Como cada 21 de julio la Familia Real belga ha llegado a la catedral de San Miguel y Santa Gúdula para celebrar el Día Nacional en torno a las diez de la mañana. Sin embargo, este año nada ha tenido que ver con el júbilo y las fiestas que se celebraban paralelamente en las calles de Bruselas y que habitualmente juntan a 300.000 personas en el centro de la ciudad. La cita ha estado marcada por la crisis sanitaria y se ha convertido en un sentido homenaje a las 9.800 personas que han perdido la vida en Bélgica por la COVID-19.
En esta ocasión no ha habido baño de multitudes. Los Reyes no han estrechado las manos de los ciudadanos al llegar ni han recogido ramos de flores. El distanciamiento social ha hecho que solo se permita el acceso a un centenar de invitados entre los que estaban los cuatro hijos de los Reyes.
Fuera de la catedral, la familia se ha quitado las mascarillas y entonces se han podido ver los gestos complices de Felipe y Maltide de los belgas con Elisabeth, la Princesa Heredera, que cada día está más presente en la agenda oficial.
El tradicional Te Deum ha comenzado con tres minutos de silencio por las víctimas que ha dejado el coronavirus en Bélgica y como sentido homenaje a los sanitarios que han hecho durante estos meses un "esfuerzo excepcional".
En la catedral ha imperado el distanciamiento social y tras esto se ha celebrado un reducido desfile militar y aéreo para conmemorar el 75º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Ambas citas se han dado en directo en televisión para que los belgas pudieran participar en las celebraciones si salir de casa.
Las mascarillas han sido en esta ocasión las protagonistas de un Día Nacional más sentido que festivo. Los príncipes Elisabeth, Gabriel, Emmanuel y Eleonor han estado al lado de sus padres observando cada una de las restricciones sanitarias impuestas.
Eleonor de Bélgica, la pequeña de la casa, que cumplió los doce años el pasado mes de abril, observa a su hermano mayor, el príncipe Gabriel, que cumplirá 17 años el próximo agosto.
Heredera al trono desde la abdicación de su abuelo en julio de 2013, la princesa Elisabeth, a sus 18 años, acapara las miradas en cada aparición. Sus looks son regios y frescos a la vez, y su imagen desprende aplomo y cercanía. Es habitual ver al príncipe Emmanuel, de 14 años, seguir con atención los pasos de su hermana mayor.