La Familia Real danesa asistió a la apertura oficial del Parlamento danés en el Palacio de Christiansborg en Copenhague como todo primer martes de octubre. La reina Margarita, los príncipes herederos Federico y Mary, los príncipes Joaquín y Marie, así como la princesa Benedicta, hermana de la soberana, fueron recibidos igual que siempre por miembros oficiales del Parlamento poco antes del mediodía, cuando comenzaba la primera sesión del año parlamentario.
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Los miembros de la Familia Real danesa no llegaron todos a la vez, sino por orden de prelación. Así que los de menor rango tuvieron que esperar a los de mayor y, por último, a la reina Margarita unos instantes a la entrada de Christiansborg resistiendo las inclemencias del tiempo del crudo otoño danés y el chaparrón de protestas de los verdes, que se habían vuelto a dar cita un año más frente a Palacio para alzar sus voces en una queja unánime. Cuando al fin llegó la soberana, y se suponía que accederían al edificio, se generó un pequeño caos.
Es protocolo que un miembro del Parlamento acompañe a cada miembro de la Familia Real danesa al interior. Como se esperaba, el Presidente del Parlamento condujo ayer a la reina Margarita y su segundo, al príncipe heredero Federico, pero de los representantes parlamentarios que quedaban, ninguno parecía recordar quién iba a acompañar a la princesa Mary, por lo que los tres en bloque se acercaron a la Princesa heredera, al príncipe Joaquín y a su mujer, la princesa Marie, que se mostraron por unos momentos dubitativos frente a los escalones de la entrada a Palacio, mientras unos pasos más atrás la princesa Benedicta esperaba con la mujer que se le había designado como acompañante. El despiste no dio mayores problemas.
Todo discurrió por lo demás como debe ser. Las damas reales dieron como siempre la nota de elegancia en una ceremonia en la que, a diferencia de las familias reales de Suecia, de Holanda o del Reino Unido, la de Dinamarca tiene un papel pasivo: se limita a presenciar el acto desde el palco real sin intervenir. Ni siquiera la reina Margarita pronuncia un discurso, aunque permanece como símbolo unificador durante la inauguración del curso parlamentario. Es el Primer Ministro quien se encarga de abrir el ciclo con una somera presentación de los asuntos claves del año.