Tres salvas de cañón, gritos de hurra y tradicionales canciones de cumpleaños han dado los buenos días a la reina Margarita en su gran día. Pasadas las 8:30 de la mañana, la soberana danesa, feliz y contenta, salió a saludar desde el balcón de su habitación a la gran familia de la realeza -los mismos invitados reales que brindaron por su 75º cumpleaños en la gala de anoche del palacio de Christianborg, salvo los reyes Felipe y Letizia y los reyes Constantino y Ana María de Grecia- que desde el patio del castillo acudió a felicitarla como es tradición.
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Sus hijos, los príncipes Federico y Joaquín; sus nueras, las princesas Mary y Marie; y sus ocho nietos, los príncipes Christian, Isabella, Vincent y Josephine de los Herederos y los príncipes Nicolás, Félix, Henrik y Athena del pequeño, se juntaron con Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda, Felipe y Matilde de Bélgica, Enrique de Luxemburgo y amigos personales para homenajear a la reina Margarita, mientras sonaba I Østen Stiger Solen Op (El sol sale por el este).
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Ni la hora temprana después de la gala de anoche, ni las bajas temperaturas reinantes hoy en Copenhague enfriaron ni mucho menos las ganas de celebración y de ser de los primeros en felicitar a la cumpleañera. A esa gran amiga, esa gran madre, esa gran Reina. Incluso a pesar de ciertos esfuerzos: la lesión de rodilla, en el caso de la reina Matilde; el brazo en cabestrillo, en el caso de la reina Silvia; o un acto oficial apenas unas horas después para asistir a la reunión del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en Washington, en el caso de la reina Máxima.
Unos doscientos vecinos de Fredensborg, pequeña localidad situada al norte de Copenhague, contemplaban en un segundo plano la escena y las muestras de gran amistad entre sí de los miembros de la realeza. Tras las canciones y los hurras, la Reina invitó a café y bollos a sus allegados en el interior del castillo.
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La reina Margarita se trasladó luego al palacio de Amalienborg en Copenhague desde cuyo balcón salió a saludar a mediodía a los miles de daneses que suelen reunirse cada año por estas fechas en la céntrica plaza. El primer gran homenaje popular en el día de su cumpleaños fue de lo más concurrido, pese a que la soberana estaba sola en el balcón del palacete de Christian VII por primera vez en sus 43 años de regente debido a la enfermedad del príncipe consorte Henrik, convaleciente de una gripe. En los balcones adyacentes se situaron los príncipes Federico y Mary y los príncipes Joaquín y Marie con sus respectivos hijos, los únicos realmente capaces de robarle una pizca de protagonismo a la soberana.
Con móvil en mano, como hoy día haría cualquier joven de su edad, se asomaron los príncipes Nicolás y Félix, que quisieron llevarse un recuerdo de este gran día haciendo fotos unas veces a su sonriente abuela, otras veces al tendido teñido hoy de rojo; los príncipes Christian e Isabella demostraron una vez más que el protocolo no guarda secretos para ellos con sus dulces sonrisas y sus manos siempre dispuestas al saludo, mientras que los más pequeños, los mellizos Vincent y Jospehine, así como los príncipes Henrik y Athena, con sus idas y sus venidas y con sus sentadas y sus apariciones entre barrotes, hicieron las delicias de todos precisamente por su naturalidad.
Hasta tres veces tuvo que salir la Reina, al final ya con toda la familia en el mismo balcón, que hoy lució una medalla especial conmemorativa por los 75 años, mientras en otro salieron por ejemplo a saludar el rey Harald y los príncipes Haakon y Mette-Marit de Noruega, así como los reyes Carlos Gustavo y Silvia junto a los Herederos, Victoria y Daniel de Suecia. Entre la gente, 40.000 personas según estimaciones policiales, había muchos niños de guarderías danesas vestidos de príncipes y princesas y con coronas de cartón en la cabeza.
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A pesar de que los termómetros no llegaban a los diez grados y que el viento aumentaba la sensación de frío, la Reina y los Herederos optaron por usar la carroza descubierta de Christian IX, aunque recurrieron a abrigos y mantas para hacer más llevadero el recorrido. Durante una media hora, acompañados por los jinetes del regimiento de húsares de la Guardia Real, la Reina y los Príncipes se dieron un baño de masas por el centro de la capital, un recorrido que desembocó en la plaza del Ayuntamiento de Copenhague. Allí fueron recibidos por el alcalde, Frank Jensen, para dar paso luego a una recepción, a la que también acudirían otros invitados además de la Familia Real danesa, como Carlos XVI Gustavo y Silvia de Suecia y los príncipes Victoria y Daniel; Harald de Noruega y los príncipes Haakon y Mette-Marit, y miembros de la Dinamarca oficial.
La escuela de música de Copenhague y un grupo de cuerda se encargaron del acompañamiento musical, mientras que dos grupos interpretaron números de danza moderna. El alcalde, Frank Jensen, le hizo entrega a la reina Margarita del regalo de la ciudad: un juego de sesenta tazas de café de porcelana blanca con borde dorado. En un breve discurso, la soberana agradeció la "cálida acogida" y aseguró que recordará este día "durante mucho tiempo". Antes de disfrutar de un almuerzo, la Reina volvió a saludar desde el balcón, esta vez del Ayuntamiento, y recibió de nuevo el afecto de las miles de personas que esperaban en la plaza. Y aún hay más: una cena con los herederos en el palacio de Fredensborg.