El rey Juan Carlos se confiesa con su biógrafa, la historiadora Laurence Debray. Después de un largo año viviendo fuera de España ‘rompe su silencio’ en Mon roi déchu (Mi Rey Caído), de la Editorial Stock. Un ensayo de 272 páginas que salió a la venta en Francia ayer y ya ha empezado a hacerse sitio en la lista de los más vendidos.
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Es un libro muy personal. La reflexión de la autora apuntalada en diez años de diálogo con Don Juan Carlos, un rey caído, pero también un hombre que sigue en pie. Y, en su trabajo analítico, cabe todo. La vida, la historia, los sueños, la lucha, y, también la sombra de la muerte.
A Don Juan Carlos nunca le gustó que se hablara de su mala salud . Para la historia aquella frase que pronunció en 2011, cuando los rumores sobre sus dolencias arreciaban. “Estoy fatal, fatal, fatal. Lo que os gusta es matarme y ponerme un pino en la tripa”. Y nunca hasta ahora había hecho referencia al destino final.
Tiene la fuerza de los supervivientes y no se da por vencido, pero ‘no esconde su aflicción’
La muerte de muchos amigos y personas queridas, el temor a lo irremediable, cuando va camino de cumplir 84 años, las diecinueve operaciones quirúrgicas -la última en 2019, cuando le fueron colocados tres bypass coronarios-, la incertidumbre a miles de kilómetros del que fue su hogar durante décadas, la ausencia de abrazos de su familia… Todo pesa.
La autora, que trata de entender al hombre detrás del monarca, sus luces y sombras, dice que tiene “la fuerza de los supervivientes” y que “no se da por vencido”; que sigue siendo indomable -su “actitud sigue siendo digna, combativa, espíritu, afilado y vivo”- pero que “no esconde su aflicción.”
Hay emoción en sus ojos (que ya no son tan azules) y tristeza en su corazón. No está solo, pero lo está.
Sigue siendo cercano, afable, y mantiene la sonrisa de niño, contagiosa… pero, a veces, ésta se ve interrumpida por la emoción.
Cuando habla de la muerte de su primo, el marido de la Reina Isabel II, don Juan Carlos se muestra conmovido. El entierro “fue magnífico, realmente muy emocionante y elegante”, dice el padre de Felipe VI. Y añade la autora: “En España también se entierra bien”. “El entierro de mi padre fue muy bonito. Ahora, me toca pensar en el mío”.
“España le organizará funerales a su medida? ¿Quién irá?” concluye la autora.
Recordando a los que ya no están
Su mirada se pierde mientras los recuerdos afloran. A lo largo de las páginas del libro, se repasa su vida, sus logros y sus errores, y se deja un hueco grande para recordar a los que ya no están.
Desde su abuela, la reina Victoria Eugenia , una mujer excepcional, a la que quiso muchísimo, “fue como una madre para mí, era mi abuela-madre”… A su madre: “Me ayudó mucho en la vida”, sin olvidar la muerte de su hermano por un disparo y a su padre, el conde de Barcelona.
Del infante Alonso dice que “estábamos muy unidos, nos queríamos enormemente. Fue un desgraciado accidente. Le echo mucho de menos. Me gustaría tenerle a mi lado, poder hablar con él.” “Era muy simpático. Muy inteligente también.”
También hay muchas palabras de admiración y respeto infinito para su padre y mentor, Don Juan. El hombre que le inculcó el amor por España y los valores de la democracia. “Los tengo en los genes.”
Con “lagrimones de verdad” delante de toda España.
Se emociona viendo las imágenes del día que renunció al trono en su favor. “Un día conmovedor. Me hubiera gustado darle más importancia (...) Mi padre se sacrificó por España.”
“[…] Fue para mí el mejor consejero, el mejor amigo, el aliado más fiel. Nos entendíamos con la mirada, era un gran hombre, y tuve la suerte de tenerlo como padre.”
En su funeral Juan Carlos hizo público su amor y admiración. “ Lo enterré como rey, se lo merecía” -le confesó a la autora en el documental Yo, Juan Carlos, rey de España- y lo lloró como hijo con “lagrimones de verdad” delante de toda España.
Don Juan Carlos no conserva recuerdos tristes de su infancia. Era un hogar muy alegre. “Llevaba la vida de un niño feliz. No pensaba para nada en la política, sólo en jugar.” “Era muy feliz con mis hermanos, mis hermanas y mis amigos.”
La comida que preparaba su madre
De esa época evoca con emoción la comida que preparaba su madre, la condesa de Barcelona, María de las Mercedes, que era una muy buena cocinera. También que no le gustaba la piña y “sigue sin gustarme‘’. En Portugal, era barata y nos la servían en cada comida. Cuando llegué a España, descubrí la naranja que me pareció suculenta. Era una maravilla, y lo sigue siendo, comer una buena naranja.”
Hablando de los momentos difíciles de su reinado, dice que han sido muchos. “Para ser sincero, tuve 800 momentos dolorosos. Son las 800 victimas del terrorismo que hay en España. Y estoy de todo corazón con ellas.” Entonces, relata la autora, “le desborda la emoción, se le caen lágrimas de tristeza y resignación.”
Un nuevo escenario: el posible regreso del monarca a España.
Hablando del pasado (de la Transición), Laurence percibe “su capacidad de concisión fulgurante, perspicaz”. Cuando vuelve al presente, nunca hay amargura ni rencor en sus palabras. Don Juan Carlos conserva toda su lucidez y sagacidad, y un don de análisis muy agudo. Se informa, quiere saberlo todo y pregunta.
Debray confiesa su desconcierto al marcharse -después del último encuentro que tuvieron en abril- dejando en Abu Dabi a “un gran hombre encogido, abandonado a sus errores y debilidades”… Pero, y coincidiendo con la publicación del libro, en Francia, se acaba de abrir un nuevo escenario: el posible regreso del monarca a España.
Según avanzaba El Confidencial, la Fiscalía está sopesando dar carpetazo a las tres investigaciones. Salvo que surjan nuevas evidencias, el horizonte judicial de Juan Carlos I podría quedar despejado en cuestión de semanas.
Después de muchos meses, Don Juan Carlos podría empezar a plantearse la vuelta a casa.