Los tres días de los reyes Felipe y Letizia en Cuba están dando mucho de sí. Les ha dado tiempo a pasear por las calles de La Habana, a disfrutar de la gastronomía tradicional en un restaurante típicamente cubano, a presenciar un espectáculo de ballet, a cumplir con los actos estrictamente institucionales y, además, a intercambiarse regalos con sus anfitriones, esencialmente con el gobierno del país. Este miércoles ha sido quizá la jornada en la que más ampliamente hemos podido ser testigos de las entregas de esos detalles, que no solo han recibido los Reyes, sino también las autoridades locales.
El segundo día de su intenso viaje por tierras cubanas comenzaba en el corazón de La Habana más colonial e histórica. Nada más llegar al Templete, construcción designada Patrimonio de la Humanidad y erigida en el enclave donde se cree que nació la ciudad, a don Felipe le cedían el bastón de mando, un detalle que venía a representar el respeto y la hospitalidad de los cubanos. El Monarca no ha dudado en sostenerlo en sus manos durante prácticamente todo el tiempo que ha durado el recorrido -aproximadamente una hora-. Además, el presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular -una suerte de alcalde-, Reynaldo García Zapata, le cedía su puesto a don Felipe, a fin de que este ejerciera de regidor.
Minutos después llegaba el primer regalo, esta vez por parte de los Reyes. Al cruzar la plaza de Armas del Palacio de los Capitanes Generales, Felipe VI y su esposa desenrollaron el detalle que traían desde España y que colgaba de la fachada del edificio: un repostero -paño cuadrado similar a un tapiz- realizado especialmente para la ocasión por la Real Fábrica de Tapices. En el centro del mismo aparece el escudo de La Habana. Los Reyes devolvían así el reconocimiento y el respeto que les han mostrado desde el principio los cubanos y lo hacían con el que es uno de los regalos más valiosos que ha concedido la Corona española en los últimos años, teniendo en cuenta la complejidad del trabajo realizado así como la calidad de los tejidos y bordados.
Posteriormente, don Felipe -ataviado de nuevo con una guayabera- y doña Letizia se encaminaban hacia el interior del Palacio de los Capitanes Generales, donde el Monarca recibía la máxima distinción de la capital cubana, la conocida como Giraldilla. Se trata de una condecoración en forma de figura de bronce que le entregaba el propio Reynaldo García Zapata y que esconde una historia de amor: la leyenda de Isabel de Bobadilla, esposa de don Hernando de Soto, gobernador y capitán general de Cuba, que esperó de manera indefinida a que este regresara de sus viajes. Al conocer el triste desenlace del mandatario -falleció por unas fiebres-, Isabel de Bobadilla enfermó de tristeza y murió de amor. La Giraldilla representa, por tanto, la fidelidad y lo hace con la figura de una mujer asomada al balcón que espera a su amado.
El intercambio de regalos no terminaba ahí. Aún faltaba que los Reyes agasajaran al historiador de la ciudad, Eusebio Leal, con la Gran Cruz de Carlos III. Un reconocimiento con el que se reconoce a aquellas personas que se hayan destacado por sus buenas acciones en beneficio de España y la Corona. Es, de hecho, la más distinguida condecoración civil que se concede en nuestro país. Don Felipe y doña Letizia han querido tener este detalle con el doctor en Ciencias Históricas y maestro en Ciencias Arqueológicas y director del programa de restauración del Patrimonio de la Humanidad que ha dirigido las obras de restauración del casco histórico de La Habana, el mismo que les ha acompañado en su visita y les ha explicado con todo detalle algunas de las curiosidades del Templete y del Palacio de los Capitanes Generales.
Así ha sido la segunda jornada de los Reyes en Cuba