La fiesta continúa en palacio. Quien quiera descubrir el verdadero significado de la expresión una celebración por todo lo alto no tiene más que fijarse en la realeza. Cierto que todos hemos dado la más entusiasta de las bienvenidas al Año Nuevo, pero la que brinda tradicionalmente la Familia Real danesa supera hasta las más superlativas, porque una gran recepción, entre antiguos tesoros, filigranas de oro, maravillosos mármoles y exquisitos vestidos, sencillamente no es suficiente. Así que la reina Margarita, acompañada de los príncipes Federico y Mary, han recibido 2018 de gala en gala.
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No con una, ni con dos, sino con tres celebraciones de Año Nuevo en honor a políticos, diplomáticos y militares. Copenhague ha vuelto a asistir a un nuevo despliegue de pompa y boato después de la primera velada del año en el palacio de Amalienborg, en la que la reina Margarita, de verde y esperanza en un próspero 2018, y las princesas Mary y Marie, de rojo y de blanco respectivamente, como los colores de la bandera, dieron la mejor imagen del reino. El calendario de principios de enero es inmutable en Dinamarca y dos días después la Monarca y los Príncipes herederos abrirían las puertas del castillo de Christiansborg al cuerpo diplomático para festejar como siempre el comienzo de un nuevo año con una recepción de día en la que las damas se visten de noche.
El segundo atuendo de gala del año de la princesa Mary no fue segundón. La Heredera lució para la ocasión un elegante vestido largo de color grosella con capa a juego, firmado por el diseñador de moda danés Lasse Spangenberg, que combinó con bolso y zapatos a tono. La reina Margarita, fiel a la tradición, repitió el mismo vestido largo, de brocado azul oscuro, y la misma chaqueta, rematada con cuello y puños de piel marrón, que en la misma recepción del año pasado. No hay dos sin tres. Y ayer por tercera vez la reina Margarita y los príncipes Federico y Mary volvieron a brindar por el nuevo año con el cuerpo militar, aunque en esta ocasión con café y galletas. Sólo cambió eso, las copas de champán por las tazas de café, porque ni el majestuoso desplazamiento de la monarca en carroza, ni los visones de la soberana, ni el derroche de elegancia de la princesa se perdieron la cita. Inalterables como el calendario de principios de enero en Dinamarca.