Naruhito de Japón cumple cinco años desde que fue entronizado como emperador en una ceremonia cargada de ritos milenarios y tradiciones niponas que fascinó al mundo. Más de 2.000 invitados, entre ellos dignatarios, Reyes, principes y jefes de Estado de 190 países, presenciaron el momento histórico en el que el milenario Imperio japonés vivía una nueva era. La realeza europea, entre ellos, los reyes Felipe y Letizia, Guillermo y Máximo de Países Bajos, Felipe y Matilde de los belgas, Carlos de Inglaterra o Federico y Mary de Dinamarca, aclamaron al nuevo emperador del Sol naciente.
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Desde unos meses antes, el 1 de mayo de 2019, Naruhito se convirtió en emperador del Trono del Crisantemo tras la abdicación de su padre, Akihito, dando así comienzo a la era Reiwa. Sin embargo, el acto oficial de entronización tuvo lugar en octubre en el Salón de Estado del Palacio Imperial o Matsu No ma, que acogió la ceremonia llamada Sokuirei Seiden no Gi, la subida al trono propiamente dicha que estuvo ligeramente alterada por la intensa lluvia que caía ese día. El nuevo emperador estuvo acompañado por su mujer, la emperatriz Masako, también vestida a la manera tradicional. Antes, el emperador realizó una serie de ceremonias sintoístas y se dirigió al santuario del Palacio Imperial para comunicar su ascenso al trono a sus ancestros.
Desde el trono de ocho toneladas de peso y seis metros y medio de altura, llamado Takaminura, Naruhito fue ascendido al trono y juró actuar según la Constitución y “cumplir mi responsabilidad como símbolo del Estado y de la unidad”, dijo el soberano vestido con una túnica tradicional que se reserva para las ocasiones más solemnes. Minutos después, el primer ministro ofreció un discurso y proclamó con los brazos en alto tres veces Tenno Heika Banzai, lo que podría traducirse como “Larga vida a su Alteza Imperial”, entre vítores que se escucharon por toda la sala.
Como el lugar donde tuvo lugar la entronización es de tamaño pequeño, solo estuvieron presentes miembros de la familia imperial y representantes de diferentes sectores de la vida pública e institucional nipona. Los miembros de la realeza europea siguieron el evento, que duró media hora, desde una sala contigua en la que se instalaron pantallas.
Los nuevos emperadores recorrieron en coche el trayecto de unos cinco kilómetros que separan el Palacio Imperial de la residencia de Akasaka. En un principio iba a haber un desfile por las calles de Tokio para que la multitud pudiera saludar a su nuevo monarca, pero debido al temporal, al que se le unió las secuelas del fuerte tifón que azotó el país días antes, finalmente se canceló.
Una cena típicamente nipona
Ya por la noche se siguió con las celebraciones con una cena para miembros de la realeza y jefes de Estado y gobierno extranjeros que tuvo lugar en el Palacio Imperial y a la que no faltaron los reyes Felipe y Letizia. Después de lucir el sokutai, el traje naranja oscuro reservado para los hombres y el juni hitoe, el kimono de doce capas, Naruhito y Masako de Japón cambiaron sus vestimentas orientales por ropa más occidental con la que dieron la bienvenida a sus invitados. Si por la mañana la reina Letizia había elegido un vestido estampado y un tocado en forma de diadema, por la noche impresionó con un diseño en color rosa capote con bordados, hecho a medida por la firma Carolina Herrera. Completó su look con la espectacular tiara flor de Lis, reservada para las Reinas de España y que Alfonso XIII regaló a su prometida, la reina Victoria Eugenia, quien la lució el día de su boda, el 31 de mayo de 1906.
El resto de las damas de la realeza también lucieron sus mejores galas e históricas tiaras y joyas. Todos juntos degustaron un banquete con marcado carácter japonés donde hubo aperitivos, sopas, arroz, recetas a la parrilla y diversas frituras. También hubo un menú vegetariano que incluía verduras, tofu y comida halal para los invitados musulmanes. La cena estuvo regada con el típico sake, licor de arroz, así como vinos blancos, tintos y zumos de naranja.