Sabíamos que Kate Middleton era la gran estrella de la Casa Windsor: la única que iguala las cifras de popularidad que tuvo Isabel II y la única que podía usar de nuevo el título de princesa de Gales. Han pasado siete días desde su fugaz regreso a la vida oficial y se sigue hablando de ello. La mujer del príncipe Guillermo logró integrarse en la monarquía británica a base de "mantener la calma y seguir adelante", un lema popular (keep calm and carry on) en un país duro con las mujeres que llegan a la realeza por matrimonio. Su evolución dentro de la Familia Real fue asombrosa hasta convertirse en la gran joya de la Corona británica y en una pieza infalible para las labores institucionales. Su retirada, el pasado enero, causó conmoción dentro y fuera del Reino Unido, y su única crisis de credibilidad en trece años le obligó a confesar públicamente lo que le costó contar en privado, su lucha contra un cáncer. Es posible que Kate atraviese el peor momento de su vida y, sin embargo, sigue dominando como nadie el arte de reaparecer.
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El viernes previo al Trooping the Colour la sospecha de que Kate Middleton iba a volver corría por las secciones de realeza, el Palacio de Kensington lo sabía, así que se adelantó y confirmó su presencia con un texto muy personal y una foto sumamente estudiada bajo una apariencia informal. “Hay días buenos y días malos”, decía la princesa de Gales en su mensaje, confirmando que el del “trooping” iba a ser uno de los buenos. La institución se adelantó, estableció su narrativa y lanzó un mensaje: vais a ver a la Kate de siempre, porque nadie lo decía pero la incógnita era cómo se encontraba físicamente la princesa de Gales y cómo iba a ser su participación en el Día de la Bandera. Si al rey Carlos III le habían recomendado no subirse al caballo, quizá la aparición de Kate se limitaba a un saludo desde el balcón, pero no fue así, la princesa de Gales volvió para dar un espectáculo completo en un día que la institución, que lleva un 2024 de capa caída, necesitaba que fuera memorable.
La vimos salir de su casa con el príncipe Guillermo y sus tres hijos, George, Charlotte y Louis, tenía el rostro serio, pero aún así estaba espléndida, Kate haciendo de Kate, majestuosa, soberbia, el epítome de la princesa británica perfecta, igual que en los funerales del duque de Edimburgo e Isabel II, igual que en la coronación de Carlos III. De nuevo los británicos desplegando todo el boato, la pompa y el brillo para demostrar que parte de la esencia de su monarquía reside en la magia. Los príncipes de Gales salieron como un todo, un conjunto, escenificando pasado, presente y futuro para lanzar el mensaje de que la casa Windsor, tras la era de Isabel II, se quedó tocada pero no hundida. Así que la princesa de Gales participó en todo: procesión, parada militar y de regreso al Palacio de Buckingham para el momento más esperado, la aparición en el balcón, donde todos la miraban a ella mientras ella repartía su atención entre los niños y el cielo.
Con Kate y los suyos en primera línea todo pasa a un segundo plano, el rey Carlos III no fue el protagonista de su cumpleaños oficial, pero también evitó cualquier debate sobre la salud de la princesa de Gales, sobre su propia salud y sobre los desafíos de su reinado. Tanto Buckingham como Kensington sabían que esta aparición lo eclipsaría todo, pero a la vez les proporcionaría un balón de oxígeno con el que capear el temporal quizá hasta la cita navideña en Sandringham, que además fue el último acto oficial de la princesa de Gales antes de su retirada.
En solo seis meses y gracias a la popularidad de una princesa que no es de cuna, la Familia Real británica ha superado, al menos por el momento, la imagen de trono vacío sin tirar de figuras del pasado, desde las sobrinas del rey hasta los duques de Sussex. Por otro lado, la Casa Real británica evita una foto que nadie deseaba, la del príncipe Guillermo solo con sus tres hijos, una imagen que habría traído los peores recuerdos del pasado.
Tras el traspiés de la foto trucada, los príncipes de Gales tienen claro que cuando mejor funciona Kate es cuando se le deja ser Kate. Así que ha sido ella la que ha explicado en primera persona porque iba a reaparecer: “Estoy progresando bien, pero como cualquiera que esté pasando por quimioterapia sabe, hay días buenos y días malos. En esos días malos te sientes débil, cansado y tienes que ceder a la necesidad de descansar. Pero en los días buenos, cuando te sientes más fuerte, quieres aprovechar al máximo el sentirte bien”.
La princesa de Gales se confiesa también: “Estoy aprendiendo a ser paciente, especialmente con la incertidumbre. Tomando cada día como viene”. Ahora es en su proceso contra el cáncer, pero esto es lo que ha hecho siempre. Lo hizo cuando no estaba claro que su compromiso con el príncipe fuera a llegar y continuó con esa postura cada vez que se ha desatado una crisis a su alrededor. Nadie lo sabía cuando apareció, tan tensa como correcta, enseñando el zafiro de Diana de Gales en su compromiso oficial, pero Kate, a la que se castigó por ser clase media, encerraba una de las virtudes que más valoraba Isabel II y que no todos los Windsor poseen, la de mantener la calma y continuar.