Como no los habíamos visto en mucho tiempo. Doña Cristina recupera el tiempo perdido y cumple el sueño de disfrutar de su primer verano en familia, después de cuatro años. La última vez que pisaron juntos de las playas de Bidart fue en 2017, pero ya fue un agosto con sabor amargo y marcado por la espera a que el tribunal dictara sentencia.
Un año después, 18 de junio, Iñaki ingresaba en prisión, marcando el punto y aparte de una vida inesperada para la infanta… Han pasado tres años desde entonces y, ahora, Urdangarín vive en régimen de semilibertad en Vitoria, la ciudad de su infancia; trabaja como asesor en Imaz & Asociados, un despacho de abogados; cuenta con permiso judicial para viajar al extranjero, y empieza a recuperar su vida y sus costumbres.
Las decisiones importantes
Les esperan todavía tiempos inciertos, aunque las decisiones importantes ya están tomadas. La infanta seguirá viviendo en Ginebra con su hija más pequeña, Irene. Ya queda menos para que su marido pueda volver a casa… Y, ahora, toca verano.
Tras librar los tiempos más difíciles, doña Cristina y su marido han podido volver a unirse a Claire Liebaert , la madre de Iñaki Urdangarín. Desde que se casaron (el 4 de octubre de 1997), este rincón del País Vasco francés, en el cantón de San Juan de Luz, siempre fue un destino fijo a finales de verano, pero desde 2012, después de dejar atrás Mallorca y el palacio de Marivent, Bidart se convirtió en la gran referencia como refugio estival.
El matrimonio de Iñaki y doña Cristina ha sobrevivido a años de escándalo y presión y, al tiempo, privado de la total libertad de Iñaki, pero el camino está marcado. Las imágenes que publicamos lo demuestran una vez más: juntos contra todo, igual de unidos y más fuertes y con la ilusión de volver a recuperar su vida, aunque ya nada será lo mismo.
Irene, la única hija de cuatro hermanos, acaba de cumplir dieciséis años —la princesa Leonor los cumple en octubre— con un cambio físico espectacular y muestras constantes de cariño hacia su padre
En los últimos años, y coincidiendo con la estancia de Urdangarín en prisión, sus tres hijos mayores no solo han cumplido la mayoría de edad, sino que, además, vuelan solos por Europa. Juan ha terminado la carrera. Pablo sigue los pasos de su padre en el mundo del balonmano y cursa Ingeniería Ambiental, en Barcelona. Y Miguel, el ahijado del Rey Felipe, rubio, de ojos azules y apasionado de la música, estudia Ciencias del Mar, en Londres.
Irene, muy unida a su padre
En casa, en Ginebra, ya solo les queda Irene y no tardará en volar. La más pequeña de los Urdangarín Borbón acaba de cumplir dieciséis años (nació el 5 de junio de 2005) y, además, con un cambio físico espectacular. Tenía cuatro años cuando sus padres se trasladaron a Washington, en 2009; ocho cuando se instalaron en Suiza, y, de todos los hermanos, es la que más ha echado de menos a su padre. Iñaki la llevaba al colegio, el Ecolin, de Ginebra; la ayudaba con los deberes, y era su compañero de deporte.
Los hijos de doña Cristina son grandes deportistas —Pablo sigue los pasos de su padre en el mundo del balonmano— y presumen de figura atlética
Y de esa unión hemos vuelto a ser testigos. Irene siente debilidad por su padre —y al revés— y las muestras de cariño entre los dos, como se puede ver en las fotografías, son constantes. Abrazos, juegos y risas, mientras sus hermanos Pablo y Miguel surfean el Atlántico con sus tablas y doña Cristina los observa de cerca.
Una familia más disfrutando de un día de sol y playa. Tumbados sobre la arena, cargando con sombrillas y mochilas. Lo que inicialmente llamó la atención ya es normalidad. La hermana del Rey, que evita desde hace años ser fotografiada en bañador, sentada en una silla con sombrilla, hablando con su marido, viendo a sus hijos hacer deporte y a la más pequeña disfrutando al máximo de un padre muy entregado y cariñoso.