gustó demasiado hacer deporte, pero siempre se ha cuidado con ejercicio y buenos hábitos de alimentación. Antes esquiaba, montaba a caballo, jugaba al tenis y, de joven, llegó a ser olímpica —fue miembro de reserva del equipo griego de vela—, en los Juegos Olímpicos de Roma (1960), cuando su hermano, el Rey Constantino, obtuvo el oro en la clase Dragón… Pero ahora, y desde hace años, se mantiene en forma caminando a diario varios kilómetros acompañada de sus perros.

De su vida anterior, echa de menos los actos castrenses y sigue todos los desfiles de las Fuerzas Armadas por televisión. También añora los viajes de cooperación, en los que fue una pionera

No cocina, nunca lo ha hecho, porque no le gusta, pero disfruta mucho de la comida. Platos sencillos que incluyen pescado, verduras, arroz, pasta, ensaladas, quesos y fruta. No bebe casi alcohol, alguna copa de vino tinto de vez en cuando, y tiene una pasión: al igual que a la princesa Leonor, le encanta el chocolate.

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Durante un acto de entrega de la bandera de España, en Alicante.

Muy coqueta

Doña Sofía es coqueta, cuida mucho su aspecto físico y le gusta que le digan que va guapa. Cree que es importante ir arreglada, aunque nunca ha seguido las tendencias. Tiene su estilo —sobrio, elegante y atemporal— y es único. El mismo desde hace cuatro décadas.

Más que como una gran Reina, doña Sofía lo que quiere es ser recordada como una buena persona

En cuanto a las joyas, no echa de menos los grandes aderezos, pero le gusta ponerse las piezas que tienen un valor sentimental. Los recuerdos que pasan de madre a hija mezclados con su colección de amuletos y fantasías y un anillo de quita y pon, que siempre ha estado muy cerca de ella: el que le regaló el Rey Juan Carlos, con dos rubíes redondos y un diamante talla baguette, el día de su compromiso (1961), hace sesenta años.

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Con su mejor sonrisa y el collar de perlas con un ‘pendentif’ de rubí cabujón, que heredó de su madre, en el cuarenta aniversario de la Constitución.

Lo que más le gusta

Poder ayudar es un compromiso de por vida como Reina. En lo que le mande el Rey Felipe VI y al frente de la  Fundación Reina Sofía , que llena su vida desde que la constituyó, en 1977. El año que dejó de ser la sombra de don Juan Carlos y empezó a desplegar su labor humanitaria y su misión más personal, apoyando siempre a los colectivos más desfavorecidos, entre ellos, el desarrollo de la mujer rural a través del microcrédito.

Desde su organización, promueve proyectos educativos, de ayuda social y medioambientales, centrados especialmente en la conservación de los océanos, sin olvidar la investigación de las enfermedades neurodegenerativas. Desde la campaña ‘Neuro 2020/22’, que, con la colaboración de la Fundación Gala-Salvador Dalí, permitió dar vida al gran artista, a través de la técnica del deepfake, al alzhéi­mer, su legado más ambicioso y una referencia internacional de trabajo desde que, en 2007, se creó el Centro Alzhéimer de la Fundación Reina Sofía. Un edificio proyectado y construido con criterios bioclimáticos —lamas de vidrio fotovoltaicas, paneles solares, reciclaje de agua de lluvia—, con el que cumplía el sueño de cuidar a los que cuidaron y ayudaron a hacer grande a nuestro país, mientras volvía a demostrar que siempre ha ido un paso por delante al llamar la atención sobre la necesidad urgente de cuidar el planeta.

No tiene miedo a la muerte y siempre habla de los días finales con serenidad y una sonrisa

Todo ello, sumado al apoyo brindado a la  Federación Española de Bancos de Alimentos  (FESBAL), que opera en toda España combatiendo el hambre y la pobreza desde el estallido de la pandemia. La Fundación Reina Sofía le ha aportado en los últimos años más de dos millones de euros. Y no solo es la ayuda económica, sino también la visibilidad. Y nunca tuvieron tanta hasta que tomó la decisión de visitar los 54 bancos en funcionamiento. Ya lleva casi treinta.

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En 2014, durante su último viaje de cooperación a Guatemala.

Doña Sofía no está esperando a que le cuenten lo que se ha hecho, es una presidenta ejecutiva —no de honor— que toma decisiones y pone problemas y soluciones encima de la mesa.

Entre ideales y sueños rotos, sigue peleando cada día por sus proyectos. Se implica al cien por cien, elige a su equipo (los patronos) y siempre tira hacia adelante en busca de un mundo mejor: “Hay que hacer, hay que hacer”.

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La Familia Real a su llegada al Congreso de los Diputados para el acto de conmemoración del cuarenta aniversario de la Constitución, presidido por el Rey, en 2018.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.