Doña Sofía está a punto de cumplir 83 años. La Reina, nacida en el palacio ateniense de Psykhikó el 2 de noviembre de 1938, ha podido celebrar su cumpleaños por adelantado en su ciudad natal y junto a sus hermanos y sobrinos griegos. Han sido casi 96 horas de festejos y planes culturales en Atenas. El viernes, asistió a los Premios Princesa de Asturias, en Oviedo, para oír el discurso de su nieta, la Princesa Leonor. Al día siguiente, madrugó y cogió un avión rumbo a la capital griega para acompañar a su sobrino pequeño, el príncipe Philippos de Grecia y Dinamarca, en su boda con la heredera suiza Nina Flohr.
Thomas Flohr, padre de la novia y magnate de la aviación, reservó cientos de habitaciones en los dos mejores hoteles de la ciudad para que los invitados VIP de su yerno y su hija disfrutaran de la mejor hospitalidad griega. Según ha podido saber ¡HOLA!, Doña Sofía se alojó en el hotel Grand Bretagne, en la histórica plaza Síntagma y con vistas al antiguo Palacio Real. Es el preferido de su hermano, el rey Constantino II. Este lujoso hotel es propiedad del armador Thanasis Laskaridis, buen amigo del monarca heleno. Todos los invitados se encontraron en sus habitaciones con obsequios de bienvenida típicamente griegos: pistachos de Egina y una botella de ouzo, un licor anisado con fuerte sabor dulce y olor a regaliz, personalizada con los nombres de los novios. Otro grupo de convidados a la boda se alojó en el King George, también propiedad de Laskaridis.
Fiesta hasta la madrugada
Según ha podido saber ¡HOLA!, Doña Sofía disfrutó de la fiesta de su sobrino hasta casi las 2 de la mañana. Aunque el sábado había madrugado para volar a Atenas, no quiso perderse ni un solo momento de la celebración. Los príncipes Philippos y Nina dieron un banquete imperial en el Athens Tennis Club, dentro del complejo deportivo de la Asociación Nacional de Gimnasia. Ubicado en el centro de la capital, se trata de un emplazamiento único a los pies de la Acrópolis y con vistas al Partenón. Está rodeado por el Jardín Nacional de Atenas, el Záppeion y las colinas cubiertas de pinos de Ardettos y Agra.
La Reina degustó un menú de delicias griegas: ensalada de tomate al estilo griego, aderezada con queso feta; ravioli con cetas de temporada y aceite virgen extra; y filete de mero dorado con hinojo salvaje y spanakorizo, un clásico plato vegetariano griego de espinacas y arroz. A la medianoche, los invitados más jóvenes abrieron la pista de baile. Doña Sofía se quedó más allá de esa hora conversando con familiares y reencontrándose con viejos amigos. Entre los invitados había representantes de todas las grandes sagas de armadores: los Niarchos, los Goulandris, los Vardinoyannis, los Lemos…
El domingo, la madre de Don Felipe volvió a levantarse temprano y almorzó con su familia en el Club Náutico de Atenas, un sitio muy especial para ella y sus hermanos. Constantino, Sofía e Irene aprendieron a navegar en ese recinto. En 1960, el monarca heleno ganó la medalla de oro de vela en los Juegos Olímpicos. Doña Sofía fue suplente en el equipo de su país durante aquellos Juegos.
Historia y arqueología
El lunes, la Reina pudo descansar y prepararse para una visita especial al Museo Bizantino y Cristiano de Atenas. El martes, recorrió la exposición dedicada a la Batalla de Lepanto, titulada Lepanto 1571-450 años de la mayor victoria de los cristianos. La directora del museo, la arqueóloga Katerina Delaporta, ejerció de guía de lujo de Doña Sofía y su inseparable hermana, la princesa Irene. “La boda de mi sobrino pequeño, Philippos, fue estupenda”, declaró a los medios que cubrían el acto, tal como ha revelado ABC.
Luego, realizó una visita privada al Museo de la Acrópolis. Su nuevo director, el arqueólogo y catedrático de la Universidad de Atenas Nikos Stambolidis, hizo de guía. Al mediodía, almorzó con Stambolidis. Seguramente, tuvieron mucho de que hablar ya que Doña Sofía es una gran amante de la arqueología y tuvo a la mejor maestra, la gran arqueóloga Teofana Arvanitopoulos, que fue su tutora y profesora de “saber universal“. De joven, la madre de Felipe VI ayudó a Arvanitopoulos a realizar un gran hallazgo: el descubrimiento de las ruinas de la antigua ciudad de Decelia, enterrada dentro de los dominios del palacio de Tatoi. En 1959, la Reina publicó un libro al respecto, Cerámicas en Decelia, completado pocos meses después con otro, Miscelánea arqueológica, en el que daba noticia de la gran variedad de descubrimientos. Solo tenía 21 años.
Doña Sofía regresó a España con el mejor regalo de cumpleaños: el recuerdo de cuatro días inolvidables con su familia. Y en la ciudad que la vio nacer.