Suena una pieza de Maurice Duruflé y la guinda de la ceremonia, como no podía ser de otro modo, la pone el Himno Nacional con su "Dios salve a la Reina". Eugenia y Jack ponen rumbo a su nueva vida, sin olvidar ese beso, a pie de escalinata, que todos quería ver.
Si tenemos en cuenta que Zara Phillips no tiene el título de princesa por decisión de sus padres y que han pasado ya 25 años desde que su madre, la princesa Ana, se casó en segundas nupcias con Timothy Laurence, esta es la primera boda de una Windsor en años y así ha quedado reflejado este 12 de octubre
Beatriz de York y Sarah Ferguson: hermana y madre de la novia, hacen su entrada juntas, la fórmula más sencilla para no enfrentarse al dilema de ver a la duquesa de York entrando sola, tal y como ocurrió el mes de mayo durante la boda de los duques de Sussex
Jack Brooksbank llega a la Capilla de San Jorge con su hermano Thomas ejerciendo de best man, una figura que no cuenta con equivalente en nuestras bodas y que aunque se confunde con un padrino nada tiene que ver, es más el hombre de confianza de los novios durante los preparativos, la ceremonia y la posterior celebración.
¡La gran sorpresa! La tradición dice que las princesas de la casa se casan con una tiara de sus madres, por eso se podía esperar que hoy brillara la tiara York. Sin embargo, Eugenia ha tomado prestada una del impresinante cofre de su abuela, una colección de joyas que en cada boda nos deja sin palabras. Una tiara de esmeraldas y diamantes, una pieza de reinas, otoñal y a juego con los pendientes y los ojos de la princesa.
Eugenia llega sin velo y con un vestido que enmarca la cicatriz de su columna, esa que le quedó de la operación que le hicieron a los doce años para corregir su escoliosis, una experiencia que le ha llevado a trabajar en este campo.
La Capilla de San Jorge ha registrado un lleno total, ya que tiene capacidad para 800 personas tanto para misas como para eventos, pero Eugenia y Jack han invitado a 850. En esta imagen el príncipe Andrés avanza con su hija rumbo al altar.
Aunque se barajó que el duque de Edimburgo no estuviera presente, no se ha querido perder la boda de su nieta, dejando como única ausente a Camilla, duquesa de Cornualles, una ausencia que está siendo muy comentada en el Reino Unido
“Jack, ¿aceptas a esta mujer como tu legítima esposa, para vivir juntos de acuerdo con la Ley de Dios en el estado del Santo Matrimonio? ¿La amarás, la consolarás, la honrarás, la protegerás en la salud y en la enfermedad? ¿Renunciado a todo los demás, estando a su lado mientras viváis?", pregunta el Decano. "I will", responde Jack, un "sí, quiero" en toda regla que Eugenia repite palabra por palabra.
Eugenia de York ha dado a su cicatriz mucho protagonismo, tanto con el vestido como con la ausencia de velo, no en vano, es una de sus causas principales y ahora está trabajando en una casa que llevará su nombre y que acogerá a los pacientes y familiares que tengan que quedarse cerca del Real Hospital Ortopédico Nacional.
“Con este anillo yo te desposo, con mi cuerpo yo te honro, y comparto contigo mis bienes terrenales en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”, dice Jack que ha seguido los pasos del principe Guillermo y no va a llevar anillo de casado, en cambio, en el meñique luce desde hace años un signet ring, el anillo con forma de sello destinado a lucir iniciales, monogramas u otro tipo de emblemas.
En la boda de la princesa de York no podía faltar el Arzobispo de York, John Sentamu, que se ha puesto en pie para pronunciar en presencia de los novios, de los duques de York y de sus 850 invitados unas plegarias y unas palabras escritas personalmente por él para este día. Los novios las han escuchado con atención, aunque a Eugenia alguna mirada se le ha escapado.
Tras la bendición final, la nieta de la Reina de Inglaterra, ya convertida en Señora de Jack Brooksbank, se retira junto a su marido para el momento de la firma. Hay que recordar que este fue el momento que Sarah aprovechó para quitar las flores de su tiara y mostrarse ya coronada como Alteza Real, no ha sido el caso de Eugenia, que ya nació siendo princesa y ha lucido desde el principio una de las tiaras más impresionantes que hemos visto en una novia de la realeza británica en décadas.