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Digital Cover realeza© Pool

Permanece ingresada en el hospital tras sufrir una conmoción cerebral

La importancia de la baja de la princesa Ana, el 'arma secreta' de Carlos III

Nadie entiende el deber real con la sencillez y dedicación de la hermana del Rey, que cancela esta semana 9 compromisos


24 de junio de 2024 - 20:34 CEST

A nadie se le escapa que la baja de la princesa Ana, ingresada en el hospital tras sufrir una conmoción cerebral, llega en una etapa complicada para la Institución, pero además, su ausencia en la agenda real no es una ausencia cualquiera. La hermana de Carlos III ha tenido que cancelar hasta nueve compromisos esta semana debido al accidente, una cifra muy difícil de igualar por cualquier otro Windsor, por cualquier otro royal. Que es el miembro de la familia con la agenda más nutrida es algo que dicen las estadísticas desde hace años, pero no es solo una cuestión de números. No en vano la apodan "el arma secreta" del Rey. 

© Getty

No acapara titulares, ni sus looks generan demasiada expectación. Tampoco ha buscado nunca el foco, sino que ha sabido ser una pieza clave sin ser apenas vista. Siempre cerca, primero de Isabel II, y ahora de su hermano Carlos III como una figura de máxima confianza, consejera leal  y siempre dispuesta a asumir responsabilidades. Fue ella quien viajó junto al féretro de su madre de Escocia a Londres tras su fallecimiento y a la que el nuevo monarca quisó premiar al nombrarla  Gold-Stick-In-Waiting  en su coronación, es decir, la persona a la que se le confía la seguridad personal del Rey.

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La princesa Ana no es una princesa al uso. Esta es una frase bien manida que se ha dicho, por ejemplo, de Estefanía de Mónaco, así como de otras hijas o hijos de reyes que no terminaban de encajar en el rol asignado por nacimiento o que buscaban siempre algo más allá de los muros de palacio. No es en absoluto el caso de la Princesa Real que nunca ha renegado ni un ápice de su deber ni ha tratado de cuestionar su destino. Incluso se mostró crítica con la idea de la monarquía reducida que con tanto entusiasmo ha abanderado Carlos III y que ahora, quizás, los contratiempos la han menguado de más. "No estoy segura de qué otra cosa podemos hacer", decía convencida de que su vida no es otra que servir a la institución con la máxima dedicación y, sobre todo, una sorprendente sencillez. 

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Decíamos que no es una princesa al uso y no por que alguna vez haya asomado en ella un mínimo de rebeldía, sino porque huye del protagonismo excesivo, trata de dejar fuera de la luz pública todo lo que no sea trabajo oficial y defiende con vehemencia sus decisiones y su privacidad -como cuando se casó en segundas nupcias con Timothy Laurence en una boda casi secreta pese que entonces no era la decisión más popular-. Tampoco disfruta con los privilegios que conlleva su título. De carácter fuerte y un estoicismo que recuerda mucho al de su padre, el príncipe Felipe, parece querer reivindicar en todo momento su capacidad para valerse por si misma. Es de las pocas princesas a las que hemos visto llevar en la mano su propio equipaje o coger el metro si no llega a tiempo a un acto por el tráfico

Este tipo de decisiones le han valido una gran aprobación popular y su determinación ha acabado por ser también muy valorada tanto por Isabel II como por Carlos III. Los dos hermanos tienen personalidades absolutamente diferentes, pero siempre se han complementado y han tenido una gran conexión entre ellos. Ya era una gran consejera en su juventud y ahora en el trono sabe que la princesa Ana es la roca en la que en gran medida pivota la agenda real, su arma secreta y el sempiterno pilar de una institución que este año, más que nunca, aprende a marchas forzadas a adaptarse a las circunstancias más adversas