En los últimos días hemos visto a los Windsor casi al completo disfrutar juntos de las carreras en el hipódromo de Ascot. Día tras día por allí han desfilado los reyes Carlos y Camilla, el príncipe de Gales, la princesa Ana, el príncipe Eduardo, las dos princesas York y hasta Sarah Ferguson entre otros, pero ni rastro del príncipe Andrés, que tampoco participó en el último acto de la Orden de la Jarretera y que mantiene un pulso con su hermano que parece no tener fin. El conflicto, que comenzó tras la muerte de Isabel II, gira en torno a sus privilegios, en general, y sobre la casa que ocupa en los terrenos reales, en particular. Mientras surgen nuevas razones por las que el rey podría querer el desalojo de su hermano y él tendría un as (o dos) bajo la manga para conseguir su propósito.
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Lo último que se supo sobre la guerra del “Royal Lodge”, una lujosa mansión con más de treinta habitaciones a escasos cuarenta minutos de Londres, es que si el príncipe Andrés no accedía a mudarse a una casa más modesta (según The Times le ofrecieron el recién remodelado Frogmore House de los duques de Sussex, que tiene menos gastos de mantenimiento y de seguridad), Carlos III podría replantearse la asignación que percibe, un dinero que viene del ducado de Lancaster, los fondos privados del soberano y que, por tanto, tras la muerte de Isabel II gestiona Carlos III. El príncipe Andrés, por su parte, ha dejado claro que no se va a marchar y se escuda en que firmó un contrato de arrendamiento por 75 años en el año 2003. La sorpresa llega por esta vía, ya que, según ha revelado Daily Mail y recoge The Times, el príncipe Andrés quiere legar el contrato de arrendamiento a sus hijas, Eugenia y Beatriz de York. Una maniobra legal posible y que mantendría la casa en manos de los York hasta el 15 de junio de 2078.
La intención del príncipe Andrés, según el citado medio, era legar el contrato a su exmujer, Sarah Ferguson, pero el divorcio no lo hace posible, así que sus hijas parecen las candidatas idóneas. Además esta el factor emocional, ya que tanto Carlos III como el príncipe Guillermo han mantenido al margen del conflicto a Eugenia y a Beatriz de York, que han estado muy activas en los últimos tiempos participando en fiestas en el Palacio de Buckingham y en actos públicos de la Familia Real. Esto ha hecho que se vea a sus dos hijas como la baza que estaría dispuesto a jugar el duque de York
Esta no ha sido la única novedad con respecto a lo que el príncipe Andrés ha bautizado como “el asedio al Royal Lodge”, ya que Daily Mail arrojó la idea de que Carlos III podría querer despejar esta lujosa propiedad pensando en el futuro, teniendo en cuenta que cuando él falte todo pasará a manos del príncipe Guillermo y su hijo, el príncipe George. En otras palabras, con 75 años y luchando contra el cáncer, se plantean si el rey tiene la intención de asegurar una vivienda de estas características para la reina Camilla el día que él no esté. Una idea algo sorprendente en principio, teniendo en cuenta el espectacular patrimonio que tienen los Windsor y que en cierto modo devuelve a la reina Camilla a su papel de villana del cuento.
La guerra en torno al Royal Lodge, la residencia oficial del príncipe Andrés, lleva años abierta y es muy significativo que desde el mismo momento que terminaron los actos en torno a la muerte de Isabel II, en septiembre de 2022, comenzaran a circular por la prensa británica noticias como esta: “El príncipe Andrés y su ex esposa Sarah Ferguson "permanecerán" en su mansión de Windsor, con los corgis de la reina, pero temen ser "expulsados" en la reorganización real ahora que Carlos es rey”. El tema ha estado latente durante años, porque fue evidente que Isabel II protegió y frenó la caída de su hijo favorito en todo lo referente al Caso Epstein. Nunca lo dijeron abiertamente, pero sí dejaron que trascendiera que tanto el príncipe Carlos como el príncipe Guillermo habrían tomado unas decisiones distintas en cuanto a las responsabilidades y privilegios del príncipe Andrés.
“Él se muere por volver, pero la monarquía no se lo puede permitir. La gente no lo entendería. Podría haber una reacción horrible. Ese barco ya ha zarpado”. Con estas palabras un alto asesor de la casa real británica explicaba al biógrafo Robert Hardman la actual relación entre el príncipe Andrés y la institución que ahora encabeza su hermano, el rey Carlos III, y su sobrino, el príncipe heredero Guillermo. De puertas para afuera parece que el desafío del soberano consiste en llevar la jefatura del Estado mientras lucha contra un cáncer y sin presencia plena de los príncipes de Gales. Sin embargo, de puertas para dentro, el rey tiene otros frentes abiertos y un hermano dispuesto a pelear.