La visita a Asturias de Leonor que marcará su trayectoria institucional como heredera a la Corona
La princesa de Asturias abraza así la tradición monárquica con el Principado
Ya está todo preparado en Oviedo para para recibir a los Reyes y sus hijas en una visita que ha ha sido catalogada de "histórica, única e inolvidable". Por primera vez, la princesa de Asturias estará presente mañana en los premios que llevan su nombre en el Teatro Campoamor y pronunciará su primer discurso público, dando así un paso más en sus funciones como heredera de la Corona. Pero antes de que suceda todo eso, la Familia Real será recibida a las puertas de la Catedral de San Salvador por el Cabildo, encabezado por el deán, Benito Gallego; el presidente del Principado, Adrián Barbón, el arzobispo, Jesús Sanz Montes y el alcalde, Alfredo Canteli, quien hace tan solo unos días promulgaba un bando en el que convoca a los ciudadanos a recibir con "hospitalidad" y "hondo cariño" a la princesa de Asturias.
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Don Felipe y doña Letizia, la princesa de Asturias y su hermana, la Infanta Sofía visitarán posteriormente la Catedral de Oviedo y se detendrán con especial atención en la Cámara Santa, donde se guardan, entre otras reliquias, el Arca Santa, el Santo Sudario, la Cruz de los Ángeles, la Caja de las Ágatas así como la Cruz de la Victoria, símbolo del Principado y que tanto significado tiene para don Felipe, pues sosteniendo una insignia de esta misma cruz sobre su pecho recibió el título de príncipe de Asturias de mano de su padre, el rey Juan Carlos, hace ahora 42 años en una solemne ceremonia llevada a cabo en la explanada de la Basílica de Covadonga. Un escenario lleno de significado también para Leonor y su hermana, quienes el año pasado recibieron de manos del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes dos medallas de la Virgen de Covadonga en oro dorado y oro blanco, que en su corona lleva unas piedras preciosas y en el reverso la cruz de la Victoria, que hoy la Princesa tendrá frente a ella, renovando así los lazos de la Monarquía con Asturias, como ya hizo en el pasado su padre, tal y como se desprende del discurso entonado por el rey Juan Carlos el día en que el ahora Rey se convirtió en Príncipe. El él señalaba a su hijo, que, por aquel entonces, tan solo tenía diez años, la gran importancia del título que desde aquel momento llevaría.
“Esa Cruz de la Victoria que llevas sobre el pecho es, efectivamente, una victoria que hemos de conquistar todos los españoles. Una victoria sobre el egoísmo y la ambición, sobre la incultura y la ignorancia, sobre el atraso y la pobreza, sobre la pereza y la disgregación, sobre la incomprensión y las diferencias negativas. Una victoria que es preciso conseguir y consolidar cada día. Esa Cruz significa también tu cruz. Tu cruz de Rey. La que debes llevar con honra y nobleza, como exige la Corona: ni un minuto de descanso, ni el temblor del desfallecimiento, ni una duda en el servicio a los españoles y a sus destinos” señaló el rey Juan Carlos mirando a su hijo, quien muy atento y con rostro serio escuchaba a su padre.
“La función de la Monarquía es integradora. Afecta a la esencialidad. Plasma y vincula en su espíritu lo que hay en común, lo que nos hermana La tierra, las rocas, el cielo son elementos distintos. Pero todos ellos armonizan en una obra acabada y completa en la que se exalta la vida. Los hombres y las regiones, de igual modo, forman una gran familia. Siendo distintos unos de otros, cobran su máxima identidad cuando se sienten armonizados y complementarios. El Rey, la Monarquía, sirve a esa profunda identidad común y esencial. Por encima de lo mutable y transitorio, pero respetando sus rasgos, sirve a las identidades plurales de su pueblo. Las quiere todas tal como ellas se quieren a sí mismas, en libertad y en paz. Pero también miembros de una familia”.
Con este nombramiento, la Monarquía restaurada hacía visible la recuperación de una antigua tradición, que se remontaba a 1388, y que había quedado interrumpida durante el franquismo. Las circunstancias en las que nació la Infanta Leonor, el 31 de octubre de 2005, eran completamente distintas, pues ya estaba vigente desde hacía 26 años la Constitución, en cuyo artículo 57.2 establece que “el Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos vinculados tradicionalmente al sucesor de la Corona de España”.
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