No faltó en el Año Jubilar de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca el júbilo de los murcianos. Los Reyes fueron recibidos entre entusiastas muestras de cariño de mayores y pequeños a su llegada a la Real Basílica-Santuario de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca, donde tras un servicio religioso visitarían la exposición Signum, la gloria del renacimiento en el reino de Murcia, alojada en la antigua Iglesia de la Compañía de Jesús. Unos les daban la bienvenida con vítores, otros les tendían emocionados la mano, la gran mayoría se afanaba en llevarse a casa un trofeo de su encuentro real en sus preciados móviles y todos hicieron gala de españolismo, aguardando su ansiado turno parapetados por una bandera infinita.
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La Reina, la gran aclamada, repitió una de sus fórmulas de éxito para la ocasión. Rescató un conjunto malva ya conocido de su vestidor, un abrigo de lana con vestido a juego de Carolina Herrera, que estrenó hace un año en su visita de Estado a Portugal para asistir a la Asamblea Nacional, y que volvió a ponerse en Valencia para inaugurar el IV Congreso Educativo de Enfermedades Raras, en calidad de Presidenta de honor de FEDER. Los pasos cercanos de doña Letizia revolucionaban la multitud y, ante semejante marejada de afectos, la Reina no pudo más que consentir y zambullirse en un confortante baño de masas.
Tras este darse a los murcianos en el exterior del templo, los Reyes se han recogido en el interior de la Basílica Menor-Santuario de la Vera Cruz, donde han besado el precioso relicario de la Cruz de Caravaca, y lo han hecho con la mayor devoción. Allí se conserva un lignum crucis, esto es, un trozo de madera perteneciente al madero en que murió Jesús de Nazaret. La reliquia, en forma de cruz de doble brazo horizontal y uno vertical, es una cruz oriental, patriarcal y pectoral que, según la tradición histórica, perteneció al patriarca de Jerusalén. Está avalada por su procedencia patriarcal de Tierra Santa y su vinculación a la Vera Cruz, descubierta en el Siglo IV por Constantino (335-347) o por su madre Santa Elena (según la tradición en el año 325-326) y de la que se hicieron tres partes, siendo entregada la primera al patriarca de Jerusalén y traídas las dos restantes a Constantinopla y Roma.
El 9 de enero de 1998, San Juan Pablo II otorgó a la ciudad de Caravaca de la Cruz la concesión de la celebración de un Año Jubilar a perpetuidad en torno a la devoción a la Vera Cruz, a celebrar cada siete años, sumándose de esta manera a los otros jubileos que se celebran también a perpetuidad en Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana. Para ganar las indulgencias plenarias, el peregrino debe participar en una celebración en la Basílica Menor-Santuario de la Vera Cruz, con la devoción e intención de ganar el jubileo y orar por las intenciones del Papa. Además, debe recibir confesión sacramental y comunión eucarística, bien en el santuario o unos días antes o después de la peregrinación en otra iglesia.