Volveremos a ser testigos excepcionales de tradiciones centenarias con motivo de la proclamación de Felipe VI. Una corona de plata sobredorada de aproximadamente un kilogramo y un bastón de mando convertido en cetro y recubierto de una rica filigrana y esmaltes verde azulados serán las insignias reales que acompañarán al Príncipe de Asturias, al igual que hicieron con su padre el rey Juan Carlos I, cuando sea proclamado Rey.
Son los símbolos de la Monarquía por excelencia y el próximo 19 de junio estos atributos reales se convertirán en centro de atención de muchas cámaras que enfocarán al cojín granate bordado en oro que sostendrá ambas piezas durante la solemne ceremonia en el Congreso.
Hay muy pocas oportunidades de poder contemplar con detalle la corona y el cetro de la Corona, que normalmente permanecen en la cámara acorazada del Palacio Real de Madrid, junto con manuscritos, relicarios y joyas especialmente valiosas, como las de la virgen de Atocha. Aparte de por su gran valor histórico, porque además necesitan unas condiciones estancas de humedad y temperatura para poder conservarse sin apenas desperfectos.
No están guardadas en sus estuches originales, sino en otros construidos en el siglo XVIII, de madera, forrados en piel y con tafiletes dorados de manera muy similar a la encuadernación de un libro: "Estos estuches hacen que la plata, que es el material fundamental en los dos objetos, no se estropee con el contacto con el aire, que no se oxide y no se ennegrezca. Por eso están tan bien conservados", ha explicado en declaraciones a Efe el jefe del Departamento de Conservación de Patrimonio Nacional, Álvaro Soler del Campo.
La corona de plata dorada y terciopelo rojo, que data de los tiempos de Carlos III, y aunque se desconoce el motivo de su encargo, sus proporciones demuestran que tuvo un carácter ceremonial y de gran simbolismo, reforzado por las armas de los reinos de Castilla, León, Granad, Parma, Tirol y las flores de lis de los Borbones. En 1980 fue la última vez que fue exhibida con motivo del traslado a España de los restos de Alfonso XIII para su enterramiento definitivo en El Escorial. De ella sorprende su sencillez y austeridad, a diferencia de otras coronas reales, que suelen ir cuajadas de perlas y joyas preciosas. Un sencillo aro decorado con ramos encadenados soporta el cestillo formado por ocho espejos con emblemas heráldicos coronados por ramas de laurel.Pero su valor reside en toda la "carga histórica y simbólica" que la acompaña desde que comenzó a usarse junto al cetro como "juego de proclamación" en el reinado de Isabel II, lo que hace de ella un "objeto único", recalca Soler del Campo.
Se ha utilizado en todas las proclamaciones reales desde entonces, aunque de su imagen se ha disfrutado poco, si bien también aparece en algún retrato de Isabel II, y es el único ejemplo de corona real en la Historia de la Platería Española. Hecha en Madrid en 1775, su autor fue un platero de Carlos III llamado Fernando Velasco, que dejó su marca grabada en ella, donde puede verse todavía hoy, justo al lado del oso y el madroño y del emblema de la Villa y Corte de Madrid.
Frente a la sobriedad de la corona, el cetro, que se puede fechar en la segunda mitad del siglo XVII aunque no se le puede atribuir un autor por falta de marcas, es una rica pieza de 68 centímetros de largo, formado por tres cañones de plata sobredorada y recubiertos con una fina labor de filigrana vegetal, en la que aún quedan restos de esmaltes verdes y azules muy bien conservados.
Usado como cetro, no era tal en su origen porque en realidad es un bastón de mando, símbolo del Capitán General de los Ejércitos, tal y como se documenta en la Testamentaría de Carlos II. Este símbolo militar, según el jefe de Conservación de Patrimonio Nacional, "con el tiempo pierde este carácter y por su forma -con un nudo en cristal de roca- pasa a ser considerado como el cetro de la Monarquía española". Así, no aparece en ninguno de los retratos oficiales de los monarcas hasta el siglo XIX, cuando la reina Isabel II lo sostuvo en varias pinturas conservadas.
El día de la proclamación de Felipe VI, corona y cetro se colocarán en el Congreso de forma idéntica a la que fueron expuestos en 1975 cuando Juan Carlos I fue proclamado Rey de España, sin que tampoco se celebre ninguna coronación. Desde la Edad Media al Rey de España se le proclama y la corona no está hecha para ser "ceñida", ha resaltado Soler del Campo, quien subraya que su tamaño "muchísimo mayor de lo normal" se debe precisamente a su "carácter ceremonial", no para que el Rey sea coronado sino para exhibir dicho símbolo en su proclamación.