Es una de las ceremonias más vistosas y protocolarias de la monarquía española y este jueves ha vuelto a brillar como antaño. El Rey ha recibido en el Palacio Real las cartas credenciales de los nuevos embajadores destinados en España. Es la segunda ocasión que el soberano se encuentra con los diplomáticos en tan regio lugar, desde que estalló la pandemia, ya que en junio, el ceremonial se vio alterado por el coronavirus y obligó a que los encuentros fueran mucho más modestos y en la Zarzuela, donde reside Felipe VI con su familia. En esta ocasión y recuperando todo el esplendor de un acto,cuyo protocolo se ha mantenido prácticamente inalterable desde el siglo XVIII, el Rey conoció a los representantes de Lituania, Ucrania, Eslovenia, Bélgica, Haití, Camerún y Argentina en la Cámara Oficial del Palacio Real y con todos los honores que la ocasión se merece.
Vestido con el uniforme de gran etiqueta de capitán general del Ejército de Tierra, el monarca ha ido recibiendo en la Cámara Oficial de Placio a Lyra Puišyté-Bostroem, embajadora de Lituania; Serhii Pohoreltsev, de Ucrania; a Robert Krmelj, de Eslovenia; a Gerard Cockx, de Bélgica; Louis Marie Montfort Saintil, de Haití; Paulin Godfried Reliques Yanga, de Camerún y a Ricardo Luis Alfonsín, de Argentina. Se da la circunstancia de que este último es hijo del expresidente de Argentina Raúl Alfonsín, que estuvo en el cargo desde 1983 hasta 1989. Las cartas credenciales son el documento que acredita a un embajador extranjero como representante y máxima autoridad diplomática de otro país en España.
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No es la primera vez en los últimos tiempos que se recupera el Palacio Real para este solemne acto. A finales de septiembre, Felipe VI recibió a los representantes diplomáticos de Guinea Ecuatorial, El Salvador, Australia, México, Malta, Suiza y Paraguay en tan ilustre escenario, pero antes, en verano, los embajadores de Portugal, China, Italia, Vietnam, Namibia y Etipoía tuvieron que conformarse con una sencilla ceremonia en el Salón de Audiecias de Zarzuela debido al coronavirus. En aquella ocasión, don Felipe iba vestido de civil y tras la presentación formal tuvo un encuentro con los recién nombrados representantes en la intimidad de su despacho.
Antes de ser recibidos por el jefe del Estado, los nuevos embajadores entregan una copia a la introductora de embajadores en su despacho oficial de la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores en el madrileño Palacio de Santa Cruz, construido en el siglo XVII y sede de la cartera de Exteriores desde el año 1938. Desde allí, los miembros de la embajada toman asiento en una carroza llamada coche de París, de dos caballos, con cochero y lacayos. El embajador y el funcionario diplomático español que le acompaña se acomodan en la berlina de gala, de seis caballos, con postillón, palafreneros, lacayos y cochero. En estas carrozas de la época de Isabel II y Alfonso XII se dirigen hacia el Palacio Real. Un escuadrón de escolta de la Guardia Real acompaña a la comitiva atravesando la Plaza Mayor, la calle Mayor y la calle Bailén hasta llegar al Patio de la Armería. Al paso de la carroza por este patio, la Agrupación de la Guardia Real le rinde honores interpretando el himno nacional de su país.
Una vez en Palacio, el embajador y sus acompañantes suben por la Escalera de Embajadores y desde allí la introductora de embajadores los acomapaña a través del Salón de Alabarderos, el Salón de Columnas y la Saleta de Gasparini, hasta el Salón del Trono, donde espera el jefe de Protocolo del Rey. A continuación se dirigen a la Antecámara Real pasando por el Salón de Teniers. La ceremonia en sí se desarrolla en la Cámara Oficial, donde está el soberano y la titular de la cartera de Exteriores. La introductora anuncia al nuevo embajador con la denominación oficial de su país, este hace entrega al monarca de las cartas credenciales y se presenta antes de pasar a la Saleta del Nuncio donde mantienen un breve encuentro. A su salida, una Sección de Pífanos y Tambores de la Guardia Real interpreta el Himno Nacional de España.