El primer baile del príncipe Federico y la princesa Mary
También el padre de Mary Donaldson pronunció un breve discurso, en el que no faltó el sentido del humor ni un recuerdo muy especial hacia su esposa, Enriqueta, fallecida en Tasmania a mediados de la pasada década. John Donaldson dijo que su hija era muy guapa en un perfecto danés y añadió: "Estoy muy orgulloso de mi hija, que es realmente maravillosa". El profesor de Oxford pidió, finalmente, a todos los presentes "un brindis por el novio y la novia, por una larga y feliz vida juntos".
Aparte del sí quiero y el primer beso de los recién casados, el primer corte de la tarta nupcial es también uno de los momentos más estelares de cualquier boda que se precie. En el caso del enlace del príncipe Federico y la princesa Mary, será de un exquisito pastel de chocolate blanco elaborado por un equipo compuesto por los seis mejores reposteros del país.
Vals y fuegos artificiales
Como marca la tradición, minutos antes de las doce, los cuatrocientos invitados al banquete nupcial -ochocientos fueron los que asistieron a la ceremonia religiosa- se dirigieron a la Sala de la Cúpula para asistir al baile de gala. Sobre el suelo de mármol blanco y negro de este salón, los recién casados abrieron el baile con el vals nupcial del ballet Una leyenda popular, de August Bournonville, con música de Niels W. Gade. A medida que avanzaba el vals, lo invitados iban cercándoles más y más hasta casi no dejarles espacio para bailar. Una enraizada costumbre de la corona real danesa.
A continuación, se unieron al príncipe Federico y la princesa Mary sus padres, la reina Margarita y su esposo, el príncipe Henrik, y el padre de Mary, John Donaldson, y su esposa, Susan Moody. Posteriormente, lo hacían el resto de los asistentes que, bailaron salsa, funk, jazz y pop al ritmo que marcaba la orquesta.
Sin excepción, los invitados se unieron en la pista bajo la inmensa cúpula de 27 metros. Con ellos también, el Príncipe de Asturias y su prometida, quienes sintiendo que ese momento les pertenecía, se dejaron llevar por la música y el romántico momento... Bailaron para el mundo su primer vals, Un cuento de hadas, semblanza de su propia historia de amor. Quizá imaginándose ya como los verdaderos protagonistas que sí serán la próxima semana bajo el cielo protector del Palacio Real de Madrid.
Media hora después, en los jardines del palacio, todos, sin excepción, fueron testigos de los impresionantes fuegos artificiales en honor de los Príncipes de Dinamarca, en tonos rojos, blancos y azules con algunas secuencias en amarillo. Todo un espectáculo lleno de romanticismo, creatividad y muchas sopresas. El dispositivo -un total de cuatro toneladas de material procedente de China y Alemnia- estuvo controlado por Jacob Skoustrub desde un pequeño maletín.
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Vals y fuegos artificiales
Como marca la tradición, minutos antes de las doce, los cuatrocientos invitados al banquete nupcial -ochocientos fueron los que asistieron a la ceremonia religiosa- se dirigieron a la Sala de la Cúpula para asistir al baile de gala. Sobre el suelo de mármol blanco y negro de este salón, los recién casados abrieron el baile con el vals nupcial del ballet Una leyenda popular, de August Bournonville, con música de Niels W. Gade. A medida que avanzaba el vals, lo invitados iban cercándoles más y más hasta casi no dejarles espacio para bailar. Una enraizada costumbre de la corona real danesa.
A continuación, se unieron al príncipe Federico y la princesa Mary sus padres, la reina Margarita y su esposo, el príncipe Henrik, y el padre de Mary, John Donaldson, y su esposa, Susan Moody. Posteriormente, lo hacían el resto de los asistentes que, bailaron salsa, funk, jazz y pop al ritmo que marcaba la orquesta.
Sin excepción, los invitados se unieron en la pista bajo la inmensa cúpula de 27 metros. Con ellos también, el Príncipe de Asturias y su prometida, quienes sintiendo que ese momento les pertenecía, se dejaron llevar por la música y el romántico momento... Bailaron para el mundo su primer vals, Un cuento de hadas, semblanza de su propia historia de amor. Quizá imaginándose ya como los verdaderos protagonistas que sí serán la próxima semana bajo el cielo protector del Palacio Real de Madrid.
Media hora después, en los jardines del palacio, todos, sin excepción, fueron testigos de los impresionantes fuegos artificiales en honor de los Príncipes de Dinamarca, en tonos rojos, blancos y azules con algunas secuencias en amarillo. Todo un espectáculo lleno de romanticismo, creatividad y muchas sopresas. El dispositivo -un total de cuatro toneladas de material procedente de China y Alemnia- estuvo controlado por Jacob Skoustrub desde un pequeño maletín.