La boda de María Laura de Bélgica, sobrina del rey Felipe de los belgas, está a la vuelta de la esquina. El 10 de septiembre la hija de la princesa Astrid y del archiduque Lorenz de Austria-Este se casará con su prometido, William Isvy, con el que se comprometió el pasado diciembre. La Princesa tendrá dos bodas ese día. La primera será civil y se desarrollará en la más estricta intimidad. Horas después tendrá lugar la religiosa, que será multitudinaria, y en la que es posible que se la vea luciendo una tiara. Analizamos las diademas que María Laura podría elegir para su look nupcial.
El joyero real de Bélgica no es uno de los más imponentes de la realeza, pero la Princesa tiene a su disposición varias opciones. Teniendo en cuenta que hay algunas piezas que están reservadas para la reina Matilde, hay otras que han llevado las princesas belgas en algunas ocasiones. Además de por línea materna, María Laura tiene sangre azul por vía paterna. Su padre, que desde 1995 es príncipe de Bélgica, se convirtió en 1996, a la muerte de su padre, en jefe de una rama menor de la Casa de Habsburgo-Lorena, archiduque imperial de Austria y príncipe real de Hungría y Bohemia. Así que puede ser de la vía paterna de donde elija la pieza con la que corone su estilismo de novia.
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Por otro lado, la tiara que más usa su madre, la princesa Astrid, es la tiara Saboya-Aosta, heredada de sus suegros, aunque se desconoce si es de su propiedad, si es un préstamo de las hermanas de su marido o si es un regalo. En caso de que se decantanse por ella, podría ser un bonito homenaje a sus padres.
La pieza con la que se ha visto en galas a la princesa Astrid ha sido utilizada por miembros de la familia real de Italia de la rama de los duques de Aosta. La princesa Ana de Orleans, hija del duque de Guisa, fue una de las primeras que fue retratada con ella. En 1927, la princesa Ana se casó con el príncipe Amadeo de Saboya-Aosta. A su fallecimiento, su hija mayor, la princesa Margarita, madre del príncipe Lorenz, la heredó. La tiara es una delicada joya de diamantes con hojas que consta de una parte central que se eleva.
En caso de que se decante por un diseño completamente belga podría lucir la Art Decó, realizada a principios del siglo XX para la reina Isabel de Bélgica que se compone de tres filas de diamantes. Tras unos años desaparecida, la alhaja reapareció en 1960 sobre la cabeza de la entonces princesa Paola para acudir a la boda de los reyes Balduino y Fabiola.
En esta boda, en la que parece que la novia va a seguir los pasos de sus padres, puede que se decante por un sencillo arreglo floral. Así hizo su madre, la princesa Astrid en 1984 cuando se casó con el archiduque Lorenz de Austria-Este. No usó tiara, sino una corona de flores blancas, que son habituales en las bodas nórdicas. También optó por este adorno su bisabuela, la princesa Astrid de Suecia que se casó con el futuro rey Leopoldo III de Bélgica en 1926.
Como última opción, una de las novias reales del año podría llevar una nueva tiara regalada con motivo de su matrimonio. Es el caso de la princesa Elisabeth, heredera al trono, a la que se vio con una imponente pieza durante el 18º cumpleaños de la princesa Ingrid de Noruega. La diadema fue comprada en una subasta, algo que no extrañaría pues además de princesa de Bélgica es archiduquesa de Austria-Este, princesa real de Hungría y Bohemia y princesa de Módena. Su padre es nieto del emperador Carlos I de Austria.