Los emperadores de Japón han concluido su viaje oficial al Reino Unido y su misión ha sido un éxito: profundizar en los lazos de amistad y buena voluntad entre dos países, ambos en el G7, que colaboran en materia de seguridad, economía e inteligencia artificial. Su completísimo programa tocó áreas muy diversas y les dejó margen para atender compromisos propios, entre ellos con la Universidad de Oxford, donde estudiaron tanto Naruhito como Masako. Fue allí donde único se reservaba algo de protagonismo para la emperatriz, ya que recibió un título honorífico que ella correspondió con la plantación de un cerezo en flor. Sin embargo, en esta cita de carácter extraoficial, es decir, no estaba enmarcada dentro de la visita de Estado, de nuevo fue el emperador el que tomó la palabra, ya que la emperatriz sigue en un segundo plano, solo que el suyo no parece tan cómodo.
Es llamativo que siendo Masako la premiada, sea Naruhito el que de un discurso de agradecimiento y cuente que ambos conservan recuerdos muy felices de sus años como estudiantes en la universidad británica. Sin embargo, ya a comienzos de los dos mil la Casa Imperial -siempre hermética- tuvo que aclarar que la entonces princesa sufría estrés al hablar en público, pero esto era solo una señal de las dificultades que atravesaba. Bajo los románticos y desafortunados apelativos de la “mariposa rota” o la “princesa triste”, vivía una mujer que había perdido su salud intentando encajar en una monarquía tan misteriosa como exigente. Ahora se celebra que esté reincorporada a la vida pública, ya que durante años los viajes de Naruhito a Europa fueron en solitario, sin embargo, el que la emperatriz tuviera que ausentarse de la agenda oficial no deja de ser una señal de alarma.
Cuentan que el padre de Masako, Hisashi Owada, un alto diplomático que entre otras cosas había presidido la Corte Internacional de Justicia, hizo todo lo posible para que su hija, que había seguidos sus pasos y tras estudiar en las universidades de Harvard, Tokio y Oxford, trabajaba para el Ministerio de Asuntos Exteriores, no entrara en la Familia Imperial. A pesar de su historia de amor con Naruhito, ella misma era reticente a cambiar su vida para abrazar una forma de vida que no iba con su personalidad. También se dice (pocas cosas se confirman abiertamente por la Agencia Imperial) que tanto el príncipe Naruhito como su madre, la emperatriz Michiko, que fue la primera plebeya en entrar en la Familia Imperial y con el tiempo ha trascendido que también sufrió algo parecido, le prometieron protegerla y ella aceptó el matrimonio.
La presión en torno a la princesa -uno de los pocos casos en el que la consorte tiene una formación comparable o incluso algo superior al del propio jefe del Estado- comenzó desde el principio en torno a la necesidad de la dinastía de traer varones al mundo. El engranaje se puso en marcha y ella fue perdiendo el contacto con su vida anterior. “La princesa ha trabajado duro para adaptarse al entorno de la Casa Imperial durante diez años, pero se ha agotado por completo”, dijo su esposo cuando se vieron obligados a hacer pública la depresión que atravesaba. El propio príncipe, siempre pendiente de su mujer, reconoció entonces que habían ocurrido “acontecimientos” que “negaron a Masako su carrera como diplomática y fueron en contra de su personalidad”. Entonces, desde dentro de su propia institución y de boca de un portavoz del palacio, el príncipe recibió un tirón de orejas público por atreverse a mostrar sus emociones, algo muy mal visto en un país donde prima el estoicismo y la disciplina social.
Tampoco hay que olvidar que las grandes decisiones no las aprueban ellos, ni los emperadores ni los príncipes, lo hace un órgano creado bajo la ley que rige en la Familia Imperial, un consejo formado por políticos, legisladores, representantes y jueces; todo hombres y con la presencia de dos miembros de la familia imperial. Hasta ahora sus decisiones han sido tradicionalistas y reticentes a emprender cualquier reforma, hasta el punto de que con la actual ley prefieren extinguirse antes que sentar a una mujer en el trono, aunque las hubo en el pasado. Prueba de su inmovilismo fueron los tres años que tardaron en aprobar la abdicación de Akihito, el padre del actual emperador, o el trato que se le dio a la princesa Mako cuando quiso casarse con Kei Komuro.
La impresión general es que desde que se nombró heredero al sobrino de Naruhito, Hisahito de Akishino, la presión en torno a la pareja imperial había descendido. Es posible que eso propiciara una incorporación de Masako a la vida oficial. Es evidente que todos se alegran de verla, es más, en el pasado la propia Máxima de Holanda se encargó de transmitirle que la realeza Europa cuenta con ella y le animó para que estuviera presente en el entronización de Guillermo de los Países Bajos. El ambiente que acompañó a los emperadores en este último viaje por el Reino Unido fue inequívocamente positivo, los reyes Carlos y Camilla estuvieron muy cercanos y en todas las salidas públicas hubo mucha presencia de japoneses afincados en el país. Fue solo entonces cuando se pudo ver a una Masako algo más espontánea, pero siempre unos pasitos por detrás de la escena y evitando cualquier situación en la que sea protagonista.