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mariacristina© Getty Images

Boda de María de las Mercedes de Borbón y Austria, Princesa de Asturias, con el Príncipe de las Dos Sicilias Carlos de Borbón (1901)

Un enlace real


5 de abril de 2004 - 10:58 CEST

La Familia Real,en la que la prometida ocupaba el preeminente lugar de princesa heredera en tanto su hermano,el Rey Alfonso XIII,careciese de descendencia, se encontraba en situación harto precaria en las fechas aludidas:de una parte,a tan sólo un cuarto de siglo del final de una guerra civil,la tercera carlista,y muerto prema- turamente,en 1885,el Rey Alfonso XII,la dinastía liberal se encarna- ba en el anteriormente citado Alfonso XIII,un adolescente de escasa salud,por el momento soltero y sin descendencia,en vísperas de en- trar al ejercicio efectivo de la realeza que ostentaba,aún antes de na- cer,bajo la regencia de su madre, la Reina María Cristina de Austria. La sucesión llamada constitucionalmente al Trono del Rey adoles- cente,en caso de que éste falleciese,estaba representada en aquel momento sólo por mujeres.Las primeras llamadas a la Corona eran sus hermanas,la princesa de Asturias,María de las Mercedes,y la infanta María Teresa.Tras de ellas se situaban sus tías,las infantas Isabel,Paz y Eulalia.Es fácil comprender que la Reina María Cristina,en sus últimos momentos de regente,superponiendo además el papel de madre vigilante, quisiera dejar bien encarrilada la vida de su hija primogénita antes de que el joven Rey pudiese ejercer plenamente como jefe de la dinastía. La Reina María Cristina meditó acerca de lo que más convenía a la política matrimonial de sus hijos, tratando de conciliar los intereses personales de buscar la felicidad de su hija con los dinásticos y nacionales;por ello,debía buscar como yerno a alguien adecuado a la alta posición de la princesa y los importantes destinos a los que podía estar llamada si la sucesión de la Corona recaía en ella.En previsión de esta eventualidad,creyó oportuno que la persona elegida para cónyuge de su hija fuese un miembro de la familia Borbón,asegurando así la pervivencia de la dinastía si de esta unión hubiera debido seguirse la descendencia del Trono de San Fernando.

Diferentes factores hicieron que resultase adecuada a estos planes de la Reina la persona del príncipe Carlos de Borbón Dos Sicilias,en quien se conjugaron una serie de circunstancias favorables,algunas casuales y otras buscadas a propósito.En primer lugar,era una dinasta Borbón,según se quería,pero con un parentesco lo suficientemente lejano como para que la unión no resultara peligrosamente endogámica.De otra parte,era un hombre joven,sano y de agradable presencia,que,perteneciendo a una Casa Real no reinante,podía adoptar la nacionalidad española sin fuertes vínculos con ninguna potencia extranjera,integrándose fácilmente en la comunidad nacional española,a la que estaría llamado a servir de una u otra manera. Don Carlos,encuadrado en la Fuerzas Armadas españolas,había demostrado su valor y capacidad en la reciente y desafortunada campaña de 1898,y previamente,en el Norte de Africa. Antes de su matrimonio se comentó que podía ser un buen pretendiente para la archiduquesa Isabel,sobrina de Francisco José I,y, al volver de una estancia en Viena, la propia Reina le preguntó expresamente al respecto.Al desmentírselo,don Carlos manifestó a doña María Cristina su inclinación hacia la princesa de Asturias. Nos parece oportuno al efecto reproducir literalmente los párrafos dedicados al asunto por Su Alteza Real la condesa de Barcelona, hija de don Carlos en sus segundas nupcias:«Cuando papá pensó en casarse con la princesa de Astu- rias hubo muchos problemas por- que algunos sacaron a relucir lo del carlismo de su padre.Pero la Reina Cristina y Alfonso XIII,que estaban encantados con la idea,le apoyaron ».

petición de mano
La petición de mano de la princesa de Asturias tuvo lugar antes de obtener la autorización de las Cortes al mencionado enlace,celebrándose,de manera muy íntima,en El Palacio Real de Madrid.

Fue al mediodía del domingo 16 de diciembre de 1900;acompañaba a don Carlos el marqués de Ruffano,quien entregó a la Reina regente una carta del conde de Caserta.El Rey Alfonso XIII llegó poco después y,posteriormente, se les unió la infanta María Teresa.Las crónicas de la fecha cuentan que los novios se regalaron entre sí una pulsera para la princesa de Asturias y una sortija para el infante. En la sesión parlamentaria del lunes 17 de diciembre,el presi- dente del Consejo de Ministros, general Azcárraga,trasladó al pleno de la Cámara el siguiente mensaje:«Voy a tener el honor de leer al Congreso la comunicación que el Gobierno dirige a las Cortes,en nombre de Su Majestad la Reina regente...Dice así: “A las Cortes:Su Majestad la Reina regente nos ha ordenado comunicar a las Cortes,cumpliendo el precepto del artículo 56 de la Constitución,que ha resuelto otorgar su consentimiento para el matrimonio de su muy querida hija doña María de las Mercedes, princesa de Asturias,con su amado sobrino el príncipe don Carlos de Borbón ”». Obtenido el beneplácito de las Cámaras,la Reina madre se aprestó a ultimar los preparativos para que el enlace de su primogénita se celebrase con la mayor prontitud,presurosa de dejar resuelto tan importante asunto antes de abandonar la regencia. La madrina elegida para tal acontecimiento fue la Reina Isabel II,quien habiendo aceptado, delegó su presencia en la Reina regente María Cristina,según consta en una carta fechada el 21 de diciembre de 1900,dirigida a la infanta Paz:«...A mediados de febrero se celebrará la boda de Mercedes.Ambos deben estar muy enamorados...Yo no puedo ir a Madrid,porque esos festejos y largos viajes me cansan con mis setenta años,aunque,por lo demás,me va muy bien...».

