Masako de Japón no suele perder la sonrisa en los actos públicos a los que asiste, aunque ni con esas consigue desafiar al apodo de 'la princesa triste'. Durante la primera jornada del viaje de Estado con el emperador Naruhito a Reino Unido que culminó con una espectacular cena de gala también destacó su semblante alegre, mostrando una gran sintonía con la reina Camilla, muy pendiente de ella, y cumpliendo diligentemente con su papel de Emperatriz, pero todo esto conlleva un esfuerzo extra para Masako. Este miércoles tenía previsto asistir a un banquete con el alcalde del distrito financiero de Londres, pero ha despejado toda su agenda para descansar porque adaptarse a la exigente rutina imperial le sigue suponiendo un reto mastodóntico.
Sabemos que el ritmo de su agenda está supeditado a su salud mental sobre la que la corte imperial habló abiertamente hace años explicando que la entonces Princesa sufría depresión. Los médicos ya advirtieron antes del viaje que Masako posiblemente necesitaría desmarcarse de algunos actos para preservar la energía. Tal vez por ello, no aterrizaron en suelo británico con el tiempo justo para enlazar un compromiso con otro, sino que llegaron dos días antes para tomarse un tiempo de descanso y disfrutar de la ciudad antes de encarar una agenda especialmente intensa. Ha sido el segundo día cuando la esposa de Naruhito ha precisado un paréntesis que le permita asistir el jueves a la despedida oficial en Buckingham por parte de sus anfitriones, los reyes Carlos y Camilla.
Masako siempre ha dejado clara su disposición a seguir dando pasos para incrementar su presencia pública. Tal y como ella misma dijo en su 57º cumpleaños dirigiéndose a la ciudadanía. "Quiero hacer más esfuerzos para recuperarme a fin de apoyar al emperador y cumplir con mi papel de emperatriz". Pronunció estas palabras en 2020, precisamente el año en el que estaba previsto que el primer viaje internacional de los emperadores a Reino Unido, pero la pandemia lo impidió. Desde entonces ha dado pasos en su recuperación, aunque siempre sin quitar el pie del freno de emergencia que le permite coger aire cuando le vence el cansancio. Por eso, la corte imperial no suele confirmar la presencia de la Emperatriz en cualquier acto que tenga programado hasta última hora.
La Emperatriz no está triste
La llaman, como decíamos, 'la princesa triste', un sobrenombre muy literario, pero tremendamente impreciso. La Emperatriz no está triste, sino que sufre depresión desde hace décadas, pero no fue hasta 2004 cuando el Palacio Imperial reconoció públicamente la enfermedad que impedía a la esposa del entonces heredero cumplir con sus funciones, puesto que la intensa agenda oficial le hacía resentirse también físicamente. En sus discursos públicos, Naruhito suele recalcar el enorme esfuerzo que hace su mujer para estar a la altura de su título y "cumplir con sus responsabilidades tanto a nivel público como privado". Ella confesó en alguna ocasión la inseguridad que le provoca esta situación y quizás por eso cuando está, nunca da un paso en falso. Antes de la entronización de su marido, y consciente de sus limitaciones, dijo que aspiraba a dedicarse "en cuerpo y alma a la felicidad de la gente".
Busca lo que tanto le cuesta encontrar para ella misma. La vida no es nada fácil para las mujeres del Palacio Imperial y, probablemente ella lo intuía pero acabó por arriesgarse. Masako quería ser embajadora y acabó la carrera diplomática con las mejores calificaciones de su promoción cuando en 1986 conoció al príncipe Naruhito en Tokio, en una recepción con motivo de la visita de la infanta Elena al país nipón. El Heredero era todo un soltero de oro que tenía el beneplácito de sus padres para casarse por amor, pero no le resultó fácil convencer a la joven Masako de que abandonase sus ambiciones para formar parte de una de las familias reales más herméticas que se conocen. Comenzó entonces su vía crucis sorteando los reproches de los sectores más conservadores por su origen plebeyo, su religión católica y su “avanzada edad” al tener más de 20 años. La princesa logró librar estas críticas y junto a Naruhito parecía formar un matrimonio moderno y aperturista partidario de acercar la institución al pueblo, pero no dejó de soportar presiones, especialmente, cuando no llegó a concebir nunca un varón. Aún así, no se resigna y sigue firme en su empeño de cumplir su cometido como Emperatriz y preservar algo tan valioso como su salud mental.