Parece que el espíritu de las Navidades pasadas se resiste a perderse las presentes en el reino de los belgas y que por eso las de hoy no pueden más que parecerse a las de ayer. Lo que en otras palabras llamaríamos el principio de una bonita tradición. Así, tal y como en anteriores ediciones, vuelve el Concierto que cada año por estas fechas organizan puntualmente Felipe y Matilde de Bélgica en el Palacio Real de Bruselas. Sin cambiar ni un adorno, ni una luz, ni un color... los Reyes, acompañados de sus cuatro hijos, los príncipes Elisabeth, Gabriel, Emmanuel y Eléonore, irrumpieron una vez más en el salón de palacio unidos de la mano para agradecer al personal de la Casa Real su dedicación durante el año.
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Antes del recital, en el que pudieron disfrutar de piezas musicales de los compositores Buxtehude, Saint-Saëns, Britten, Mendelssohn y Franck, así como de temas populares típicos de esta época del año, los miembros de la Familia Real belga posaron para la prensa junto a la princesa Astrid, hermana del Rey, y su marido, el príncipe Lorenzo. A sus espaldas, el mismo árbol de Navidad y el mismo belén de siempre.
El frente apenas cambiaba tampoco. Tal vez unos centímetros más (la princesa Eléonore ha crecido varios en estos doce meses), un mayor aplomo ante las cámaras (todos los niños dejaron claro que la experiencia es un grado con dos Navidades sobre sus espaldas desde su estreno en esta cita) y poco más, porque volvían a vestir la ocasión del color y del patrón de la Navidad: rojos, brocados, brillos y vuelos.
La reina Matilde acaparó muchas de las miradas con un mono negro con barroco estampado en dorado, creación exclusiva de la firma Natan, que combinó con unos zapatos negros con tacón de aguja y un bolso tipo clutch de la marca belga A Bag With a Story, pero con las que no logró hacerse fueron dirigidas a los niños reales, conjuntados en negro, oro y rojo, los grandes protagonistas en esta ya tradicional aparición oficial con motivo de la Navidad. La princesa Elisabeth, toda una mujercita a sus quince años, volvió a demostrar soltura en estas lides protocolarias, protección de hermana mayor, elegancia con sus primeros encajes (lució para la ocasión un vestido rojo de la firma francesa ba&sh) y belleza con sus primeras ondas.
La princesa Eléonore casi repetía look, de no ser por las mangas más cortas de su vestido (muy similar al que lució el año pasado), por las medias de color rojo y por la melena mucho más larga. Los príncipes Gabriel y Emmanuel iban ambos de traje, pero con corbatas diferentes, en dorado y rojo respectivamente, a tono con sus padres uno y con sus hermanas otro. También la princesa Astrid puso broche de oro a la agenda oficial de 2016. No se merece menos.