El 5 de enero de 2020, la Infanta Doña Pilar ingresó en el Hospital Ruber Internacional de Madrid con una extraña neumonía bilateral y una bronquitis. La hermana del Rey Don Juan Carlos necesitaba oxígeno y estaba muy débil. Solo unas horas antes, la Organización Mundial de la Salud había informado oficialmente sobre la existencia de un conglomerado de casos de neumonía en la región china de Wuhan causados por un nuevo coronavirus, pero hasta entonces no se había registrado oficialmente ningún caso fuera de China. Solo tres días después de su ingreso, la tía de Felipe VI falleció.
“Fueron tres días de vigilia, desconsuelo y despedida”, narra la periodista Marina Pina, corresponsal de Casa Real en el periódico El Mundo, en su libro Pilar y Margarita. Las hermanas del Rey Juan Carlos (La esfera de los libros). “Con los hijos haciendo turnos y dejando a los más íntimos pasar a despedirse, para que la Infanta se marchara en paz y con el cariño de todos”, revela Pina en este libro que repasa las fascinantes vidas de las dos Infantas : desde su nacimiento en el exilio hasta su puesta de largo, pasando por sus amores y otros detalles inéditos.
Uno de los capítulos más emotivos de Pilar y Margarita es el que reconstruye cómo fueron las últimas horas de vida de la duquesa de Badajoz. “Doña Pilar seguía consciente a ratos, tanto que se comunicaba por WhatsApp con su amiga Mayte Spínola . El final se acercaba y recibió la extremaunción”, explica Pina en su libro. Un día antes de su muerte, la Infanta envió un último deseo a su amiga y confidente. Según revela la periodista, mandó una fotografía del ángel custodio con el siguiente mensaje: “Reza por el Rey y por España”. Luego de eso, su teléfono enmudeció. El 8 de enero, pasado el mediodía, expiró.
“Fue su último servicio a la patria”, apunta Pina en su libro. “Doña Pilar se marchó en paz. No la mató el cáncer sino una extraña neumonía que se agravó por sus complicaciones de salud”, añade. La Infanta falleció rodeada de sus seres queridos. La familia se despidió de ella. El día antes de su muerte la visitaron sus hermanos. “Dieron gracias porque su final no fue tan agónico como el de Don Juan. Pero estaban desolados. Se había muerto la hermana mayor, el pilar de la familia”.
Ciertamente, la muerte de Don Juan marcó a sus hijos y a toda la Familia Real. El Conde de Barcelona pasó seis meses ingresado en la Clínica Universitaria de Navarra, en Pamplona. El día 8 de marzo de 1993 entró en una larga agonía que le mantuvo inconsciente, profundamente dormido, 24 largos días resistiendo a la muerte. Finalmente, falleció el 1 de abril a las 15:30.
Una despedida íntima
Por deseo de Doña Pilar, el velatorio se celebró en su casa de Puerta de Hierro. Cubrieron su féretro con una bandera de España. La Infanta tenía derecho a ser enterrada en el Panteón de los Infantes de San Lorenzo de El Escorial. Pero rechazó esa despedida solamente. Pidió reposar al lado de su marido, Luis Gómez-Acebo, y recibir un entierro íntimo.
En medio del luto, Simoneta Gómez-Acebo, hija de Doña Pilar, comenzó a sentirse muy mal y acudió al médico. Según el libro de Pina, tuvo que quedarse ingresada con una neumonía similar a la de su madre. Juan Gómez-Acebo, otro de los hijos de la Infanta, también enfermó. Mayte Spínola, la gran amiga de la duquesa de Badajoz, no pudo asistir al funeral ni al entierro por encontrarse enferma. También estaba aquejada de esa extraña neumonía.
Pocas semanas después, el 31 de enero, el Centro Nacional de Microbiología confirmó el primer caso de coronavirus en España. Y el 14 de marzo, el Gobierno aprobó declarar el estado de alarma en todo el territorio nacional.