Margarita María de la Victoria Esperanza Jacoba Felicidad Perpetua de Todos los Santos de Borbón y Borbón llegó a este mundo en un momento crucial en la historia de España y, por ende, de la familia real. La infanta nació el 6 de marzo de 1939 en el Hospital Anglo-Americano de Roma, en pleno exilio de los Borbón y pocas semanas antes de que terminara la Guerra Civil. Para sus padres, don Juan y doña María de las Mercedes, el nacimiento fue una gran alegría, especialmente para el conde de Barcelona, que acababa de perder a su hermano mayor, Alfonso, el ex príncipe de Asturias, en un trágico accidente de coche en Miami.
Al poco tiempo, sus padres averiguaron que la niña, aunque con un punto de luz en un ojo, era ciega. Don Juan había crecido con dos hermanos hemofílicos -Alfonso y Gonzalo- y otro sordomudo -Jaime- y había visto cómo estos habían sufrido por culpa de sus enfermedades y discapacidades. No estaba dispuesto a repetir la historia, así que decidió criar a Margarita exactamente igual que a sus otros tres hijos, doña Pilar, don Juan Carlos y don Alfonso, convirtiéndola en una persona excepcional. “Nos dijeron que para no darle complejo había que educarla como a los demás chicos, si acaso vigilándola un poco más, por si acaso… Debo decir que en ningún momento se achicó. Al revés, muchas veces era demasiado atrevida”, reconoció María de las Mercedes en su autobiografía.
La condesa de Barcelona siempre rememoraba una anécdota que refleja el espíritu valiente de su hija. “Yo recuerdo con horror que con sus primos, los hijos de los condes de París, se subía a los tejados altísimos del Castillo de Eu, en Normandía. La colocaban al borde de la cornisa y luego dos se encargaban de las manos y dos de los pies y le decían: ‘Margot, mano derecha; Margot, pie izquierdo’. Y así subían a lo más alto con aquella criatura que no veía y que estaba encantada”.
Doña Margarita suplió su falta de visión con una gran capacidad auditiva y un don natural para los idiomas. Es algo frecuente en los invidentes debido a, entre otros factores, su sensibilidad sensitiva y su entrenamiento memorístico. Así que se convirtió en una políglota: habla perfectamente español, italiano, francés, inglés y portugués y se defiende en otros cinco idiomas, incluido el árabe y el búlgaro.
Además, es una gran pianista y melómana. Le apasiona la música clásica, pero también el rock, el pop y la electrónica. Los gustos musicales de la tía de Felipe VI son amplios y van de AC/DC a Julio Iglesias, pasando por U2, Bruce Springsteen, Bon Jovi, o El Canto del Loco. Por eso se ha ganado el apodo de “la infanta rockera”, aunque también podría ser “la infanta futbolera”, ya que es culé y no se pierde ningún partido del Barcelona.
El 12 de octubre de 1972, a sus treinta y tres años, se casó con el médico Carlos Zurita. Tuvo que renunciar a sus derechos de sucesión al trono español, ya que su prometido no era miembro de una familia real. Sin embargo, eso no la alejó de sus seres queridos y siempre estuvo muy cerca de su padre, don Juan, y de su hermano, don Juan Carlos. En 1981, el monarca le concedió el título de duquesa de Soria, con grandeza de España. Pero a ella le gusta que la llamen simplemente “Margot”.
Ha dedicado toda su vida a causas muy cercanas a ella: es presidenta de honor de la Fundación ONCE, que ofrece programas de integración laboral y formación y empleo para personas con discapacidad; presidenta de honor de la Fundación Española del Corazón -su abuelo, el rey Alfonso XIII, y su bisabuela, la reina María Cristina, fallecieron a causa de infartos-; y también preside la Federación Española de Hemofilia, una enfermedad que azotó y marcó a su familia durante décadas.
Hoy, 6 de marzo, soplará las ochenta y un velas de su tarta de cumpleaños arropada por los suyos. Será una celebración agridulce, ya que faltará su hermana, la infanta Pilar, que falleció el pasado 8 de enero. Pero estará acompañada por su marido, que ha sido su compañero y confidente durante casi medio siglo; sus dos hijos, Alfonso y María; y su nieto, Carlitos Zurita. Lo llaman “Super Carlitos”, porque nació prematuro y, pese a las complicaciones, salió delante. El niño, sano y risueño, es la alegría de la casa. Heredó la fortaleza de su abuela, una verdadera “super infanta”.