Del contenido de la carta no se deduce que ninguna institución del Estado desaconsejara el viaje de la Reina Isabel II a España,sino que su ausencia a este acontecimiento fue más por motivos de edad. Pese a todos los conflictos que se superpusieron a las celebraciones nupciales,hubo diversos actos de regio esplendor.El viernes 8 de febrero tuvo lugar en el teatro Real una representación de gala de «La africana »,a la que asistieron los padres del novio y sus her- manas Inmaculada,María Pía y Josefa.Al día siguiente se celebró en palacio una cena oficial de casi un centenar de cubiertos,a las ocho de la tarde,en honor de los condes de Caserta,y el día 10,el Ayuntamiento agasajó a la Familia Real y a sus invitados con un con- cierto,que comenzó a las nueve y media de la noche y al que no asistió el Rey Alfonso XIII.

En El Palacio Real
La ceremonia nupcial del jueves 14 discurrió de la siguiente forma:A las once de la mañana era la hora prevista para el inicio del matrimonio de la princesa de Asturias y el ya infante,en la capilla del Palacio Real.Actuaron de padrinos la Reina María Cristina, en representación de la Reina Isa- bel II,y el conde de Caserta,pa- dre del infante don Carlos.Termi- nada la ceremonia religiosa,en el salón de Armas se verificó el ma- trimonio civil.A las dos de la tarde se ofreció un almuerzo a los miembros de la Familia Real que estaban presentes en la ceremo- nia. Muchos otros detalles se pueden obtener de la lectura conju- gada de las crónicas publicadas en la prensa del momento y del acta matrimonial suscrita por el cardenal Sancha,que ofició la ceremonia nupcial y presidió ésta y que nos aclara que ha mediado dispensa pontificia del parentesco de tercer y cuarto grado de consanguinidad que une a los contrayentes.

La capilla del Palacio Real de Madrid se adornó especialmente con azahar,lilas y grandes palmeras,entre las que se colocaron candelabros monumentales,tribunas con antepecho en terciopelo rojo y escaños,sillas y sillones del mismo color para los invitados. Cuatro reclinatorios se dispusieron frente al altar mayor,dos blancos con motivos florales bordados en sedas de colores para los novios y los otros dos en terciopelo encarnado para los padrinos. Al lado izquierdo del presbiterio se situaron el nuncio y los cardenales presentes,y en bancos situados tras las localidades reservadas a la Familia Real,las damas de la Reina y los grandes de España. A las once de la mañana entró en la capilla la comitiva del infante don Carlos,que se había organizado en las habitaciones de la infanta doña Isabel,precedida de dos maceros,de los gentilhombres y de los mayordomos de semana.El contrayente vestía uniforme de comandante de Estado Mayor,con los collares de la Orden del Toisón y de Carlos III, la banda de Isabel la Católica y las cruces de María Cristina y del Mérito Militar con distintivo rojo. Es decir,el príncipe lucía las condecoraciones que se había ganado en los frentes de batalla al servicio de España y las insignias de las Ordenes que se le habían conferido por deferencia a su ingreso en la Familia Real española al ser creado infante de gracia,pero no exhibía ninguna insignia dinástica relacionada con el antiguo Reino de las Dos Sicilias. Después hizo su entrada la comitiva de Sus Majestades,acompa- ñada de maceros y Reyes de Armas,que presidía el Rey don Alfonso XIII,vestido de alumno de Infantería,con la insignia del vellocino de oro en miniatura al cuello.Le seguían la Reina madre,la princesa de Asturias,el archiduque Eugenio de Austria,las infantas María Teresa,Isabel y Eulalia,el jefe del Cuarto Militar del Rey,el mayordormo mayor,el comandante general de alabarderos y las damas de guardia. El cardenal Sancha,auxiliado por el obispo de Sión y dos capellanes de honor,se adelantó a los contrayentes y les preguntó si exis- tían entre ellos más impedimentos que los ya dispensados por Su Santidad y,dirigiéndose después a la princesa de Asturias,dijo: «Serenísima señora doña María de las Mercedes de Borbón y Austria,princesa de Asturias,¿quiere Vuestra Alteza por su legítimo es- poso y marido,y por palabras de presente,como lo manda la Santa Católica y Apostólica Iglesia Romana,al serenísimo señor infante con Carlos de Borbón y Borbón?». Doña María de las Mercedes, después de dirigirse a besar la mano de su madre,en ademán de pedir autorización a la Reina,preguntada por segunda vez,respondió con voz firme y segura: «Sí,quiero ». Repitiendo idéntico formulismo a don Carlos,los contrayentes estrecharon sus respectivas manos diestras,el cardenal los bendijo,rociándolos después de agua bendita, y comenzaron acto seguido las vela- ciones.Seguidamente se procedió a bendecir las arras nupciales (antiguas peluconas de oro de los Reina- dos de Felipe V y Fernando VI),celebrándose a continuación la Santa Misa,y se impuso a los contrayentes el velo y el yugo que los convertía en cónyuges,colocados por la duquesa de Santo Mauro y el duque de Granada de Ega.La ceremonia terminó con el «Ite in pace »,y el órgano dejó oír los acordes de la «Marcha nupcial »,de Wagner.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.

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